Capítulo 12

41 4 1
                                    

Desde el momento del beso, Aiden y yo percibíamos cierta incomidad en el ambiente cuando nos encontrábamos en el mismo lugar. Debía admitir que, al verlo llegar, mi mirada inmediatamente caía sobre sus labios. Sin embargo, no era mi culpa; yo no había pedido ese beso...pero sí lo había correspondido.

Vale. Sí tenía un poco de culpa.

Aunque esa sensación no se comparaba al remordimiento que me invadía al tener que mirar a Farrah. Creía que ella se podía dar cuenta del secreto que yo guardaba con solo mirarme directamente a los ojos. Y mi cuerpo se estremecía de solo pensar lo que sucedería si ella se llegará a enterar.

De esa forma, había pasado una semana y, así hubiera estado caótica por la acumulación de trabajos, la tensión con Aiden y el cumpleaños de Monique; no se compararía con lo que empezaba a acontecer cuando me levanté el sábado en la mañana.

De por sí, era misterioso el ambiente alegre y aquel olor a tocino que subía hasta mi habitación. Mi tía Marie no cocinaba ese tipo de alimentos, debido a su estricta dieta de fibra natural, y mucho menos escuchaba Guns N'Roses[1] a estas horas de la mañana; así que solo me quedaba una conjetura.

Mis papás estaban en casa.

Suelen un fin de semana al mes para cumplir con la responsabilidad de cuidar lo que adquirieron cuando no usaron protección, ósea a mí. Aquellos días eran buenos, a excepción de que existía cierta presión sobre mí para que nuestra relación fuera más cercana. Lo cual no era posible, ya que ellos pensaban que apoyando económicamente hacían suficiente.

Suspiré y me froté los parpados, a la vez que me levantaba de la cama. Salí de mi cuarto descalza y baje las escaleras, sigilosamente, para encontrarme con mi padre en delantal y cantando "Sweet Child O'Mine". Tenía una pala de cocina en sus manos con la que daba vuelta a los panqueques y, también, usaba de micrófono.

Me reí de su interpretación de Axl Rose[2], por lo que él me escucho y se giró para mirarme. Sus ojos se abrieron sorpresivamente.

—¡Sky! —exclamó, corriendo a abrazarme. Yo lo recibí un poco sorprendida—. Te he extrañado, hija.

Fruncí mi ceño. No esperaba que él me dijera eso; es más, pocas veces había escuchado esas palabras salir de mi padre. Empezaba notar que había algo fuera de lugar.

—Yo también —respondí y lo solté.

—Te ves bonita —dijo, observándome atentamente—. Las pastillas te han sentado muy bien.

—Sí —contesté seca. No me gustaba hablar de ese tema.

Él apretó sus labios y volvió a su oficio de cocinero y cantante.

—Los panqueques pronto van a estar listos —comentó—. Sírvete jugo de naranja y café, mientras tu mamá llega. Queremos hablar contigo.

Mis predicciones habían acertado. Sonreí y le ayude a poner la mesa para el desayuno.

Justo cuando todo estaba en su lugar; mi madre, mi tía Marie, Paul y Cece bajaron; ya cada uno arreglado y listos para salir. Lo cual me recordó que hoy tenía que ir a trabajar y aún seguía en pijama.

—¡Mi niña! —gritó mamá al verme, dándome varios besos en mis mejillas—. Mira que bien te ves.

—Yo opino lo mismo—adjunto mi padre, apareciendo en escena.

Rodé los ojos en incomodidad.

—Sentémonos para conversar en familia —invitó Marie, con aquella sonrisa que solo usaba cuando escondía algo.

Sospechoso.

Estando todos comiendo y con una conversación animada sobre el acento mexicano de Paul en algunas palabras inglesas; papá carraspeó sonoramente, llamando la atención de todos.

Lo Opuesto a La Belleza - Wattys 2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora