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La gente se acerca a la entrada de la iglesia con ramos enormes de flores y sus rosarios colgando del cuello. Todos visten de negro, desde vestidos hasta camisas.

Excepto yo.

Siempre preferí usar blanco en ocasiones como esta, ya sean tristes o alegres, porque representa pureza. Y la muerte no es impura.

Cada tanto alguien se acerca a darme el pésame, o simplemente a se quedan viéndome hipnotizados. Como si de un monstruo se tratarse.

- ¿Eres una especie de Anita la huerfanita versión hombre?- la voz de Malcom interrumpe mis pensamientos.

- No es gracioso, imbécil.- golpeo su hombro pero no parece causar el efecto que quería.

- ¿Qué pasó? ¿Acaso metí el dedo en una herida?- susurra pícaro.- Ya, tranquilo. Era sólo una broma.

Me limito a dirigirle una mirada amenazante.

- Tengo noticias. Pero te las diré luego - su mirada esta fija en otro lugar.- Alguien quiere hablarte- susurra antes de irse y perderse en la multitud.

- Campeón.

Sonrío

<< Al fin algo bueno. >>

Callate que no escucho lo que dice

- ¿Jean?- pregunta preocupado- ¿Escuchaste lo que dije?

- No, lo siento.- admito avergonzado. No es justo para Al no ser escuchado después de haber estado a mi lado.

Él se limita a reír tímidamente. Su risa es melodiosa, como si estuvieran dando un concierto en su boca.

- ¿Cómo lo llevas?

- No se. A estas alturas, no se nada, Al.

Alejandro asiente de manera comprensiva.

- ¿Y tu cómo estas?- cambio el tema. La verdad no me apasiona hablar de mi/mis problemas. Si algo aprendí de mi madre es que hay secretos que están mejor enterrados.

- Bien - responde dudoso. Su expresión cambia drásticamente al ver algo a lejos. ¿No quieres salir de aquí? La ceremonia ya termino después de todo.

<< ¿Qué es lo que vio?>>

Podriamos salir lastimados

<<No creo que sea tan grave>>

Por instinto echo una ojeada a mi alrededor para averiguar que molesto a Al. Y pronto lo entiendo.

Michelle y Aarón están abrazados manteniendo una charla, aparentemente, agradable mientras ella baja su mano lentamente a su trasero. Ella. A su trasero. Tal cosa no parece molestarle, de hecho hasta se ríe de la situación.

Aarón no tarda mucho en voltear y conectar sus ojos con los mios. Un pequeño escalofrío recorre mi espalda; por suerte logro disimularlo y mantener el contacto visual. La forma en la que me mira es extraña. Tantos sentimientos en un sólo lugar me asusta.

Pero lo que más me asusta es el ver a Aarón caminar hasta mi. Y no ver a Alejandro a mi lado me desespera todavía más.

Comienzo a pasear, mezclandome con todas las personas.

Jean ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora