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Volví a visitar la biblioteca, sentada en la mesa que una vez estabamos Liam y yo hace unos cuatro días.
Me sentí atraída inconscientemente en todos los lugares de esta ciudad en la que había compartido momentos con Liam, desesperada por recordar esos sentimientos y confirmar que una vez sucedió.
Mi mente pintaba la imagen en mi cabeza, y aveces, cuando canalizaba mi imaginación, casi podía sentir a Liam conmigo.
Pero era una batalla, porque cada vez me daba cuenta que estaba sola de nuevo, mi corazón se hundió mucho más en la oscuridad, aplastando los destellos de esperanza que pude haber tenido.
Pero yo casi era adicta, como si la ilusion que el chico me dio una pequeña felicidad que yo anhelaba sentir de verdad.
Solo me quedaban 209 minutos.
Estaba feliz de que Frank me reconoció cuando maté mi tiempo en la fila para otro paseo en el London Eye, dandome un caritativo descuento.
Una sonrisa se deslizó en mi cara cuando estaba completamente en el aire.
Era libre aquí, mirando por encima de los adornados edificios que componen esta loca ciudad de Londres.
Mi mano aferró el collar de zafiros de mi madre.
— Mama —susurré para mí misma, cerrando mis ojos—. Te extraño.
Apenas me di cuenta de la cálida lágrima que callo por mi rostro.
— Lo siento. Lo siento si te decepcione, y a Sam y a Liam, y a todos. Lo siento, he dejado escapar la vida por la borda —murmuré para mi.
Parpadeé, inhalando lentamente, secándome las lágrimas de mi cara.
Me dolía demasiado como para seguir sintiendo lástima por mí misma.
Eso es suficiente.
Tenia que estar fuerte, y seguir luchando, por que nada acaba aun.
Todavía tenía 128 minutos. Podría encontrar algo, ¿verdad?
Bueno, de cualquier manera, habia terminado de llorar.
Podía hacer esto.
Quería un poco de helado, así que, __ Harper iba a conseguirlo.
Caminé con un nuevo sentido de dignidad reconstruido cuando fui a un pequeño puesto de helados a unos pocos de metros.
Giré el caramelo de color marrón dentro de la cucharilla de vainilla, saboreando el sabor dulce de la perfección.
Caminé, viendo a una joven pareja de picnic sobre una manta sobre el bonito y verde pasto.
El hombre tenía un corte de pelo, llevaba una camisa y unos pantalones anchos. Tenía unos aretes en sus oídos lo suficientemente grandes como para detectarlos a metros de distancia, y un gran tatuaje de una cruz en su bíceps.
La chica, miró al hombre con nada más que pura admiración dibujada en su rostro. La chica se veía limpia y calmada, llevaba un traje elegante sacado de un catálogo de J Crew.
Se miraban completamente opuestos en todos los sentidos, pero se veían felices.
Un pequeño niño estaba sentado en el regazo de la chica, tal vez de unos tres años de edad, con rizos rojos adornaban el hermoso cabello del niño más adorable con una sonrisa en su rostro lleno de pecas, mientras llevaba bocados de Cheerios a su boca.
La pequeña familia se reía, ya que disfrutaban de una tarde tranquila.
A medida que comia el delicioso herlado, con el rico hielo en mi boca, me preguntaba cómo las personas de mundos tan diferentes podían enamorarse como esa pareja.
Me preguntaba lo que sus padres pensaban de su relación, lo que sus amigos pensaban, si alguien los desaprueba.
Me preguntaba si ese es el tipo de situación que mi madre y mi padre enfrentaron en esta ciudad, hace casi veinte años.
Sin embargo, no dejaron que alguien los detuviera. Aprovecharon la oportunidad que le dio el uno al otro, e ignoraron a cualquiera que bajara la mirada en su amor.
Si yo pudiera haber sido tan valiente cuando se trata de enamorarse rapidamente, de Liam Payne.
Tenía 78 minutos para el final.
Pero yo estaba lista.
***Era extraño, sólo escuchando el sonido de la brisa y mis propios pasos cuando me acerqué a 1017 Hawthorne Drive por segunda vez.
Tomé pocos pasos hacia la puerta principal, que estaba abierta, invitandome a entrar.
La ventana azul en la planta superior colgaba de las bisagras encima de mí y crujía por el viento.
El patio estaba descuidado por horribles hierbas, devorando cada centímetro de follaje.
Solo quedaban dos minutos; llegué a la fiesta temprano.
Exhalé, dando una última mirada al sucio y pintado de color blanco que solía ser la residencia de Daniel Harper, mi padre.
Tragué saliva, mi mano temblaba y vacilaba cuando empuje la puerta con polvo.
Miré el teléfono, que no había zumbado durante todo el día con mensajes de él, el acosador, quien en unos minutos lo conoceria.
Quedaban veinte y cinco segundos.
Eché la cabeza hacia atrás, mirando hacia el oscuro cielo y nublado que anunciaba una lluvia esta noche.
Cerré los ojos, y casi golpeé la puerta al abrir, limpiando mi mente de todo.
Pero había un pensamiento que no podía quitarmelo, no importa lo mucho que lo intentara.
Había una sensación que era demasiado fuerte para sacarla de mi cerebro.
Te amo, Liam.