Panteón

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—Me duele, no es un dolor común de los que puedes quitarte con medicamentos, no; me duele aún más profundo, como un pinchazo continuo que no me deja dormir, que no me deja en paz.
—¿Qué te duele exactamente?
—No sabría decirlo, solo sé que este dolor no puedo quitármelo.
—¿Estás seguro?
—No, pero no creo que haya mucho que se pueda hacer por mí. Solo desearía poder verla, aunque sé que está demasiado lejos, en un lugar donde mis palabras no llegarían nunca.
—¿Dónde se encuentra?
—Eso es lo peor, ni siquiera sé dónde estoy yo. No sé si ya estoy muerto o si solo lo creo. Lo único seguro es que estoy demasiado lejos de ella.
—Sé que es difícil al principio, pero le verás el lado bueno.
—Lo dudo, sin su presencia no hay nada, si no está solo el dolor me acompaña.
—¡Cállense de una vez, algunos intentamos descansar!
—Tú también estarías igual Fidel, de no ser porque tú te disparaste consciente, así que déjalo tranquilo.
—¿Tú qué sabes Martín? Lucas, has que se duerma ese niñato.
—Déjalo, tú también estabas así cuando llegaste al panteón.

Crónicas del miradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora