PRÓLOGO- Oscuridad

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Una gota cayó en el papel. Dolía como sangre. Quemaba como ácido. Pero sólo era agua salada. Agua nacida del dolor, del miedo y de la soledad.
Agua turbia que caía mientras escribía las palabras de despedida.
Un amargo adiós. Adiós a familia, a amigos si es que los había. Adiós a la vida.
Firmé al final de la hoja y me acerqué al espejo.
"¿De verdad quiero hacerlo? ¿Quiero acabar con todo? ¿Dejo de luchar?"
La respuesta era sí. Miré el bote que había preparado. Un montón de pastillas creo que de la tensión, aunque eso no importaba. Volqué el bote en mi mano y volví a hacerme las mismas preguntas de nuevo. La respuesta volvía a ser sí.
Entonces acerqué esas pastillitas blancas que tan inofensivas parecían a mi boca y las metí en ella, pero en el momento exacto en el que iba a tragar vi mi reflejo en el espejo y me arrepentí inmediatamente.
Escupí y eché a correr. Corría lejos, corría a ninguna parte, a un lugar donde todo el dolor se acabase, donde nadie me hiciese daño, lejos de casa, lejos del instituto, corría a todas partes y a la vez a ningún sitio. Simplemente corría.
Paré cuando las cosas dejaron de resultarme conocidas, ¿dónde estaba? Había arboles. La gente me miraba raro. No sabia porque, ¿salir en pijama y sin zapatos es raro? ¿Porque hacía tanto frio allí? Tropecé. El suelo estaba blandito. Gateé hasta que choqué contra algo. Estaba duro. Me dolía la cabeza. Tenía mucho frío. Me acurruqué y me quede dormida.

~¡Pringada! ¡Empollona! ¿Quién te crees que eres? Como si le fueses a gustar a alguien. ¿Quién te va a querer a ti? Además estas gorda. Morirás virgen. Eres asquerosa. Estas mejor muerta. ¡Nos harías un favor a todos!~

Como el HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora