CAPÍTULO 9 - Habitación 511

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Al parecer a mi madre le sentó mal tanta vida social y a la mañana siguiente se levantó bastante enferma. Así que decidí no ir a clase y quedarme a cuidarla por mucho que ella insistiese en que era un simple resfriado.

Así que el ingreso en el hospital se adelantó bastante y esa misma mañana mi madre fue trasladada allí.

La sala de espera era fría, muy fría. Y provocaba una horrible sensación de angustia. Allí había una pareja cabizbaja, un anciano con cara de preocupación y un adolescente con la que parecía ser su hermana menor, de unos 3 años. Estos parecían ser los únicos alegres, así que me quede observándolos. ¿Estarían aquí por un nacimiento? Ojala.

¡Hola!

¿Se dirigía a mí?

Hola, ¿como te llamas?

Yo soy Marina, y tengo 3 años, ¿y tu?

Yo soy Ruth

¿Y cuantos años tienes?

Yo 16

¡¡Guau!! ¡Igual que mi hermano!

¡Marina! No molestes a la chica.

No importa, de verdad, no me molesta.

¿Porqué tienes el pelo azul?

Marina...

Porque es mi color favorito -Reí. La pecosa cara del chico empezaba a tornarse un poco rojiza.

Ay, ¡entonces de mayor yo me lo voy a poner rosa!

Estoy segura de que te quedará genial -Le dije guiñándole un ojo.- Ahora perdoname un momento - Añadí cuando vi a un médico caminando hacia mi.

¿Viene usted con Amelia Martínez?

Sí.

Acompañeme.

La preocupación me inundó de nuevo. ¿Qué pasaría ahora?

Me guiaron hasta la habitación 511, en el área de la quimioterapia y mi madre estaba tendida en la cama, completamente sedada. Sonreía ligeramente, como ella siempre hacía. Al parecer nada lograría apagar su sonrisa. Ni el mayor sedante en una cama de hospital con el cáncer más letal.

Me acerqué a ella y le sujeté la mano izquierda, "sé fuerte" le dije en mi cabeza.

El médico me explicó, -como si fuese una cría, por cierto- que ya le habían hecho todas las pruebas y habían determinado que su cáncer había crecido mucho en muy poco tiempo y que a mediodía ya empezarían el tratamiento. Que mi madre lo pasaría muy muy mal y tendría que ser increíblemente fuerte.

E igual de fuerte que ella, lo sería yo, estaría con ella en todo momento y no había más que hablar.

No salí de su habitación en toda la mañana, toda esta sentada en una silla de la habitación leyendo un libro, levantando la vista cada poco tiempo para comprobar que mi madre seguía igual, ahí, dormida, que no se había movido y que su ligera sonrisa no desaparecía. Y como es lógico nada pasó pero yo estaba alerta por si acaso.

Ni siquiera miré el móvil, no me apetecía enfrentarme a más mundo, probablemente tendría algún whatsapp y si miraba el móvil me vería obligada a responderlos.
Al mediodía, como me habían dicho, se llevaron la camilla de mi madre a otra sala a hacerle su primera sesión y no me permitieron acompañarla. En su lugar me recordaron bajar a comer algo a la cafetería alegando que no debía de haber comido nada en todo el día, y cómo la verdad es que tenían razón baje.

Pensé que en la cafetería podría distraerme un poco, pensé que sería un lugar algo más cálido, pero me estampé contra la dura realidad. Aquel lugar también era frío y desolador. Lleno de gente con caras largas, desencajadas o tristes. Compré un sándwich mixto y me senté en una mesa a comerlo poco a poco, a trocitos, porque tampoco tenía demasiada hambre, me estaba obligando a mí misma a comer porque sabía que tenía que hacerlo, pero nada más.

También aproveche la situación y miré el móvil de una vez por todas.

40 mensajes de 3 conversaciones.

Madre mía, cuando no miras el móvil te acribillan.

Poco a poco. Primeros cuatro mensajes.

Oye, perdón por lo de ayer de verdad Martes 11:20

¿Quieres hablarlo? Martes 11:20

Eeh Ruth Martes 12:00

¿Porqué no me contestas? Martes 12:30

Me recorrió un escalofrío, algo empezaba a no gustarme nada de este chico. Algo me preocupaba, me daba miedo.

Siguiente grupo de mensajes.

Hola Ruth Martes 9:05

Me ha parecido raro no verte por el instituto Martes 9:05

¿Estás bien? Martes 9:05

Esta vez el escalofrío fue de ilusión, aún no sabía quien era esta persona, pero me encantaba que alguien se preocupase por mí de esa manera...

Y ahora, hora de las matemáticas, cuatro y tres siete y de 40 quedan 33 mensajes de una sola persona, y quien podía ser más que Lis. Empezaba así:

Hoy no vienes a clase o que? Martes 9:05

Te parecerá bonito abandonarme. Martes 9:40

No te habrán secuestrado no? Martes 11:00

A quién tengo que pegar? Martes 11:39

Esto seguido de una larguísima retaíla de eeeeehs. Sonreí para mí misma. Esta Lis no tiene remedio.
Me dediqué a responder mensajes, a Lis le expliqué vagamente la situación y le dije que ya se lo contaría en persona cuando pudiese y añadí que no se preocupase. Al Srt. Misterioso (había empezado a llamarlo así ya que no sabía de ningún otro nombre) le dije simplemente que no se preocupase, que estaba bien, pero que no iba por motivos personales. Tampoco iba a dar explicaciones a un desconocido...

Y a Alex.... Bueno, a él simplemente lo ignoré. Ya contestaría más tarde.

Como el HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora