Capitulo 3: La Voz

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El timbre resuena en las cabezas de los presentes y éstos se juran cambiar el timbre lo antes posible, después de su momento de aturdimiento salen rápidamente del aula. Los pasos y el bullicio se escucha con gran estruendo. Alex se acerca a Katherine.

    —Oye.

    —¿Si, Alex?

    —¿Porqué el sonido tan molesto del timbre?

    —Oh, es una historia emocionante, ya que lo mencionas. El año pasado se perdió en la escuela una mochila, ridículo lo sé, el punto es que el director no nos dejó salir hasta que la mochila saliera, lo que pasó fue que todos los alumnos se amotinaron y rompieron la campana y el director, como burla y una infantil venganza, colocó aquel molesto sonido. Fin.

    —¿Sólo por eso colocó aquel infernal sonido?

     —Si, es su forma de castigarnos —voltea y a su derecha se encuentra Fer recargada en la entrada del aula—. Ahora, si me permites, iré a casa.

    —Adelante señorita.

    —Gracias —sonríe, se cuelga la mochila y sigue a Fer lejos de ese lugar.

    Fernanda suspira, harta de la tarea a la que fue encomendada, al contrario de Katherine quién ríe a carcajadas.

    —Muy gracioso.

    —Vamos, Fernanda, ¡es divertido!

    —No, no lo es, no lo es para nada.

    La pelinegra ríe ante la mueca de enojo de su mejor amiga. Fer intenta detener un taxi que las pueda llevar a casa pero los taxistas al verla arrancan cómo si le tuvieran miedo y para Katherine, así es. Fer da un pisotón a la acera y se gira hacia la pelinegra.

    —¡Anda! ¡Ve y consigue tu taxi señorita perfecta que yo no vuelvo a hacer el trabajo sucio!

    —Está bien, veamos quién consigue ese maldito taxi.

    Katherine avanza hasta el borde de la acera, intentando llamar la atención de algún taxista pero éstos siquiera la miran, es cómo si no existiera lo cual es una actitud ordinaria entre los taxistas.

    —¡Oiga! —Le grita la pelinegra a un taxista pero éste arranca— ¡Miérda!

    Se escucha una risa más grave a la de Fer, la otra chica, sumamente extrañada se gira hacia la fuente del sonido quién resulta ser Eric Holder.

    —Creo que se les fue el taxi.

    —Muy gracioso, chico nuevo.

    —¿Me permiten conseguirles uno? —Katherine se hace a un lado.

    —Todo tuyo.

    Eric avanza hacia donde hace un momento estaba Katherine, chifla y llama la atención de varios taxis pero, al igual que a las otras chicas, lo ignoran. Poco a poco, Eric se empieza a sentir frustrado. Divisa un taxi a unos cuántos metros y camina hacia el.

    —Disculpe, ¿está disponible éste taxi?

    —¿Ves a alguien atrás? Está libre.

    —Bien, gracias. Permítame un minuto —Se gira hacia las chicas y les hace señas para que se acerquen.

    Katherine y Fer salen prácticamente corriendo hacia Eric y el taxista. Ambas le agradecen, Fer entra primero, seguida de Katherine. Eric detiene la puerta antes de que ambas chicas se vallan.

    —Fue un placer conocerlas señoritas. Nos vemos mañana.

    —Para nosotras no fue un placer —Fer ríe de su comentario—. Adiós, Eric.

    —Adiós.

    El taxista arranca; Fer le indica cómo llegar a su hogar mientras la mente de Katherine viaja por lugares desconocidos, lugares que nadie más podría imaginar, lugares que sólo habitaban en la mente de aquella misteriosa chica, o al menos, eso se creía. Coloca sus auriculares en sus oídos y coloca la música a todo volumen, algo típico de ella. Warrior de Beth Crowley resuena en los auriculares mientras observa por la ventana.

    Las emociones se acumulan a medida que la canción avanza, ésta dice todo y a la vez nada. El taxi se detiene suavemente en el tráfico, Fer suspira molesta pues no llegarán a casa antes de que sus padres se marchen a trabajar, mientras que Katherine ni siquiera nota lo que sucede.

    La canción avanza con lentitud y el sonido disminuye suavemente hasta que la canción deja de sonar, en cambio, se escucha una grave y tenebrosa voz proveniente de los auriculares; al principio lastima un poco los oídos haciendo que Katherine se estremezca y se lleve las manos a éstos, Fer nota la reacción de su mejor amiga y se acerca, preocupada.

    —¿Katherine? ¿Kate?

    Aquella voz comienza a hablar, al principio ésta es inaudible luego se vuelve más clara hasta ser un suave murmullo, cómo si el dueño de aquella siniestra voz estuviera sentado junto a ella, inclinado, susurrándole al oído. En el momento en el que habla, Katherine se estremece lo que hace que Fer se preocupe más; afuera del taxi, los atorados en el tráfico, sus amigos, todo el mundo, es ajeno a aquella escena, a la confusión de ambas jóvenes.

    —Katherine Jhonson —comienza la voz. El miedo invade el sistema de la chica—; te conozco, sé quién eres, de donde vienes, tu verdadero nombre, tu verdadero vida. Sé todo acerca de tí, yo te ví crecer —El miedo, la curiosidad y la confusión se arremolinan—. Ahora, sólo te pido un favor. Katherine Jhonson, entrégame tu piedra. Entrégamela y tu pueblo no sufrirá, entrégamela y vivirás...

    La voz sigue hablando, repitiendo lo mismo y para éste punto, Katherine está totalmente abrumada. La pelinegra mira al frente y cierra las manos, sus uñas se encajan en sus palmas mientras observa el camino. La fila por fin avanza pero la voz no se detiene, al contrario, aumenta en volumen y habla más rápido. Katherine no puede respirar con tranquilidad, aquella voz le trae tantas emociones no puede siquiera reaccionar para apartar los auriculares, sus manos tiemblan demasiado para moverlas. Katherine aparta la vista de la calle y cuando la regresa, se arrepiente de ello.

Un hombre se encuentra de pie frente al taxi, a muy pocos metros de éste y aunque el taxi avanza, el hombre no se aparta, incluso aunque su vida está en juego. El taxi avanza a ritmo normal, amenazado con destrozar el frágil cuerpo de aquel hombre descuidado. El taxista sigue con su camino, como si no estuviera a punto de arrollar a un hombre y a unos pocos metros antes de que lo atropelle, sucede. Katherine grita.

El taxi se detiene de golpe provocando una sacudida brusca por parte de los tres ocupantes. Los audífonos se salen de los oídos de Katherine y es entonces cuando es completamente conciente de todo a su alrededor, del dolor en las palmas de sus manos, en su cabeza y los gritos de Fer. Cuando recupera la sensación de sus extremidades abre la puerta y sale apresurada del taxi, se dirige al frente de éste, exactamente donde vió al hombre.

Cuando llega no hay absolutamente nada. Mira a todos lados, en busca del hombre pero no lo encuentra, solamente los autos a punto de provocar un choque y a los conductores con la clara confusión en su rostro. Con la respiración agitada mira hacia dentro del taxi y ve a Fer, el pánico invadiendo su rostro. Con las manos temblorosas regresa al taxi.

—¡Katherine! ¡¿Qué rayos te pasa?!

—Vi a un... a un...

—¡No hay nada! ¡No hay nada afuera, Katherine! Estás loca.

Suspira frustrada y se disculpa con el taxista. Katherine ve sus audífonos en el asiento y los aparta de golpe, pasa las manos por su cabello, frustrada. Cubre sus ojos con la palma de su mano mientras el taxi avanza.

Guerreros: Las Piedras Del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora