Me desperté a la misma hora de siempre, sin necesidad de ponerme alarma, porque mi cuerpo ya estaba acostumbrado a ese horario. Tardé un par de segundos en procesar toda la información de lo que había pasado ayer, en recordarlo todo. Y en cuanto lo hice, mis mejillas se pusieron rojas como un tomate; ni siquiera tuve que mirarme al espejo para notarlo.
Demonios.
Lo peor era que ni siquiera me sentía arrepentida, más bien tenía esa emoción de una niña pequeña yendo al concierto de su idolo favorito. Y no sabía qué hacer con ese sentimiento.
Me vestí, desayuné, y me duché, como todos los días. Pero antes de salir de casa, le dejé una nota a Rick, que aun seguía dormido en mi habitación. No quería despertarle, principalmente, porque me daba vergüenza y miedo. Aunque dejarle en mi casa quizá no fue la opción más sensata.
"He dejado café para hacer y los cereales están en la encimera de la cocina. No sé si te gustan los Kellog's. Yo me he ido al colegio. ¡Nos vemos!
No pretendía sonar muy simpatica, pero tampoco quería parecer fría. Yo había sido la que le había traído a mi casa, y la que le había puesto en mi cama, de todas formas. No supe como aclararle que quería que se fuese del piso, pero supuse que tampoco se iba a quedar, ni nada por el estilo. Sí, probablemente iría a la escuela en cuanto se despertase. Quizá llegaría a la segunda o tercera clase. Sí.
Por lo tanto, volví a la fría Washington Avenue, y me metí en el edificio de la escuela, que por cierto, no tenía sistema de calefacción. Y, por cierto, yo tampoco tenía una chaqueta que abrigase demasiado. Para mi sorpresa, André estaba pegado a las taquillas- más concretamente a la que estaba al lado de la mía- hablando con Itzel, nuestro tutor.
Que yo supiese, André no estudiaba en nuestro colegio. O al menos, yo no lo había visto nunca. Aunque bueno, a juzgar por su nivel de inteligencia, estudiar mucho, no estudiaría. Esperé unos segundos. Y luego esperé unos segundos más. Quería ir a coger mi libro de matématicas avanzadas, pero parecía que iba a ser imposible. Esos dos no paraban de hablar. Y en un tono muy bajo. Así que tuve que intervenir. Porque no iba a volver a llegar tarde a clase por segundo día consecutivo, tampoco me quería pasar de la raya de chica mala.
-Esto... Señor Barnn, ¿puede apartarse? Perdone, pero necesito mi libro de...
-Oh, ¡sí!- dio dos pasos repentinos hacia atrás. Se le veía nervioso.- ¡Nos vemos en clase, Callie!- dijo, ya lejos. Se despidió con la mano y una sonrisa agitada. Qué raro.
-¡Mi chica favorita! Call, ¿qué tal? ¿Y Rick?
Me hablaba como si me conociese de toda la vida, a pesar de que solo nos habíamos visto durante una media hora ayer.
-Durmiendo, supongo. ¿Qué haces aquí?- dije, porque no me resultaba tan incómodo hablar con él. O, bueno, no se sentía tan incómodo. Hablar con cualquier persona era incómodo, para alguien como yo, al fin y al cabo.
-Ah, es que me estoy tirando a alguien de este insti. Aunque cada vez se me hace más díficil. ¡Pero nadie se resiste a los encantos de André Petchman!
-Estás fatal. Por... Por cierto, no es que tenga curiosidad, ni nada, pero, ¿cuánto tarda en despertarse Rick después de... Colocarse?
-No me jodas. ¿Has dejado a Ricky en tu casa? Creo que eres retrasada o algo, tía. ¿No sabes el tipo de persona que es? Podría montarte una muuuy gorda.- lo miré con una cara tan atemorizada y tan sorprendida, que se apresuró a añadir más.- Era broma, era broma. Tranquila que hasta las dos de la tarde no se va a mover. Ni tampoco va a hacer nada antes de tomarse dos o tres ibuprofenos.
El timbre sonó entonces. Y me apresuré a ir a clase, sin molestarme en despedirme de André/Imbécil. Aunque sí que me daba un poco de curiosidad saber con quién estaba André, para haberse molestado en venir hasta aquí por ella.
Nadie se había ni inmutado de que ayer hubiese faltado a clase. Nadie me vino a decir: "Oye, chica de la asistencia perfecta, ¡ayer te echamos de menos!"
Y aunque no esperaba que lo hiciesen, por alguna razón, me sentí un poco mal. Ya sabía que era invisible para todo el mundo, que probablemente no le importaba a ninguna criatura encima de la tierra, y me había convencido de que no pasaba nada. La psicologa también me había ayudado a convencerme de que no pasaba nada. Y aun así... ¿Por qué?
Pensé en las infinitas campañas que el colegio hacía en contra del bullying, el acoso, la escala de popularidad... En la gran cantidad de clubs que había para la aceptación de la gente con piel de distinto color, diferentes culturas, o diferentes orientaciones sexuales. Pero no había nadie que quisiese ayudar a las personas como yo. A los raritos sociales, a los que nadie les quería hablar.
Ni siquiera la señorita Maurice, a la que iba a ver todas las tardes de la semana, me quería ayudar a tener aunque fuese una sola amiga. No sabía por qué tenía que ir a ayuda profesional, porque realmente, no me ayudaba en nada.
Quizá, la amabilidad con la que André me había tratado, había conseguido que mis expectativas en cuanto a las personas cambiasen. Quizá, durante un solo segundo, se me pasó por la cabeza el pensamiento de que todo el mundo podía tener una pequeña parte buena, cuando vi a Rick drogado.
Sin embargo, cuando me senté en mi pupitre, y repasé los dibujos de aquellas cuerdas con las que soñaba asfixiarme, me di cuenta de que era difícil cambiar a un ser humano.
El profesor entró al aula. Como hacia unos momentos, tenía una expresión nerviosa. Su pelo estaba revuelto, y su mirada perdida. Solía tener ese aspecto. Megan Carris, que se sentaba en primera fila, estaba completamente loca por él. Había rumores por la escuela de que salían juntos en secreto, pero cada vez que se lo intentaban preguntar a ella, se sonrojaba hasta las orejas y no decía ni una palabra. Además, Meg pertenecía al club cristiano, y siempre llevaba un collar con una crucecita en el cuello. Así que, en mi opinión, no pasaba nada entre Itzel y la delegada de curso. Ni probablemente pasase nunca.
-Bien, abrid por la página 78, por favor.- ordenó, y mi mente se fue volando a otro universo, muy lejano de todo lo que pasaba en aquella clase.
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Bad Wolf. |Editando|
RomantizmEsta no es una historia de amor de Disney. Al contrario. Esta es probablemente una de las peores historias de amor de la historia, si es que se le puede llamar así. Es es cuento de cómo Callie descubrió que sus cuentos de hadas no se harían realid...