Capítulo 11~ Invitaciones y sesiones

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Y sí que me junté con ella a la hora del recreo, principalmente porque no tenía nada mejor que hacer, y porque, para qué mentir, estaba completamente emocionada porque alguien por fin se hubiese dado cuenta de que existía.

Así que la vi, con su pelo rubio y perfectamente teñido, y su vestido rosa. No sabía por qué se podía permitir no ir con el uniforme escolar, pero eso hacía que sobresaliese incluso más en los pasillos.

No debía ser sencillo ser popular en un instituto como el nuestro, lleno de paletos y personas que lo único que sabían hacer era faltar a clase.

No obstante, Marielle lo conseguía, y bastante bien. Era famosa por las fiestas que montaba en su casa, o, más bien, mansión. Sus padres querían ser los padres más guays de toda Nevada, así que le dejaban hacer lo que quisiese. Estaba segura de que esa tía estaba metida en un montón de drogas distintas. Tenía cara de ser ese tipo de persona.

Me di cuenta de que sabía la mayoría de chismes sobre la gente de la escuela, porque, a pesar de que no tenía boca, sí que tenía oídos. Todo llegaba a mí, de alguna forma u otra.

No vi a André pro ninguna parte, pero eso no me sorprendió demasiado. No iba a clases aquí, al fin y al cabo. Así que, cuando caminé hacia Marielle, ella me dedicó una de sus sonrisas falsas.

Me miró mientras yo bajaba la vista a sus uñas pintadas de un rosa. No me atrevía a verla directamente a los gélidos ojos que tenía. Parecía la reina del hielo.

-Hola, querida.- me saludó, con su tono de voz demasiado agudo. Su piel era demasiado pálida, como la de Alexa, en comparación a la mía.- Oye, ¿ese chico con el que estabas antes...?- hizo una pausa dramática- ¿Era André Patchmann?- dijo, poniéndole mucho énfasis en la última "n".

-Petchman.- la corregí, débilmente.- Y sí. Es... Amigo mío.- me aventuré a decir, aunque no nos conocíamos ni de hacía una semana, y tampoco es que me cayese demasiado bien.

-Jo, tía, pues ese está buenísimo.- dijo, como con una especie de tono amistoso conmigo. No creo que haga falta mencionarlo, pero, aparte de que llevase tacones, era mucho más alta que yo.- Oye... O sea, ¿qué te parece si te pasas por nuestra fiesta del viernes por la tarde? Y tráete a ese Andrew.

-André.

-Eso. Bueno, que nos vemos, guapa. Estás invitada.- se despidió de mí con una sonrisa amable, que probablemente era también falsa.

Me pregunté, viendo sus pasos ordenados, su espalda recta, y el contoneo de su cadera al caminar, si ese era su verdadero yo. ¿Quién podría soportar ser tan perfecta, y tan diva, todo el maldito tiempo?

Ahora bien, ese no era el verdadero problema. Estaba invitada a una fiesta. A una fiesta de verdad. Y no sabía qué hacer. Era obvio que a quién realmente querían era a André, pero yo era lo más cercano que tenían a él, así que probablemente por eso me habían pedido que fuese. Podría preguntarle a él, si es que las fiestas a las que iba se asemejaban a las de Marielle.

No necesitaba más cosas por las que preocuparme, a pesar de que me emocionaba bastante. Sí, como ya os estaréis imaginando, no fue en absoluto como yo me esperaba.

Demonios. No me acordaba de que tenía que salir pronto de clase para ir a la psicóloga. Ni siquiera sabía por qué seguía yendo a la psicóloga. Ella no era consciente de que estaba deprimida, ni de que me cortaba. Sólo me preguntaba sobre aquel día, sin parar. Mi madre no lo estaba pagando. Era inútil para mí seguir yendo allí, pero, aun así, le di el pase de salida al recepcionista de la escuela, me colgué la mochila a la espalda, y me fui del colegio.

Cualquier cosa era mejor que estar allí, al menos.

La consulta también estaba en la zona cercana a mi casa, así que me dirigí allí caminando, porque aunque iba a llegar un poco tarde, no me apetecía nada gastarme el poco dinero que tenía en un bus.

El edificio era un amasijo de ladrillos mal puesto, con un cartel que decía: "Naura, Psicóloga- Llama al xxx-xxxx-xxxx para reservar visita."

Naura daba, con todo el amor de mi corazón, asco, como asesora. A mí no me había ayudado en absoluto, por poner un ejemplo. Y aunque no vivían demasiadas personas en mi barrio, era el único lugar a donde ibas a resolver tus problemas.

A pesar de eso, cuando subí las escaleras hasta el piso 3, no me encontré a ningún otro cliente en la sala de espera. Me senté en una de las sillas de plástico- que por cierto, se parecía un montón a las de mi cocina- y esperé.

Naura no tardó ni un minuto en salir de la habitación para recibirme, y me invitó a pasar. Sinceramente, no me apetecía volver a pasar por las mismas preguntas de nuevo.

Me saludó como siempre, con una sonrisa casi tan falsa como la de Marielle, solo que, a la segunda, le salía bastante mejor.

-Gracias por venir, Call.

Call, ya estaba con ese maldito apodo. No me gustaba. Me recordaba a la palabra "llamada" en inglés, y no creo que haya nadie que quiera que su nombre sea llamada.

-Tampoco es que estar en el colegio fuera mejor.- dije, como toda respuesta. Incluso me dieron ganas de arremangarme la chaqueta del uniforme y enseñarle las cicatrices que tenía. Pero, antes de poder plantearme esa idea, ella siguió hablando.

-Bueno, ¿te has acordado ya? De aquel día.- no me dejó contestar.- ¿Conoces a Soffie O'Brier? Seguro que la has visto en las noticias. ¿A qué sí?

Ella parecía más tocada que yo. Movía el pie derecho con un tic nervioso, y se hizo una coleta lateral con su rizado pelo negro. Juraría que tenía el maquillaje de los ojos mal puesto.

-No, no la conozco.- sí que me sonaba lo de O'Brier, pero ni idea de qué- Y no, no me acuerdo.

-¿Nada? Tu padre se fue de casa aquel día... Probablemente te hayas olvidado como una protección de tu mente para protegerte.

¿Y se tenía que hacer una carrera universitaria para deducir eso? ¿De verdad?

Suspiré.

-Sí, lo sé. Me lo has repetido como mil veces. Si no puedo recordarlo, pues no puedo.- que bien me venía sacar un poco de mi verdadera personalidad, más cortante que la que enseñaba al público, con alguien.

-Soffie O'Brier, es la hija de Mary O'Brier y John O'Brier. Creemos que su suicido, está involucrado de alguna manera con tu padre desaparecido.

-Ah. Qué bien.- respondí, con indiferencia. Sinceramente, me la traía sin cuidado dónde estaba o donde dejaba de estar mi padre; hacía mucho tiempo que me había abandonado. Ni pensaba en él.

-También... Hemos estado investigando.- ¿Hemos? ¿Quién, ella y su amigo invisible?- Puede que tu padre haya matado a alguien. O a varias personas. Y que ese sea el motivo de su desaparición.- su tono se volvió más serio.- Por casualidad, ¿tu madre puede contactar conmigo en este momento?

-Mi madre no...- Espera, espera un momento, Callie. No le puedes decir a un adulto que tu madre no está en casa.- Intentaré pedirle que se pase por aquí o que te llame cuando vuelva a casa.

-Bien, muchas gracias. Esto es bastante serio.

-Ya, claro que sí.- respondí, e, incluso yo, conseguí formar una mueca de sonrisa falsa en mi cara.

Salí de la pequeña sala, despidiéndome con la mano de Naura. Sabía que ya se había acabado nuestra sesión, que normalmente no solía durar más de 15 minutos.

Pero, al pararme a pensarlo, mientras mis pisadas se hundían en la fina capa de nieve... Mi padre era sospechoso de asesinar a alguien. Mi padre. Recordé aquellos momentos en los que me columpiaba en el parque de la esquina, o cuando me ayudaba a soplar las velas de mi cumpleaños porque yo no podía. No me lo imaginaba matando a sangre fría a nadie.

Sin embargo, la víctima estaba mucho más cerca de lo que pensaba.


Bad Wolf. |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora