XVI

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Veo una sombra a lo lejos, en el parque que hay al lado de mi casa. Se escuchan voces, como chicos peleándose. Y parece grave. No pienso en meterme, pero hay algo que me llama. Me sigo convenciendo para no ir, aunque fuera, no iba a cambiar nada.

Subo el escalón y cierro la cancela cuando se escucha una voz mayor, como si le hubieran herido a alguien. Bajo el escalón y abro la cancela. Salgo camino al parque, repitiéndome a mi misma:

«No tengo miedo», «El miedo te hace débil».

En cuanto llego, se me empieza a revolver el estómago. Son como 5 chavales contra uno. El que va sólo tiene una herida de navaja en el brazo. Tres de los 5 lo están sujetando. No hay nadie en el parque, salvo nosotros.

- ¿Se puede saber qué cojones estáis haciendo? - dije, sin gritar. Cordial.

Todos me miran. Uno que tiene pinta de ser el líder del grupo me mira fijamente.

- No deberías de estar aquí, bonita - dijo.

- No me digas lo que debería hacer y preocúpate de lo que haces tú.

Empieza a andar hacia mi, sin prisas.

- Ni se te ocurra acercarte si no quieres problemas - grité.

El idiota empieza a reírse.

- ¿Y qué se supone que vas a hacer? - responde.

Miro al chico de la herida, que me mira como flipado.

- ¿Qué ha hecho? - pregunto.

- Meterse en problemas, preciosa - dijo, rascándose la nuca.

Vuelvo a mirar al chaval de la herida, que no me quita el ojo de encima. ¿Estará intentando decirme algo?

- Dejadle en paz - dije, seria.

Todos se ríen, menos el de la herida.

- ¿Y si no, qué?

«¿En serio crees que puedes razonar con ellos? Estúpida».

«Oh, ¡cállate!»

Después de pelearme conmigo misma, miro al tipo, que lo tengo en frente mia.

- Si vuelve a hacer lo que haya hecho, como si lo matáis, pero merece una segunda oportunidad, ¿no crees? Que no tengáis que arrepentiros de nada - vi como a uno de los que le sujetaban al chaval se le escapó una risita - Sois unos cobardes. ¿Cinco contra uno? ¡Así cualquiera! ¡Pocos hombres! ¡Payasos!

- Te lo volveré a repetir - dijo el tipo, haciendo que me callara - ¿y si no, qué?

«Oh, muy bien Isabela, ¿ahora qué? Te lo dije, y mira que te lo dije»

«Improvisaré, joder».

- Pues que tú y toda tu tropa os vais a pudrir en la cárcel. Mi padre es policía, y aquí al lado vive. Una simple llamada, y tu vida a la puta mierda - dije, con tono burlesco. Saco el móvil, ese que tenia medio saliendo de mi manga. Sólo sobresalía la cámara - Te estoy grabando, capullo.

Le enseño el móvil, donde antes de llegar al parque, por si acaso, empecé a grabar.

- Eres tan idiota que ni te diste cuenta.

Se le cambia la cara por completo. Mira a sus amigos y ellos lo miran a él. El de la herida no para de mirarme.

- Está bien.

«Oh, Dios. ¿En serio? ¿Ese es el malote? ¿Con todas las cosas que podía haber hecho, como robarte el móvil, lo deja pasar?»

«Jaque mate, cerebro estúpido»

Le sueltan. El idiota se acerca un poco más a mi.

- Pero la próxima vez, me dará igual todo. Que se ande con cuidado, y tú también.

- Excelente idea - respondo, segura de mi misma.

Empiezan todos a correr hasta que desaparecen en la noche.
El chico de la herida me mira sin decir nada. Sólo me mira. Me mira como un ciego miraría el mundo por primera vez.

- ¿Estás bien? - le pregunto.

No obtengo respuesta. Me acerco y le miro la herida.

«¿Qué se supone que estás mirando? No tienes ni puta idea de medicina»

- No hace falta saber mucho de heridas para darse cuenta de que no es muy profunda, ¿verdad? Si me permites que te la desinfecte, bueno, mi hermana, me quedaría más tranquila.

Intento ser agradable por una vez en la vida y le sonrío.

Está muy nervioso.

Y yo también.

Cicatrices [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora