¡Llegó la Navidad!

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La profesora McGonagall se sentó en las escaleras movedizas de su despacho intentando recordar la última batalla, la batalla que aún no acababa, la batalla de los mil problemas y de los mil retratos. Sintió como todo a su alrededor giraba y se sintió mareada, le ordenó a la escalera que parara y ésta le hizo caso. El ruido en su despacho paró de golpe y la profesora tuvo un estremecimiento porque le pareció que era la calma que antecede a la tormenta. Al igual que la última vez.

De pronto, recordó cada detalle, era importante que recordara todos. Cuando el frustrado partido de quiddich concluyó, las cosas entre los retratos habían estado tranquilas y habían durado exactamente el mismo tiempo que duró su depresión por la fallida apertura del estadio.

La mujer estuvo segura que se habían mantenido tranquilos por ella, para no molestarla y se los agradeció con toda el alma. Le ablandaron el corazón y, lamentablemente, cometió un error...

Al principio le había parecido una buena idea, con la esperanza de mantener el buen humor y la buena conducta entre los directores quiso agasajarlos con una pequeña fiesta de Navidad. Ésta celebración se acercaba y decidió planear algo lindo que les gustara a todos. Sus colegas profesores, sin embargo, no estuvieron tan de acuerdo con esta celebración.

—No lo sé, Minerva, han estado muy caóticas las cosas entre ellos —opinó la profesora Sprout.

— Lo sé, pero últimamente han estado muy tranquilos. Dilys permitió que colgara de su cuadro una guirnalda, Déxter Fortescue me gasta bromas... y ya sabes cómo era... su mal humor me amargaba la mañana.

— Pero ellos...

— ¡Espera! No he terminado aún. Albus no deja de contarme graciosas anécdotas y ya no critica mis decisiones. Severus no se queja todo el tiempo de mi perro, que lo despierta de noche y ¡Dippet se muestra deseoso de cumplir mis órdenes! —dijo la directora.

Creía que las cosas realmente habían cambiado entre ellos, pero la profesora Sprout no estaba de acuerdo.

— No lo sé... —titubeaba la mujer.

— Mira, sólo será algo especial que nadie ha hecho nunca por ellos. La pasarán bien, beberán un poco y se divertirán entre ellos —concluyó la profesora McGonagall.

El profesor Slughorn que estaba presente y callado, se encogió de hombros. Vio decisión en la directora...

— Yo podría conseguir algunas bebidas... Tengo un amigo en Hogsmeade que es un buen pintor —propuso Slughorn.

— ¿La apoyas en esto, Horace? —se sorprendió la profesora Sprout.

— No creo que sea tan mala idea, Pomona —dijo el hombre y añadió—. No pasará nada. Recuerdo que una vez Albus le hizo un cumplido a Everard para su cumpleaños y el hombre se emocionó mucho.... Aunque se pasó un poco de tragos... y estuvo cantando ópera toda la noche... No pasó de eso.... ¡Esperen un momento! Ahora me acuerdo bien que Albus estuvo enojado pero no sé por qué...

— A lo mejor fue por la música nocturna —dijo la profesora Sprout con ironía. Estaba irritada con el hombre, no confiaba en los retratos.

— Sí... pero de todos modos la pasó bien. Siempre digo que una buena bebida alegra el alma de cualquiera —dijo el hombre, sin notar la ironía de la mujer.

— Entonces ya está decidido. Quiero que nos reunamos todos mañana para planear algo —dijo la profesora McGonagall y luego la pequeña reunión en la sala de profesores se disolvió.

McGonagall, antes de cerrar la puerta tras ella, vio el cuadro del frutero, le faltaba la manzana verde y decidió que en la fiesta no hubiera comida. No vaya a ser que Dippet tuviera problemas gastrointestinales otra vez, arruinarían la fiesta, que ya empezaba a planear con entusiasmo y esa obsesión perfeccionista que la caracterizaba.

La Batalla de los RetratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora