AQUELLO QUE NO DEBO HACER
BORRADOR CAPITULO 1
¡NO DEBO HACERLO!
Siendo una persona sencilla, amante de la rutina y decidida convenientemente a pasar desapercibida entre la multitud, no pude percibir cuán cercano estaba a envolverme en un sinfín de momentos accidentales e inoportunos, justo a partir del instante en el que tomé la decisión de vivir sin esconder los verdaderos preceptos de mi corazón.
Conforme los días tempranos de mi vida pasaban me dediqué única y exclusivamente a ser un mero ente complaciente para no causar molestias entre las pocas personas que me rodeaban. Y ¿por qué?: Pues porque el mayor de los miedos que he tenido en mi existencia es el de ser abandonado por los que amo; después de ver marchar tan ambiguamente a mi madre (sin recibir ningún tipo de explicación coherente) no pude más que llegar a la precaria conclusión de que fue mi culpa, incluso, cuando siendo un niño de seis años no tuviese ni la más remota idea de cómo comportarme para dejar de ser una carga.
Entonces, conforme fui creciendo al lado de mi padre, me propuse ser aquel hijo perfecto: obediente y dispuesto, respetuoso y silencioso, conforme y agradecido, serio e inteligente; frente a cualquier situación en la que ambos nos encontráramos... Guardando todo mi dolor, olvidando voluntariamente cómo expresarlo, para evitar acrecentar el peso que llevaba su apesadumbrado corazón tras la desaparición de su amada.
De mis manos y mis piernas saqué toda la fuerza que pude para consolarle y acompañarle, para atraer su presencia de nuevo a mí, cuando el dolor le hizo alejarse de casa.
Yo le amaba y le sigo amando, nunca dejaré de hacerlo.
Juntos hicimos lo mejor que pudimos de entre nuestras capacidades para sacar ese proyecto de familia adelante. Por mi parte, no tenía ni la más mínima idea de cómo ser simplemente un hijo, o más bien, no sabía cómo comportarme de otra forma de cómo lo haría un adulto; y es verdad, que había olvidado por completo cómo se suponía que debería sentir y conducirme de la misma forma en que lo hacen normalmente los niños, algo que olvidé en el mismo instante en que la vi en su afán por irse arrastrando su pesada maleta por la puerta abierta de la casa hasta ponerla en el portaequipaje de un taxi, con sus propias manos, introducirse y cerrar la portezuela sin mayores miramientos.
No puedo quejarme pues fue una actitud acertada que le facilitó enormemente la vida a mi progenitor, incluso, con el tiempo llegué a entender que aquello que las personas llaman «un niño ejemplar» no es otra cosa más que el cuerpo de un infante con el actuar de hombre maduro; por lo tanto y como para acrecentar mi regocijo, fui el niño más felicitado y observado con envidia de muchas madres que tenían pequeños monstruos a quienes perseguir de un lado a otro. Sí, fui el orgullo de mi padre y cuán felices éramos ambos viviendo de ese modo.
La noche en la que decidí poner mis sentimientos y deseos en palabras (y también en acciones) por primera vez, fue el momento en el que dejé caer la interpretación dramatúrgica de hijo perfecto y, de la misma forma, se transformó en el segundo momento más doloroso de mi vida.
Pese a haber estado analizando la situación minuciosamente durante un par de años y encontrarme con que definitivamente no estaba confundido ni podía dejar de sentirme de esa manera: enamorado.
Para dejar de dar largas, aquella noche era un sábado siete de mayo...
—¡Por Dios!, ¿cómo es posible que en sólo una tarde la casa se convierta en un chiquero?; y para colmo: hoy es sábado —mascullé molesto mientras me dejaba caer en el sofá de cuero negro de tres plazas, frente a un gran trozo de pastel de chocolate, soltando de momento la bolsa negra de basura (casi llena) que estaba arrastrando con mi brazo izquierdo–; cómo odio los cumpleaños. —solté aire lentamente mientras comenzaba a partir, ensartar, y engullir, pequeños bocados con un tenedor de plástico desechable, turnando con pequeños tragos de gaseosa en el improvisado receso.
ESTÁS LEYENDO
AQUELLO QUE NO DEBO HACER
General FictionHISTORIA COMPLETA. Jonathan es un adolescente pasional, viviendo sus emociones al máximo: en sus palabras, en sus pensamientos, en sus sensaciones, y en sus acciones. Ha amado, ha sido herido, y le han abandonado. Siempre busca el amor, y se pierde...