-Estás pálida.- comentó Rick, después de que yo cerrase la puerta de entrada.
Me miré la mano instintivamente, y la verdad es que solo me faltaba ser translucida para parecer un fantasma. Lo raro es que no me encontraba tan mal; pensaba que la fiebre ya se me había pasado.
-Ah...- murmuré, como toda respuesta. Me quedé ahí parada durante unos segundos, hasta que él se acercó a mí y puso su mano sobre mi frente, como suelen hacer las madres para ver si estás enfermo.
Pude notar que se me sonrojaban hasta las orejas. Su tacto era frío, en comparación a mi piel cálida por mi temperatura. ¿Por qué estaba haciendo eso?
-Y encima tienes fiebre. Eres más enfermiza que Alexa, joder.
Aparte su brazo con cuidado, para no molestarle.
-Estoy bien, no te preocupes.- dije, pero me salió más bien con un hilito de voz. En cierto modo, me molestó que mencionase a Alexa, no necesitaba que me recordase que ella tenía más relación con Rick de la que probablemente yo tendría nunca.
-Coño, es que me haces preocuparme demasiado por ti. Ayer con esos gritos nocturnos... ¿Quieres que vayamos al médico?
-¡No!- grité, instantáneamente. Me sonrojé.- Quiero decir, mi madre no está aquí, así que... Si me preguntar por mi tutor legal, no sabré que decir, y vendrán a inspeccionarme la casa...
-Ah. Vale. Conozco a la persona perfecta para curarte, entonces.
-¿Quién?
-Pronto lo sabrás.- dijo, con una sonrisita y un tono misterioso. A que me llevaba a un narcotraficante, o algo así.- Ponte una chaqueta más gruesa.- ordenó, al ver mi sudadera vieja.
-No tengo otra.- respondí, bajando la mirada al suelo.
-Argh. Coge una de las mías, están en el armario.- gruñó.
Caminé con pasos apresurados hacia mi habitación, que tampoco estaba muy lejos. "Están en el armario". Debería haber dicho, más bien, están en tú armario. Sin embargo, no lo hizo, porque por alguna razón que aún desconocía (y que no me iba a gustar en lo absoluto), ahora era como si viviésemos en la misma casa. Como si fuésemos marido y mujer y nos acabásemos de comprar un piso nuevo, o algo por el estilo. Aunque no lo éramos. Solo me había dado un beso, y ni siquiera sabía por qué. Era obvio que él no pensaba en mí de la misma manera en la que yo pensaba en él. Eso hizo que mi corazón se apretase un poco. Era agradable tenerlo cerca, pero era como ver a lo que más quieres a través de un cristal inquebrantable.
Saqué una polar de plumas, de una marca cara cuyo nombre no recuerdo, y me la puse. No tenía el aroma ni el tacto de Rick, probablemente porque no le había dado tiempo de ponérsela todavía. De todas maneras, no quitaba que se sintiese raro llevar la ropa de otra persona. Y más si era de él.
Pero me apresuré a volver a la entrada, donde Rick me esperaba con la puerta principal abierta. Salimos juntos y bajamos por las escaleras por las que lo había tenido que subir a rastras hacia un par de días, cuando estaba drogado. Me dolieron los brazos solo de pensar en lo que me cansó tener que subirle todos esos pisos.
Rick me hizo caminar hasta el bar al que habíamos ido, y, posteriormente, me hizo caminar más. Por fin, llegamos a un escampado grande, y con barro en el suelo. Vi dos chozas de un piso con un techo de un metal desgastado y mal colocado. Hasta la pared parecía hecha de... No lo sé, ¿yeso? Al instante las ideas de casa común y ese sitio, se conectaron en mi cabeza. ¿Ese era el lugar donde vivía Rick hasta hacía apenas unos días? ¿El lugar en el que vive André?
Ver la realidad con mis propios ojos me chocó más de lo que pensaba. No tuve ni que preguntar para darme cuenta de que ese era el hogar. Me imaginé a mí misma metida en un sitio así, teniendo que compartir una choza hecha de basura con quién sabe cuántas personas más, teniendo que caminar descalza en ese suelo tan sucio, enterrando mis manos en la tierra, con las uñas llenas de mugriento barro, para poder encontrar algo que llevarme a la boca, llena de desesperación. Me imaginé después a André, protegiendo a su hermana, sobreviviendo de la mejor manera que podía...
Qué horrible.
-Aquí es.- señaló Rick, aunque ya lo sabía.
-¿Hay un médico... Aquí?
-Sí, joder, tampoco hace falta que parezcas tan confundida.
-¡No! Esa no era mí....
-Me la suda. Venga, vamos, antes de que te desmayes o algo.
Asentí, algo nerviosa, y le seguí saltando una reja de metal que separaba la calle de aquella casa común. Había un cartel enganchado pobremente a la valla que decía: "Residencia Workwood, donde todos son felices."
Pero, definitivamente, no parecía que todos fueran felices. Mis pies se hundieron en el fango mientras observaba a dos mujeres ya mayorcitas jugando al tres en raya con unas piedras que apenas se distinguían unas de las otras. Rick me condujo hacia una especie de casa común, y pude ver también a dos viejos persiguiéndose con palos. Parecía más bien un manicomio que un hogar común.
Entramos a una cabaña de madera, mucho mejor construida que esas chozas de por atrás, aunque seguía siendo demasiado pequeño. Al volver a casa probablemente dejaría de quejarme de que ni dos personas cabían en mi cocina.
Allí dentro hacía el mismo frío invernal que fuera, pero había unas bonitas luces de Navidad colgadas en las paredes, y un escritorio de madera lleno de papeles. Adivinad quién estaba sentado allí. Tin, tin, tin... ¡Correcto! André.
-¿André?- preguntó Rick, extrañado por alguna razón.
-Ah, eres tú, gilipollas.- saludó él, al que no parecía haberse pasado el enfado.
-Auch, mi corazón.
-¿Qué coño haces aquí?- preguntó, mirando a Rick fijamente a los ojos. Yo pasé a un segundo plano en la conversación.
-Quiero ver a Chris.
-Chris está muerto.
-¿Qué?
-¿Estás putamente sordo? Que está muerto, hostia.
-¿Cuándo?- a Rick le cayó una gota de sudor por la frente. Era la primera vez que lo veía alterado por algo. ¿Era ese tal Chris el médico?
-Ayer, por la tarde. Puede que mientras tú te estabas tirando a mi hermana por ahí.
-Calla la puta boca. ¿Cómo es que Chris...?
André se rio cruel y sarcásticamente. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Nunca lo había visto así antes, y me daba miedo. Era como Rick, pero, por alguna razón, parecía mucho peor. El rencor se alojaba en él, eso estaba claro.
-Empezó a convulsionar y murió después de dos horas. Intentamos salvarle, pero nada.- dijo, monótonamente, frío y despiadado.- Quizá si hubieses estado tú aquí, pues...
-Si yo hubiese estado aquí nada hubiera cambiado, imbécil.- a pesar de todo, la voz de Rick salió un tanto temblante. Me pregunté si tal vez la persona que había muerto era cercana a él.
-Hm. Las posibilidades son infinitas.- dijo André, como toda respuesta.- Ahora, sea lo que sea lo que quisieses hacer, vete.- añadió, con ese último "vete" más como una orden que como una petición.
No se lo tuvo que decir dos veces a Rick. Él me cogió de la muñeca, con un agarre fuerte e inestable, y, sin siquiera despedirse de André- al que yo le dije adiós con la mano- nos fuimos del supuesto hogar común.
¿Por qué parecía tan inseguro? No se asemejaba para nada a su verdadero él, y... Sinceramente, me daba más miedo que su yo usual.
Oh, y no había ningún tipo de duda en que sí que debería tenerle miedo.
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Bad Wolf. |Editando|
RomanceEsta no es una historia de amor de Disney. Al contrario. Esta es probablemente una de las peores historias de amor de la historia, si es que se le puede llamar así. Es es cuento de cómo Callie descubrió que sus cuentos de hadas no se harían realid...