Soy invisible, nadie repara en mi presencia. Poco a poco he ido muriéndome en este sitio y nadie lo ha notado, lo cual es irónico, puesto que donde estoy es una de las zonas más transitadas de la ciudad.
Cada día me acerco a las personas y les pido algo de comer. Antes decía que nunca pediría caridad de nadie, pero la vida es cruel y crea situaciones que uno nunca imagina que llegarían a pasar.
Cuando pido la buena voluntad de las personas, tal vez sea mi apariencia lo que les hace darse la vuelta y evitarme, de cualquier forma sé que personas como yo no son nada en la sociedad, que por mucho que se pida, no se consigue la más mínima caridad de nadie.
Es así que con el estómago vacío me dirijo a los basureros, el olor ya no es obstáculo para rebuscar algún bocado. El olfato lo perdí hace años, siendo ahora inmune a pestes fétidas. Si tengo suerte, logro conseguir un trozo de pan y algún hueso con algo de carne, lo cual para mí significa que ha sido un buen día.
Cuando la noche llega, empieza un episodio interesante, ya que uno nunca sabe si amanecerá en estas calles. Por ese motivo prefiero andar solo. Andar con otros vagabundos puede ser muy peligroso, pues los hay de todos tipos, desde amable, tocados, filósofos y por supuesto, los mal vivientes. Estos últimos llegan a ser los mas peligrosos, pues algunos se aprovecharán de ti si les das la más mínima oportunidad. Es por ello que prefiero vagar sin compañía, como dice el dicho: "Más vale solo que mal acompañado".
A la hora de dormir hay que ser gandaya, hacerse con el mejor lugar y defenderlo hasta con los dientes. Las personas en general suelen pensar que debajo de un puente es el mejor sitio (así lo demuestran incontables películas y documentales baratos), pero se equivocan. En mi opinión el mejor sitio es un parque. Acudo a uno todas las noches, pero no suelo quedarme dormido en las bancas, eso es para novatos; a mí me gusta trepar a los árboles, hacer una cama rápida con las cosas que encuentre y disfrutar unos instantes del cielo nocturno.
Cada día sucede de esta forma, y en rara ocasión, alguna persona se acerca a conversar conmigo. Soy un hombre educado, tengo conocimiento sobre muchos campos, o al menos soy capaz de recordar varias cosas que aprendí en la escuela. Es por eso que tengo cuerda para hablar hasta por los codos. Pero esto no ayuda mucho cuando de autoridades se trata, pues sólo por andar harapiento creen que soy un drogadicto más. Bueno, he de confesar que he probado alguna que otra sustancia, pero no soy un adicto, al menos no soy un dependiente total. Solo llego a consumir cuando me siento totalmente devastado.
Un efecto secundario de vivir en la calle, es el olvidar tu propio nombre. Yo olvidé el mío hace mucho, ahora me conocen en los bajos mundos por el nombre de "Chava". Ante la imposibilidad de recordar mi nombre de pila, este ha pasado a formar parte de mí.
Pocos son los que eligen vivir de esta manera, en mi caso me obligaron a tenerla. Los recuerdos son distantes, he intentado olvidar aquellos momentos, primero con alcohol y después con drogas, pero estos se niegan a abandonarme del todo.
Recuerdo que tenía una familia, una mujer a la que amaba y buenos amigos. No sé qué falló, ni siquiera si hice algo mal, nadie me dio razón de nada. Las cosas empezaron a ir mal de repente, comenzaron discusiones de pareja, ella apelaba cambios en mi persona que nunca supe cuales eran. Mi familia también hacía lo suyo, y cuando menos lo esperé, me echaron de la casa. En ese entonces pensé en ir con mi novia, sin encargo, ella ya no quería saber de mí, por eso acudí con un amigo; él me recibió por un tiempo, después de eso también me corrió argumentando que ya no podía seguir ayudándome. Abandonado, empecé mi andar por las calles, tenía sólo diecinueve años cuando todo eso sucedió. Hoy en día tengo veintisiete pero aparento una edad de casi cuarenta.
Estos ocho años en la calle ya me están pasando factura, me han convertido en una persona esquelética, con piel maltratada y vello facial abundante. La comida que he conseguido en los últimos días es muy poca, y creo que algo de ese pequeño botín me ha provocado una enfermedad terrible. He tenido diarrea y vómitos, lo cual me ha dejado aun más demacrado. Siendo realista no creo poder ver un nuevo amanecer. Pero aún con este pronóstico tan malo, terminaré mi carta, aunque nada me asegura que la leerán.
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Crónicas del mirador
Aléatoire¿Qué observan? ¿Qué sienten? ¿Quiénes son? ¿Qué piensan? Preguntas recurrentes que uno se hace al encontrarse con personajes desconocidos. Conoce sus historias y descubre un nuevo mundo adentrándote en sus crónicas. *** Crónicas del mirador es...