Salto

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—¿Sabes quién soy? ¿Sabes por qué estoy aquí? —preguntó una persona a Tomás—. Sé que conoces la respuesta a ambas preguntas, pero noto que tienes miedo nada más verme. Piensa en que solo soy un amigo distante que pasa a saludarte, así de simple. No te ayudaré a tomar una decisión precipitada, pero considera las consecuencias de tus actos.

»¿Recuerdas la primera vez que nos encontramos? Eras solo un niño, inocente, desprotegido. Ahora eres todo un hombre, aunque puede que no por mucho. Los años han pasado demasiado aprisa y parece que no aprendiste mucho. Si tan sólo pudieras ver lo mismo que yo, tal vez así te lo pensarías dos veces antes de hacer algo.

»Siendo sinceros, debes admitir que yo haría mejor todas las cosas que tú haces. Sabes, me sentaré y veré que pasa. Imagínate yo siendo tú en este mundo; nadie podría distinguirnos, no se darían cuenta del cambio, así podría haber logrado mejores cosas de las que has conseguido hasta ahora. Vamos, hazlo, termina con esto de una vez. Si tú no lo haces, puede que lo haga yo mismo.

»Cuando dejes este mundo seré mejor que tú. El miedo te limita, pero a mí no, yo no tengo miedo. Yo podría hacer todo eso que nunca te animaste, me quedaré con tu familia y dudo te reconozcan. Sabes, siempre quise quedarme con tu vida.

Acto seguido, Tomás, cayó al río.

Crónicas del miradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora