Capítulo veintiuno: Mierda.
Chocamos las botellas de cerveza y luego nos las llevamos a la boca. La imagen del día anterior, en el vestuario, me hizo pensar que tenía su rabo en mi boca y que él tenía mi concha en la suya. Borré esa visualización de la cabeza y planté los ojos sobre la televisión.
No sabía cómo había dado a parar en casa de Axel. No lo sabía. No lo entendía.
Después de echar un buen polvo el día antes, nos habíamos estado besando hasta que el timbre nos recordó que la clase de Historia se había acabado, y, con ello, ya era hora de ir a casa.
–Vaya forma de terminar el día en el instituto –me había dicho con una sonrisa, ya vestido.
Cuando terminé de ponerme la camiseta, le dije:–No estuvo bien, estuvo fantástico.
Sus ojos habían brillado como nunca los había visto brillar antes. Y supe que los míos también habían brillado cuando me dijo:
–Te diría que ya te puedes olvidar de mí, que te voy a dejar en paz, pero es que no puedo.
Y acordamos quedar al día siguiente, porque esa tarde los dos teníamos entrenamiento de fútbol, en su casa. Y yo había aceptado tan panchamente como aceptaba quedarme a dormir en casa de Anne.
Pensar en ella me hizo recordar que llevaba dos días sin hablarle. Y también que me había follado a su hermano.
De pronto, la televisión se apagó y volví estrepitosamente a la realidad.
Miré a Axel y vi que él también estaba sorprendido.
–Se ha ido la luz –masculló, y, de pronto, escuchamos un gran estruendo que nos avisó de que teníamos una tormenta cerca.
Resoplé.
–¿Crees que tardará mucho en volver?
Él se encogió de hombros y ambos miramos por la ventana. Estaba anocheciendo y nosotros a oscuras. No podíamos ni ver la televisión, ni leer revistas, ni jugar al Monopoly.
Me terminé la cerveza y la dejé sobre la mesita en la que los dos habíamos apoyado los pies. Estábamos todos espatarrados sobre el sofá, con la espalda tan torcida que acabaríamos con una chepa increíble en poco tiempo si seguíamos así.
–¿Qué quieres hacer? –preguntó Axel al inclinarse para dejar su botella al lado de la mía.
–Te diría que repetir lo de ayer, pero necesito hablar contigo.
Estábamos en la penumbra pero aún así podía verlo perfectamente. Enarcó una ceja y se sentó correctamente.
–¿Y bien? –masculló algo desconcertado.
–A ver, se me hace raro estar así contigo, ¿sabes?
–¿Así cómo? ¿Tirada en mi sofá y bebiendo cerveza como si fuésemos amigos de toda la vida?
Asentí. Era exactamente eso.
–Es que... Siempre me pareciste un chulo de quinta y nunca pensé en tener este trato contigo. Hace cuatro meses me dicen que voy a estar en tu casa y me tiro por un puente, en serio. ¿Por qué ante todos eres un gilipollas y ahora me demuestras que no eres así?
Él sonrió y añadí:–No me digas que porque estás conmigo, porque sino... Te reviento la botella en la cabeza.
–¿Y si es la verdad qué quieres que le haga? –masculló.
Cerré los ojos y suspiré.
–Adriana, me gustas. Me gustas mucho. ¿Crees que me comportaría como siempre cuando nunca experimenté algo así?
–¿Y por qué me lo dices? –farfullé confundida–. ¿Te gusta sentir eso?
–Si te soy sincero... Sí –se paró para ver mi reacción, pero yo estaba tiesa por sus palabras–. Y ahora mismo tengo unas ganas de probar tus labios...
–Entonces no estás enamorado de mí. Estás atraído. Lo tuyo es atracción Axel, no te confundas.
–¿Es atracción que me hierva la sangre con solo pensar en que estás con otro y no conmigo?
–Tú estás con otras –repliqué.
–Desde que nos retamos solo me he tirado a dos. Y una de ellas eres tú.
–Pues quedan unos días para que comprobemos nuestras listas. Así que tendrás que darte prisa. Cómprate viagra si eso.
–Adriana, ¿qué parte no entiendes de que me gustas, que me vuelves loco?
–Que sé que estás equivocado. Yo no te gusto, Axel. Solo te gusta mi forma de andar por la vida, que no te tengo miedo, que te sé echar un buen polvo y que nunca vas a olvidar a aquella tía que te retó a ver quién de los dos tenía más folladuras. Solo eso, Williams.
–¿Y te parece poco? De las demás ni siquiera me gustaban sus ojos.
Cerré los míos y, al hacerlo, sentí que Axel se había acercado a mí. Y estaba a punto de besarme cuando un rayo cayó en el jardín y le prendió fuego a un árbol.
Los dos nos levantamos del sofá y salimos al jardín, donde cogimos una manguera para apagar el fuego. Pero además de no haber luz, no había agua.
–Mierda –mascullamos los dos al unísono.
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Puedes Llamarme Hombreriega, Mujeriego
Novela Juvenil[[NOVELA ELIMINADA Y VUELTA A PUBLICAR EN 2022. Secuela: 'Abusadora']] ¿Sabes lo que es jugar sucio? Si no lees el libro, lo dudo. Amigos salados Historias dulces Recuerdos amargos ( No cliché ) Todos los derechos reservados © 2016 | Diosa_Azul