Abrí los ojos en un lugar extraño, ¿estaba muerta? Lo último que recordaba era la visión en mi espejo tomando las pastillas, tenía que ser eso, tenía que estar muerta. No se sentía tan especial, aunque no estaba mal. La temperatura era agradable, cálida y estaba cómoda, no me apetecía moverme. Un delicioso olor inundaba el lugar. Olía a limón y libros nuevos, un olor delicioso, acogedor y familiar, me resultaba muy familiar.
Mi cabeza empezó a despejarse, recordé haber escupido las pastillas, así que no debía de estar muerta, pero... Esta no era mi casa. ¿Dónde estaba yo entonces?
Un intenso y delicioso olor a chocolate inundó la habitación de repente y picaron a la puerta. No supe que hacer, ¿debía contestar? No me dió tiempo a pensarlo, antes de hacer o decidir algo se abrió la puerta y una figura masculina la atravesó.
Al principio no le veía la cara, entraba de espaldas empujando la puerta con el trasero ya que las manos iban ocupadas con una bandeja que más tarde descubrí que llevaba chocolate caliente, zumo y un croissant. Al parecer estaba tan hambrienta que me fijé antes en la comida que en la persona que la portaba. "Buenos días" dijo la persona.
Él era conocido, lo había visto antes, pero no recordaba donde. No era del instituto, ni de mi barrio, tampoco lo había conocido en la biblioteca, ni en algún viaje.
Supongo que se daría cuenta de cómo analizaba su rostro, o quizás me leyó la mente, pero la cuestión es que resolvió mi dilema usando dos palabras "El metro" y mi mente rápidamente viajó a aquel día, un par de semanas atrás.
Un lunes como otro cualquiera en un vagón del metro como otro cualquiera una persona como otra cualquiera le pega un empujón a otra y el efecto dominó hace que este chico en cuestión se me caiga encima. Sí, literalmente encima. Y destino, casualidad, karma, dios o lo que sea que tenga un humor tan retorcido hace que ahora me despierte en casa de este chico cuyo nombre ni siquiera sé y que me trae el desayuno a la cama.
"Bonito pelo, el azul es mi color favorito" dice entre risas mientras mi cara de sorpresa aumenta por minutos, había repetido exactamente las mismas palabras de aquel día. ¿Cómo podía acordarse aún?.
Por si las dudas, aclararé que mi pelo es actualmente azul, completamente azul aunque con un origen castaño que las raíces no permiten ocultar.-Creo que aquel día no me presenté, me llamo Alex. Supongo que no esperaba encontrarte 15 días después durmiendo en pijama bajo un árbol en el parque más cercano a mi casa.
-Yo tampoco me lo esperaba la verdad, soy Ruth.
Me tendió la bandeja y me dijo:
-Venga, desayuna que se va a enfriar, espero que te guste todo, no sabía que hacer la verdad, nunca me ha pasado algo así.
Mientras decía todo esto miraba hacia abajo y se frotaba la nuca con la mano derecha, en un gesto de vergüenza e inseguridad muy adorable.
-Tranquilo, me gusta todo. ¡Y está delicioso! - Añadí después de probar el chocolate.
Una probable más que justificada curiosidad le llevó a cambiar de tema. No se fue por las ramas.
-Y... Si se puede preguntar... ¿Que lleva a una joven a acabar descalza y en pijama durmiendo bajo un árbol de un parque a las 7 de la tarde?
-Demasiadas cosas. Y, ¿que lleva a un joven que se encuentra a una extraña de pelo azul durmiendo en un parque a recogerla y llevarla a su casa?
-Demasiadas cosas.
Supongo que aún no era momento de confesiones.
No fue hasta que se llevó la bandeja que me dí cuenta que la ropa que llevaba no era el pijama que habíamos mencionado anteriormente, ni siquiera lo reconocí como mío. Así que cuando volvió le pregunté por él. Me respondió con ese gesto suyo de vergüenza tan adorable de rascarse la nuca mientras decía:
-El que traías estaba sucio y mojado y pensé que necesitarías ropa limpia y busque entre la ropa de mi hermana y ese parecía de tu talla.
Él estaba rojo, e igual de roja me puse yo cuando pensé las connotaciones que llevaba aquella frase... ¿Me había visto sin ropa? Por algún motivo solo podía pensar en mis piernas sin depilar y que pensaría que era una guarra... Y él, leyendome la mente de nuevo, se puso aún más rojo, rozando el color de un tomate bien maduro y se apresuró a decir, aunque en voz muy baja:
-No...No... Yo no te cambie la ropa, lo hicieron mi hermana y mi madre, supongo que entre mujeres no pasa nada, ¿no?
Creo que mi cara reflejó perfectamente el repentino alivio que esa simple oración me concedió.
Su cara también fue tomando un tono normal poco a poco. Se quedó mirando algo al otro lado de la ventana, intenté averiguar qué era mirando a donde él miraba, pero me fue imposible, probé a mirar a sus ojos, pero lo único que descubrí fue la profundidad que tenían estos, me atraparon, no podía dejar de mirarlos, tampoco quería dejar de hacerlo, unos profundos pozos de sabiduría, de un azul que contagiaba serenidad, me veía reflejada en ellos... En este reflejo me veía más bella de lo normal, quizás él me veía así, mi pelo hacía juego con sus ojos y él se dió cuenta de que le miraba y me devolvió la mirada. Me miró a los ojos, ¿un duelo de miradas? Quizás, pero el azul siempre gana y mis ojos color miel tuvieron que retirarse.
-¿Que piensas? -preguntó.
-Yo... No sé... Nada... Creo. ¿Qué piensas tú?
- Pues yo estaba mirando la lluvia, me hace pensar mucho...Y luego, pues, te encontré mirándome, así que algo pensaras...
-Yo... Bueno... En realidad... Pensaba en que nunca había visto unos ojos tan azules.
-¿Eso es bueno? -Dijo mientras se reía, arreglando el mal trago que estaba yo pasando.
-¡Claro! Creo que es bastante evidente que es mi color favorito.
-Bueno... ¡es que tu pelo es simplemente maravilloso! Es como salido de otro mundo -Dijo riendo, mientras acercaba su mano y cogía un mechón para acariciarlo. Un cosquilleo se apoderó de mí, hasta que lo soltó, pero algo siempre queda y tarde un poco en recuperarme.
-¿Te cuento un secreto? -Dije, y bajando la voz y acercándome a su oreja añadí- Yo no nací con el pelo azul.
Él hizo un gesto de sorpresa exagerado.
-¡No me digas! -dijo y ambos empezamos a reír juntos. Era tan maravillosa su presencia... tan agradable... tan dulce...
Picaron a la puerta, y una cabeza que yo no conocía asomó por ella. El rostro de Alex cambió completamente, se puso serio.
-¿Que haces aquí? -Su tono de voz no era para nada el del alegre Alex que yo había visto hasta el momento.
-He oído risas y voces, así que suponía que nuestra inquilina habría despertado y quería saludar. ¡Tengo derecho! ¡Lleva mi pijama! -¡Pista clave! Esa debía de ser su hermana.
-Pues ya la has saludado... Fuera de mi habitación, Sara.
La joven chica puso mala cara, le saco la lengua a Alex y me dirigió una última sonrisa antes de cerrar la puerta tras ella.
-Perdona a mi hermana, a veces se pone muy pesada...
-Tranquilo, es normal, no sé cuantos años tiene pero se le ve muy joven...
-12 años tiene. 7 años menos que yo. Supongo que la diferencia es la que hace que nos llevemos tan mal, o al menos eso dicen.
-Así que 19 eeh... ¿Y no habrá problemas de diferencia de edad conmigo?
-Naa, no creo -Contestó evitando reírse.
-Bueeeno.. Como yo tengo 16... me sacas 3 años, igual hay problemas...
Nos quedamos mirando el uno al otro y, un par de segundos después, ambos empezamos a reírnos casi exactamente al mismo tiempo, como si un curioso reloj nos hubiese cronometrado para ir totalmente coordinados.
Después de una tarde de charlas sin importancia que me fueron confirmando lo mono que era Alex, además de lo mucho que nos parecíamos, llegó la hora de irse a dormir, entonces me di cuenta de una cosa...
-Si yo duermo en tu cama... -pregunté- ¿Dónde duermes tú?
-¿Yo? En el sofá.
-Jo, pero es que me siento mal robandote la cama... ¿Y si duermo yo en el sofá?
-Entonces mi madre y mi hermana me matarían. -Su risa era contagiosa.
Si es que este chico era perfecto... casi demasiado perfecto...
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Como el Hielo
Teen FictionRuth es una joven normal, peliazul, pero tiene muy mala suerte en su vida, aunque quizás eso cambie con el tiempo. Amor, amistad, familia... ¿Superará con esto todos sus problemas?