Me metieron en un departamento, de un edificio basura. La puerta de este estaba abierta de par en par, y eso me pareció raro. La de mi casa estaba completamente cerrada, con dos pestillos y con candado. Vivíamos allí desde que era pequeña, y nos habían venido a robar como nueve o diez veces.
Al final, como me costaba hasta mover los pies, Rick me levantó y me dejó reposando encima del sofá rojo de una casa ajena. Dios, todo se sentía demasiado raro.
Estaba llevando la chaqueta del amor de mi vida, mientras estaba tumbada en el sillón de una persona que aún no conocía, mientras estaba encontrándome peor que nunca. Y, aun así, todo lo que pude hacer fue ruborizarme como un tomate, porque Rick me había llevado en aúpa.
-¡Oweeeeeen! ¡Capullo, ven aquí! ¡Tienes la puta puerta de casa abierta! ¡Una amiga mía se está muriendo!- dijo, o, bueno, más bien gritó, André.
Un chico salió entonces de la puerta de la cocina del departamento, que estaba a la derecha del sofá, apareció.
-No hace falta que grites, que no estoy sordo.- murmuró.
Iba vestido con una especie de bata de laboratorio, ropa gris, una mascarilla y unos guantes blancos. Llevaba el pelo recogido en una coleta, y las gafas se le caían de los ojos. Hasta ahora y sin ninguna duda, era la persona con las pintas más raras que había visto.
También estaba claro que no tenía nuestra edad. De hecho, se le marcaban unas arrugas bajo los ojos, un tanto camufladas por sus ojeras. Le pondría unos 30 años, siendo optimistas.
-¿Quién es?- preguntó, acercándose al sofá y sentándose en cuclillas a mi lado. Se revolvió un mechón de pelo suelto con el dedo.
-Callie.- respondió Rick, por mí- Mi chica. Lleva enferma desde la otra noche. Tuvo una pesadilla o una mierda por el estilo, y ahora está así. Intenté llevarla con un colega mío, pero no funcionó.
Mi chica. Mi chica. Mi chica. Me iba a desmayar o algo por el estilo, para añadirlo a la lista de enfermedades.
-¿Quién eres tú?- replicó el presunto médico.
-Rick O'Wines.- respondió él, como si por el nombre tuviese que quedar todo claro.
-Vale. Eh... Siento mucho que tu chica esté mal, o lo que sea, pero está claro que no podéis pasar. Y ahora mismo estoy en medio de una desinfección de casa, por lo que...
¿Desinfección de casa? ¿Es que había ratones o algo por el estilo? Me dio un escalofrío.
André intervino.
-¿Cuánto quieres por curarla?
-¿70?- una sonrisa se ensanchó en la boca de Owen.
-Cúrala, y doy 80.- replicó Rick, sacándose el dinero del bolsillo, para que viese que no mentía.- Pero rápido.
-Bien, bien.- suspiró él.- Necesito más detalles. ¿Síntomas?
-Fiebre. Palidez. ¿Qué coño voy a saber? ¿No eres tú el médico?
Intenté abrir la boca para decir algo, como que me estaba quemando la garganta, y que cada vez los martillazos de mi cabeza se hacían más potentes, pero, fui incapaz. La verdad es que probablemente estaría al borde de la muerte.
-¿Es una persona propensa a las enfermedades? ¿Está vacunada?
Negué y asentí con la cabeza, en un intento de respuesta, porque claramente, ni Rick ni André iban a saber eso.
-¿Te ha dado varicela?
Asentí de nuevo; cuando era pequeña. Me quedé metida en casa durante dos días enteros, y mi padre me leía los cuentos que estaban en mi estantería. Tres semanas después, se marchó. Aun así, yo pensaba que me iba a morir por los malditos puntitos que cubrían todo mi cuerpo.
-Hm, de todas formas tampoco pensaba que pudiera ser eso. Qué extraño. Son unas características bastante raras para una fiebre normal. ¿Cómo se originó, por favor?
-Tuvo una pesadilla hace un par de noches. Gritó un montón, y temblaba y tenía fiebre.- le informó Rick, completamente serio.
Nunca le había visto preocupado, con el ceño fruncido y mirándome fijamente. Me sonrojé, pero él no lo notó porque ya estaba roja.
-¿Traumas, quizá?
-¿A qué te refieres?- André se sentó a mi lado, en cuclillas, mirándome fijamente. Claro que, su presencia cercana, no me ponía tan nerviosa como la de Rick. Conseguí articular palabras.
-No recuerdo... Ninguna experiencia... Traum...- no pude llegar a terminar la palabra, porque la garganta me quemaba como el maldito infierno.
-Joder, me estáis poniendo esto muy complicado. Bueno... A veces la mente bloquea las experiencias más horribles para proteger la sanidad. Puede que te haya pasado eso. ¿No recuerdas nada sobre tu infancia?
-Apenas puede hablar, imbécil. Ve a traerle algo de agua.- ordenó Rick, a pesar de que probablemente Owen era más mayor que él, y que estábamos en su casa. Y que era la única opción de que me curase que teníamos.
El doctor en plan mercado negro, bufó, y le dedicó una sonrisa llena de sarcasmo a Rick. Sin embargo, le hizo caso. Fue a por ese vaso de agua y me lo metió en la garganta sin piedad. Casi me atraganté, y Rick se aseguró de incorporarme para que no me muriese.
Eso me ayudó a aliviar un poco el dolor de garganta, aunque un ibuprofeno tampoco hubiese estado mal.
-Eh... Mi padre se fue de casa.- empecé.- Así que, supongo que... Eso. Quizá pasó algo.
Los ojos de Rick se iluminaron, con un azul más intenso de lo normal.
-Sigue.- pidió, con un susurro. Me extrañó que se estuviese comportando de esa manera.
-Se fue- tosí un poquito- Cuando yo tenía unos... No lo sé, pero era muy pequeña. No llegué ni a los diez años. Mi madre y él se pelearon muy fuerte, entonces, oí un ruido raro, y no lo volví a ver por la mañana. No me acuerdo de más. Cuando- más tos-...Cuando intento acordarme de él, o de lo que pasó, todo se vuelve borroso en mi cabeza y...
-¡Tengo un diagnostico!- Owen me interrumpió, con una amplia sonrisa, y se volvió a poner los guantes.- Por fin podré volver a trabajo... ¡Tienes pérdida de memoria debido a un trauma! Probablemente pasó algo con tu padre. Eso sí, no sé por qué estás tan enferma. Pero no parece terminal. Deberías tomar unas aspirinas o algo todos los días.
Para un "diagnóstico", así, también podría no haber venido, pero me limité a sonreírle y darle las gracias.
Owen nos despachó de su casa lo antes posible, no sin antes dejarme un par de pastillas en la mano. Me dijo que eran medicina, pero no pude evitar desconfiar, por lo que me las metí en el bolsillo y decidí no tocarlas demasiado. Quién sabía si había puesto algún tipo de droga en mis palmas.
Rick me cargó en su espalda hasta el metro, porque no quería hacerme caminar más de lo necesario. Me sonrojé ante su forma amable de tratarme, porque, normalmente, no solía ser así.
Nos despedimos de André en la estación, y, noté su cara melancólica de siempre con una sonrisita por debajo, aunque no sabía muy bien que significaba.
Me quedé dormida en cuanto llegué a mi casa, sin saber qué, el día siguiente, sería una auténtica pesadilla.
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Perdón por tardan tanto en actualizar :c Os amo a todos, gracias por leer <3
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Bad Wolf. |Editando|
RomanceEsta no es una historia de amor de Disney. Al contrario. Esta es probablemente una de las peores historias de amor de la historia, si es que se le puede llamar así. Es es cuento de cómo Callie descubrió que sus cuentos de hadas no se harían realid...