XIII

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Me río de como juega a las muñecas, de sus comentarios buscando mi risa. Es una sensación de calma increíble. Pero no por mucho tiempo. Todo acaba cuando mi madre abre la puerta. ¿Qué casualidad que siempre tenga que ser ella, verdad? Puso una cara rara, no se esperaba encontrarse lo que se encontró.

- Como reís, eh - dice, mientras sonríe.

- Ya - respondo.

Empecé a hacerle gestos para que se fuera.

- Bueno me voy, que estoy muy cansada, ceno algo y me acuesto. Adiós.

- Hasta luego - añadió Cristian.

Y se va, cerrando la puerta.

- Sois idénticas - dice Cristian.

- Pues no sé en qué la verdad - le respondo.

Mi madre es castaña con mechas rubias, de ojos azules y piel blanca. Tiene el pelo demasiado fino y rizado. Soy más alta que ella. No tiene personalidad propia, y no me gusta decirlo, pero es la verdad, aunque sea mi madre. Se deja influenciar. Me niego a ser así.

- Mira que hora es - dice Cristian, mientras se mira el reloj - Tengo que irme, ya es tarde.

- Oh, lo entiendo.

- Qué correcta - añade con una sonrisa.

- Aprendo del mejor.

Bajamos las escaleras silenciosamente. Cuando veo a Cristian abrir la puerta del salón no me da tiempo a decirle nada. Me echo una mano a la frente. Dentro estaban Alicia y mi madre.

- Bueno, yo ya me voy, buenas noches - se despide.

- Buenas noches - le responde mi madre, sonriendo.

Cierra la puerta y le cojo del brazo.

- ¿Qué se supone que haces? - le digo.

- No podía irme sin despedirme. ¿Qué clase de modales te han enseñado a ti?

Le miro fijamente y le suelto el brazo.

- Me extraña ver a alguien de tu edad tan educado - me justifico.

- Porque yo soy de edición limitada, nena - me guiña un ojo.

- Anda no te flipes más - le digo mientras me río.

Bajamos a la calle y nos quedamos en frente de su moto.

- Bueno, pues nada. Nos vemos otro día.

Me abre los brazos para que le de un abrazo y se lo doy. También le doy un beso en la mejilla. Me quedo un rato parada, mirándole.

- ¿Es que no me vas a dar un beso de despedida?

Sonríe y me da un beso, pero en la mejilla. Obviamente. Se sube en la moto y la arranca.

- Ten mucho cuidado.

- Lo tendré.

- Avísame cuando llegues.

- Vale, mamá.

Sonrío y lo veo ir. Espero estar avanzando. ¿Qué digo? Agh, soy una maldita desesperada.

A los 20 minutos me manda un mensaje con un "Ya estoy aquí, ¿has visto que rápido?". Sólo me limito a contestarle "Si jaja, eres una bala, rey".
Me encantaría darle más tema de conversación, pero no quiero ser pesada. Acabamos de vernos.

Cicatrices [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora