11. CONSTRUIR SOBRE ARENA

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AQUELLO QUE NO DEBO HACER
BORRADOR CAPITULO 11
CONSTRUIR SOBRE ARENA

Soy de carne y hueso, un animal bípedo que a veces osa ponderase el título de humano, lleno de demasiadas limitaciones, afecciones e incluso aberraciones (y de esas sí que tengo). Todo el tiempo me siento como agarrado del mástil partido del barco que ha sido mi vida, un bote hundido y perdido para siempre, en pedazos en medio del oleaje incesante, lo último que me queda es un trozo de madera que flota a la deriva.

Si le pido a Iván que me sirva de soporte entonces seguramente me ahogaré por completo, igual ahora que lo pienso tal vez nunca se lo pedí, o se lo insinué, simplemente me di a mí mismo cual ofrenda de forma desinteresada y el eco de mi desdeñosa pero realista mente me está llegando desde las profundidades de la nada... por él ando perdido.

En este momento traigo colgado su dichoso regalo: la argolla en frío oro blanco cuelga de la cadena y roza mi pecho sudoroso, las muñecas y las manos me escuecen un poco, los brazos están entumecidos, otro tanto los hombros y la espalda... Todo es soportable, apenas me incomodan las molestias, si me concentro en ella (más bien si logro concentrarme en ellas) las percibo, el resto de mi atención se centra en ese delirante y desnudo cuerpo que es el objeto de todos mis deseos y anhelos.

-¡Iván! -le llamé con necesidad porque no soportaba un minuto más sin que él estuviese pegado a mi cuerpo; no podía moverme, mis manos estaban amarradas con cuidado de no dejarme marcar demasiado perceptibles atrás la espalda, la cadena con la argolla colgando de me cuello se sentía mucho más pesada de lo que supuse en un principio (era robusta y seguramente muy valiosa), el resto de mi piel se hallaba al descubierto. Él fetiche de mi amante se había condensado en la posibilidad de revivir nuestro primer beso, y la verdad es que rebosante de excitación yo lo estaba disfrutando a cada segundo (obviamente sin espectadores y sin armas de fuego cargadas de por medio).

Trepó sobre la cama y me arrinconó contra la cabecera, yo tenía las rodillas dobladas y muy separas para ofrecerle espacio y visión privilegiada, me besó con rudeza y yo profundicé lo que pude maniatado cual estaba (como en aquella ocasión), mi cuerpo entero vibró al contacto y le apreté apresándole entre mis piernas sintiendo mi erección tocar su piel, erguí lo que pude la espalda para seguir pegado a él, Iván sonrió, se alejó y me provocó para que le diera alcance pero además de las ataduras de mis manos, el lazo también estaba unido a la cabecera y me fue imposible seguir avanzando.

>>No me dejes así -rogué dejando de lado mi orgullo-... Hazme tuyo Iván, quiero sentirte a mi lado... en mí -describí lacónico sabiendo lo mucho que le gustaba que le expresase mis deseos en voz alta.

-Jonathan -susurró embebido y acomodando una almohada para que mi espada tuviese apoyo, comenzó a lamer la piel del costado derecho de mi abdomen, dando pequeños y suaves mordiscos en cada costilla, luego se dirigió a mi ombligo metiendo y sacando su húmeda lengua, yo estaba enloqueciendo, parte de su pecho rozaba mi pene erecto, él sonrió cuando levante la cadera para continuar con el insidioso contacto y volvió a alejarse.

-Pero que inquieto eres -susurró ladino contra la aurícula me mi oído izquierdo lamiéndola con desenfado-, déjame taparte los ojos -pidió con esa voz imperante que lograba subyugar a cualquier persona.

-No -protesté sin imprimir fuerza a la voz (más como un ruego de <<no me hagas esto por favor>>)-; ¿qué vas a hacer conmigo?, no quiero que me dejes así todo expuesto y luego salgas con cosas raras como tomarme fotografías o algo sórdido por el estilo -me expliqué tratando de evitar que se colara por entre mis palabras el <<sí>> a todo lo que Iván se le ocurriera.

-¿Fotografías? ¿Crees qué haría algo que pudiera ver alguien más luego? ¿Crees que quiero que alguien más vea tu cuerpo como lo estoy viendo yo ahora? ¡No voy a compartirte con nadie Jonathan!... nunca -se aproximó a mi rostro posicionó ambas manos a lado y lado de mi cuerpo apoyándolas en la cabecera de la cual estaba atado y me encarceló (aún más) con la mirada-. Ten por seguro que no haré nada que alguien más pueda descubrir después y esté relacionado contigo, en especial, porque te quiero sólo para mí, porque me da putería el pensar que alguien más vea tu cuerpo, me da putería no haber sido el primero y el único, me da mucha putería haber llegado tarde.

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