XI

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Fueron pasando los días. Y más días. Y Cristian ni me había hablado por Watsapp. Empiezo a preocuparme, no quiero obsesionarme, y menos con una persona. Un día salí con Adriana al centro de compras. Pasamos todo el día, andamos tanto que nos iban a reventar los pies. Después de toda la tarde, cogimos el autobús de vuelta a casa cuando llamaron a Adriana.

– ¿Si?

Hay silencio, mientras escucha a la persona que está al otro lado del teléfono.

– Ah hola Cristian.

Me mira y me sonríe

– Estoy con Isabela, volvemos a casa después de haber estado aquí en el centro. — continúa, mi cara debe de ser un cromo. — Ah bueno, si tu quieres si. Vale, hasta luego.

Cuelga he inmediatamente pregunto.–
– ¿Qué dice?

– Ha estado con Maria y el novio, y como está por la zona era para quedar un rato. Va camino a tu casa. Nos espera allí.

– ¿En serio?

– Si, nena.— me sonríe pervertidamente y yo me río.

Llega el autobús a la parada. Se abre la puerta y sale Adriana y luego salgo yo de un salto que casi me caigo. Cuando me doy cuenta de que tengo a Cristian en frente, me entran ganas de desaparecer.

– Em... — miro a otro lado, nerciosa. —¿no nos ibas a esperar en mi casa?

Él sonríe. Para mi que se a dado cuenta de que casi me como el bordillo de la acera, no sé, sugiero.

– Bueno, como veníais en autobús y os teníais que bajar en esta parada pues me he acercado.

Me giro a Adriana y la veo con su móvil, con cara de preocupación.

– Me acaba de mandar un mensaje mi madre, que vaya cagando hostias. ¿Me acompañáis?

– Tía que putada.— le digo.

– Bueno, vamos. — añade Cristian.

Dejamos a Cristian que vaya primero y cojo a Adriana del brazo.

– ¿Cómo que te tienes que ir? ¿Me vas a dejar sola? ¿En serio?— le susurro.

– ¿Y qué quieres que haga, Isabela? Tú de todas formas aprovecha.

Me guiña el ojo y seguimos.
Camino a casa de Adriana hablamos de tonterías, nada de importancia. Cuando llegamos estamos un rato en su puerta cuando finalmente se tiene que meter. Su madre es realmente terrorífica, aunque no sé quien es peor, si la suya o la mia. Volvemos a mi casa, y por el camino hablamos, algo bastante curioso.

– Maria me quiere presentar una chavala. — rompe el hielo.

Me enseña una foto. Maria no se habla con esa. Seguramente le habrá dicho que se la presentará pero al final, no lo hará.

– Por favor, más puta no puede ser.— le digo, y con razón.

– Bueno, ya lo comprobaré yo.

– Ya te lo digo yo.— añado, molesta.

Hay una pequeña pausa bastante incómoda.

– ¿Te puedes creer que todavía no ha aparecido la chica perfecta para mi?— vuelve a romper el hielo, pero siempre con algo fuera de lugar.

¿Qué es lo que intenta decirme? ¿Restregarme de que no le gusto? ¿Que está en proceso de encontrar a alguien que si quiera?

– Bueno... Alomejor ya ha aparecido pero no te has dado cuenta.

Quizá he sido demasiado directa.
Justo cuando termino la frase estamos en frente de mi casa. Tiene la moto aparcada en frente de mi casa. Habría llegado antes de tiempo y por eso se acercó a la parada de autobuses. Me gustaría investigarle más, saber más de su actitud, lo que realmente quiere.

– ¿Quieres quedarte un rato? Está mi hermana dentro con su novio y me voy a aburrir.— sugiero.

– No quiero molestar...

– ¿Como ibas a molestar, Cristian?

Abro la puerta y dejo espacio para que entre. Sonríe tímidamente y, finalmente, pasa.

Cicatrices [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora