La Logia Lautaro

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 9 de Marzo de 1812 - Puerto de la Ciudad de Buenos Aires.

El barco estaba llegando al puerto, desde las grúas se podía ver el nombre: "George Canning"Hacía varios días que Rodrigo lo estaba esperando y cuando los espías de Álzaga le dijeron que se encontraba cerca fue a recibirlo. Confiadamente les dijo a todos que lo dejaran solo, esto llevó a la negativa de los demás ya que podría ser peligroso, pero Rodrigo les advirtió que por llegar bien temprano ir en grupo podría ser crucial para todos ya que el puerto iba a estar abarrotado de gente.

Cuando el barco se encontraba lo suficientemente cerca subió hastas una de las crucetas del palo mayor esperando que saliera de los camarotes y no faltó mucho tiempo para que en la cubierta apareciera un hombre de mediana estatura y patillas prominentes vestido con un uniforme militar azul lleno de ornamentos dorados y un poncho cruzado. Mientras el hombre miraba la costa de Buenos Aires, Rodrigo se preparaba para asesinarlo desde arriba pero una mala maniobra del capitán para eludir una pequeña embarcación hizo que perdiera el equilibrio. Otro hombre salió a cubierta y pudo empujar a San Martín hacia un lado haciendo que Rodrigo sólo se estrellara contra la dura madera de la cubierta.

-¡Atención! -gritó el hombre al sentir que estaban en peligro.

Un grupo de hombres subió corriendo y tomó a Rodrigo el cual todavía se encontraba aturdido por la caída y el hombre que salió segundo le apoyó la punta de la espada en el cuello.

-¿Quién es usted? -preguntó.

-¡Podrás matarme ahora pero otros vendrán por tu cabeza José de San Martín! -dijo Rodrigo mientras recuperaba el conocimiento.

-Yo no soy San Martín, soy Carlos María de Alvear. San Martín fue el que me salvó de que te me cayeras encima.

-Conozco a la gente como tú -Rodrigo le gritó a San Martín -gente que fue convencida por los templarios para controlar a todos.

Los dos hombres se miraron extrañados.

-Malditos sean todos, desde Francisco Miranda hasta ustedes.

-¿Conoces a Francisco Miranda? -preguntó San Martín extrañado.

-Si, y debimos haber dejado que sea asesinado por esos dos ladrones.

-¿Que? ¿Tú eres el que le salvó la vida a Miranda? -dijo San Martín sonriendo -Él me habló de ti, bah, me habló de dos personas que lo ayudaron cuando estaba llegando a París.

Rodrigo se quedó callado acordándose de ese momento.

-Francisco Miranda se entrevistó con De La Serre, con Mirabeau, tuvimos mucho acceso a sociedades secretas de toda Europa.

-No dejaré que los templarios se queden con todo por lo que luchamos aquí.

-No mi amigo -dijo San Martín -El señor Miranda no estaba a favor de los de los templarios, nada más quería que América sea de los Americanos y que sean ellos mismos los que decidan su destino.

-No importa lo que digan, en cualquier momento el Rey va a volver al poder -dijo Rodrigo -No faltará mucho para que todo vuelva a ser como antes.

-No está entendiendo nada -Alvear miró a San Martín.

-Amigo, el Rey Fernando VII hizo un pacto con los templarios -dijo San Martín -Fue por eso que yo volví a mi patria, ya no es bueno que los Realistas se queden aquí porque no quiero a nadie que domine a mis compatriotas.

-¡Eso es una mentira! -gritó Rodrigo intentando zafarse.

-Lo lamento mucho mi amigo, pero es la verdad. Un gran maestre partió de aquí hace unos pocos años y selló un pacto con el rey que había sido prometido hace un tiempo. Yo me puse en contra y pedí mi retiro del ejército español para venir aquí.

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