El ser inexistente

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No recuerdo cuando fue la última vez que vi el sol, la luna, o algún otro paisaje del exterior. Ni siquiera recuerdo mi apariencia. Estoy prisionero en mi cuerpo.

Con el paso del tiempo he ido olvidando cada vez más de mí, poco a poco mi existencia desaparece. Oigo como susurran a mí alrededor frases de mala muerte, augurios pésimos, nada bueno.  «Ya no volverá con nosotros, hay que dejarlo ir», pronunció en una ocasión una voz femenina. ¿A dónde me dejarán ir?

De lo poco que recuerdo, solo me viene la imagen de Vega, la última persona que creo haber visto. ¿Dónde estará ahora? Hace tiempo que no me visita, ella era la única que estaba a mi lado, ahora parece que solo me queda la soledad.

Tal vez esto ya ha sido demasiado para mí, puedo jurar oír gritos eufóricos en un lenguaje que desconozco. No tengo idea de su significado, pero han aumentado últimamente. También he sentido un tacto caliente que me recorre de pies a cabeza, escudriñando cada rincón de mí, dejándome confundido.

Si tan solo pudiera moverme, escapar de este cautiverio. La oscuridad se ha vuelto mi realidad, no veo más allá. «No tiene caso que estés con él, solo es una carga para ti», oigo decir a otra mujer seguido de un llanto. ¿Qué está ocurriendo?

Mientras todos los demás continúan sus vidas, yo ni siquiera sé si aún poseo una. Quizás todo lo que escucho sea un remanente de épocas pasadas, presentes o futuras, todas convergiendo en un solo lugar. ¿Acaso existo?

No puedo asegurar nada, en realidad no soy nada. Con trabajo represento algo más que un simple grano de arena en la playa. «Desconectarlo es lo mejor, hermana». ¿A qué se refiere?

Si tan solo conservara mis recuerdos, quizás así entendería lo que sucede. De nuevo escucho gritos eufóricos, seguido de esa sensación de que alguien me toca. Ahora siento algo más, una respiración que quema mi piel. Todo mi cuerpo se estremece, quiero apartarme, pero me es imposible, estoy atado a una cama. «Es su decisión señora», dice una voz masculina cargada de autoridad. Siento mi cuerpo derretirse, no hay dolor, solo una sensación cálida que llega hasta el fondo de mis huesos.

—Ya es hora —susurra una voz apenas inteligible.

¿Hora de qué? ¿Qué está ocurriendo?

Cuando el calor empieza a volverse insoportable, caigo en cuenta de que la oscuridad se retrae, dejándome  ver un poco mejor. Sin previo aviso, caigo de la cama directo hacia una superficie metálica, en ella puedo ver una imagen borrosa, burda y horrible, me mira con recelo, me sonríe.

No reconozco esa imagen, parece una persona. Extiendo mi mano para tocar esa extraña figura. Mientras mi mano se posa en la imagen, escucho una voz susurrar, no entiendo lo que dice, me encuentro absorto con la imagen formada ante mí.

—Hay que cambiar —dice la imagen frente a mí.

Me separo inmediatamente, no entiendo lo que pasa. La oscuridad se ha despejado, ahora puedo ver que esa superficie metálica en realidad es un espejo. ¿Acaso soy un ser tan horrible?

—Ya no tienes nada que hacer, déjame ser libre, déjame disfrutar todo aquello que has conseguido.

¿Qué he conseguido? Es demasiado, no comprendo nada.

—Vamos, acepta, es una buena oferta, tu familia estará mejor a mi lado, tú nunca pudiste ser un padre ejemplar, menos un buen esposo. Solo acepta, así seré libre.

¿Familia? ¿Tenía familia? No estoy seguro, no logro recordar nada, pero siento que tiene razón.

—¿Qué pasará si no acepto? —pregunto con miedo.

—Morirás. Nadie quiere morir, así que acepta.

Lo pienso por un momento, es verdad, no quiero morir, aunque no logre recordar nada de mí, no quiero morir. Sin embargo, ¿en realidad tenía una buena vida?

—Vamos, rápido, decide, ¿qué harás?

—¡No! No lo haré —vocifero con convicción.

Acto seguido se escucha un estallido, el techo se quiebra, el suelo se abre y todo alrededor se empieza a derrumbar, la oscuridad regresa y ahora me entrego con docilidad, si tenía una familia, al menos no los dejaré con un ser extraño. Estoy listo para convertirme en un ser inexistente.


***


«Doctor, doctor, venga rápido, algo le ocurre».

«Rápido, traigan el equipo, creo que podemos traerlo de vuelta»

Crónicas del miradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora