2. Un cunilingus a una Oreo.

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Capítulo dos: Un cunilingus a una Oreo.

De los nervios estaba. Sentía que, de un momento a otro, se me iban a apagar todas las neuronas. Aunque para lo que las necesitaba, poca pérdida iba a ser.

La directora había subido al escenario del salón y el secretario le había tendido los papeles en los que estaba escrita la distribución de las tres clases de Senior Year. Éramos por lo menos cuarenta y pico alumnos, por lo que habían decidido formar tres clases. Era la primera vez en el instituto que se hacía eso. Claro que, a mí, eso me importaba bien poco.

Aunque... Las posibilidades de que Anne y yo no fuésemos juntas habían aumentado.

La directora empezó a leer las listas. Como no escuché ningún nombre conocido, empecé a distraerme. Y mira qué distracción que mis ojos se posaron sobre Axel. Sentado en la fila de delante, unos cuatro asientos a la izquierda, alejado de mí, estaba comiéndose una Oreo. No, mejor dicho estaba lamiendo una Oreo mientras me observaba.

Con un profundo doble sentido lo hacía, lo sentía en mi corazón. Lo sentía en mi corazón y otras partes...

Aquí no, Adriana. Calentón aquí, no.

¡La estaba lamiendo con una lentitud y unas ganas impresionantes! Seguramente ya había más de un par de bragas mojadas.

Las mías, por supuesto, seguían secas. No pensaba dejar que un estúpido mujeriego me calentase de esa forma.

Lamiendo una Oreo, ¿en serio?

Lo miré enarcando una ceja y él me mostró por enésima vez su maravillosa dentadura blanca. Estaba casi 100% segura de que él no me contagiaría ninguna enfermedad, con lo limpia que tenía esa boquita...

¡Adriana, cállate!

–Sí, cállate –oí que decía mi mejor amiga a mi derecha. Lo había dicho en voz alta–. Siento cómo bombea tu sangre desde aquí... –susurró, y al ver que no le hacía caso, se inclinó y empezó a observar a toda la sala, buscando algo–. ¿Qué coño estás mirando?

Retiré la mirada de encima de Axel y la centré en ella.

–¿Qué? Nada –mascullé perdida–. Cállate que la directora nos está fulminando con sus ojos azules.

A Anne siempre le habían gustado los ojos de la directora. Siempre la piropeaba con ello cuando quería algo. Y, para colmo, lo conseguía.

Los ojos de Axel seguían fijos en mí. No eran exóticamente verdes, no eran maravillosamente azules, eran simplemente marrones. Y qué bonitos eran, joder.

Para de mirarlo cada 0'0005 segundos, carajo.

–Adriana Carolina Gomez –pronunció la directora, y al instante escuché otra voz por lo bajo.

–Cómo me gustan las latinas...

Giré el cuello lentamente para mirar a Axel y entrecerré los ojos.

No se rendía. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por tener un lío conmigo. Lo veía en sus ojos. Y en la puta Oreo que no se terminaba.

Iba a seguir acosándolo, pero decidí poner la oreja para escuchar si Anne estaba o no en mi clase. La lista de la segunda clase corría y de lo único que pude enterarme fue de que Anne estaba perdiendo la esperanza.

–Va a decir Anne Ross, ya verás –dije, intentando animarla, y apreté su mano con suavidad.

–Va por la U, Adriana –contestó resignada.

–Es que no me sé el abecedario.

Ella soltó una pequeña risita que le quitó la cara triste, pero pronto volvió a aparecérsele. Sabía que a mí también porque ella me acarició la mano.

–No pasa nada –masculló–. Sabrás sobrevivir sin mí.

–¡Oye! –exclamé en un susurro, y le di un codazo.

La solté justo en el momento en que la lista se terminaba.

–Y Axel Williams.

Anne soltó un suspiro. Yo me pasé ambas manos por el rostro.

–Te va a follar en Gimnasia, lo estoy viendo –susurró.

–Tranquila, voy a incendiarle la polla en Química.

Ella bajó la cabeza y se rio por lo bajo.

–Qué mierda que no pueda verlo –masculló.

La tercera lista empezó a correr y, como esperábamos, Anne estaba en aquella clase.

Todos nos levantamos tan pronto como la directora cerró la boca, sin dejar que se despidiera de nosotros. Si es que llegamos a ser más animales y no nos dejan entrar en el súper.

Axel pasó delante mío y al salir al pasillo, agarrando a Anne con una mano, me acerqué a él, que seguramente estaba esperando a su amigo, y le dije divertida:–Veo que sabes hacer cunilingus.

Se pasó la lengua por los labios y sonrió.

–Ves bien.

Puedes Llamarme Hombreriega, MujeriegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora