16. Mátame señor.

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Capítulo dieciséis: Mátame señor.

Sentía una mezcla de miedo y de diversión. Miedo porque, quiero decir, ¿cómo coño había entrado en mi coche sin que me enterara? Y por otro lado, sentía diversión porque sus ojos se habían clavado como estacas sobre mi cuerpo –solo tenía los pantalones y el sujetador puesto, y se me veía porque la manta la había tirado por ahí al empezar a incordiarme– y me habían vuelto a mirar a los ojos con una sorpresa bastante bien disimulada.

–¿Cómo que llevas buscándome desde las cuatro? –pregunté enarcando una ceja.

Su mirada se apartó y vi que se paraba en el reposabrazos que separaba los asientos,  sobre el cual estaban los envoltorios de los dos condones que habíamos usado Ariel y yo unas horas antes.

–¿Qué coño has hecho aquí? –escupió.

–Monté a caballo como una loca... No sabes qué bien me lo he pasado.

Mi sonrisa guasona se agigantó al ver sus ojos oscuros entrecerrándose al entrar en contacto con los míos.

–¿Con el hermano de tu mejor amiga? ¿No era que ella te mataría?

–Sí, pero es que sus dedos son gloria para el cuerpo –dije fingiendo seriedad, pero me estaba muriendo de la risa por dentro. La cara de Axel era un puto poema–. Va sin prisas y parece idiota, pero sabe dónde tiene que tocar para hacerme llegar... Mmm...

–¿La noche te hace ser explícita de más? –preguntó enarcando una ceja.

Y solté la risotada que tanto tiempo llevaba guardando. Fue una liberación asombrosa. Me recordaba a cuando me venía la risa en clase, en el momento más inoportuno, y me picaba la garganta porque no podía reírme. Qué relajación, macho.

Pero me puse seria muy rápido.

–¿Qué coño quieres?

–Quería preguntarte por la lista.

Lo fulminé con la mirada.

–No seas cínico, anda. No vas a decirme que llevas dos horas recorriendo la ciudad para hacerme la puta pregunta.

–Pues es la verdad.

–¿Y se puede saber dónde coño perdiste el sentido común? ¿O es que ni tú lo sabes?

–¿Vas a contestarme si sigues con la lista o qué?

–¿Vas a contestarme dónde está tu puta lógica o qué?

Los dos nos miramos fijamente. Mis ojos clavados en los suyos. Los suyos clavados en los míos. Y sentí una electricidad difícil de equiparar con otras cosas. Mi deseo sexual no estaba satisfecho con los dos anteriores polvos y lo notaba en mi vientre. Lo notaba muy fuertemente.

–Sigo con la lista –respondí finalmente, al mismo tiempo que él me decía:

–Mi lógica se marchó desde que tengo ganas de echarte un casquete.

–Yo también tengo ganas de follarte y me aguanto –reconocí, y me pasé un índice por la cadera para distraerme un poco.

–¿Por qué? –preguntó.

Joder –pensé–. Ya está caliente. Su voz ronca es demasiado delatadora.

–Porque somos rivales y los rivales mantienen las distancias –respondí, para mi sorpresa, muy coherentemente.

–¿Ah sí? ¿Esta distancia, por ejemplo? –se acercó a mí y su aliento mentolado chocó en mi cuello.

Suspiré.

–Axel, estate quietecito... –amenacé.

–¿Me quedo aquí? –preguntó.

Supe que no se refería al coche. Se refería a estar a centímetros de mí, sintiendo la calor de mi piel rebotando contra su sudadera de Nike.

–¿Estéril? Creo que sí –respondí bruscamente.

Él sonrió muy cerca de mi rostro. Yo no estiré el cuello para alejarme de él. Lo quería cerca pero sabía que no debía. No debía porque él no me convenía. Él era un cabrón con todas las putas letras. Me la iba a jugar y lo sentía en lo más hondo de mí.

–Si quedo estéril podremos follar lo que queramos y sin condón porque no voy a dejarte preñada... Ahorramos.

–No quiero que me contagies el sida.

Ante mi respuesta él soltó una risita que me puso el vello de la nuca de punta.

¡Empújalo, ahórcalo con el sujetador y tíralo al río!

–No voy a contagiarte nada.

Posó una mano sobre mi vientre y sí, el calambre que sentí y que me recorrió todo el cuerpo me dejó medio chamuscada. Su mano estaba templada, ni caliente ni fría: templada, y suave. Jodidamente suave. Y estaba apoyada en mi vientre. Y sabía que pretendía subir hasta deshacerse de mi sujetador.

Mátame señor.

Puedes Llamarme Hombreriega, MujeriegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora