Cuando me volví a ver en el espejo todo había perdido el color, todo era gris o negro, ni siquiera el supuesto azul de mi pelo daba una pizca de luz, mi mundo se desvanecía de nuevo, como había pasado hacía no mucho y parecía haber dejado de pasar. Quizás la culpa era mía, por emocionarme muy rápido.
Aquella temprana primavera se había esfumado de un momento a otro, dejando solo un rastro que demostraba haber venido como una simple ilusión, para luego volver a un profundo invierno del que me era imposible salir.
Aquel espejo me recordó momentos difíciles, muy difíciles. Recordé una cuchilla en mis manos, una cuchilla que había causado grandes estragos en mis muñecas, una cuchilla que había dejado muchas cicatrices, que mi madre había parado muchas veces, ¿quién me pararía ahora? ¿Yo? Si a duras penas me había parado yo misma el otro día... No era posible, no, no, no... Yo era una gran bomba y la única persona capaz de desactivarla se estaba marchando.
La puerta sonó, como siempre que llevaba largo rato en el baño hacía:
Cariño... ¿Estás bien?
Si, si.... No te preocupes mamá.
Procuré que no se notase el llanto en mi voz, porque en ese preciso instante tomé una decisión. Sería fuerte, por ella, y también por mí, pero sobre todo por ella. Yo sería todo lo fuerte que ella había sido conmigo. No, no la iba a dejar sola.
Me lavé la cara y salí del baño, por una vez, segura de mi misma.
Mientras comíamos mi madre me lo explicó todo. Durante su viaje, y gracias a un desmayo, habían descubierto un tremendo tumor en su cerebro que crecía muy rápidamente. Decían que era maligno y que solo la quimioterapia más fuerte podría con él y aunque le dijeron que sería extremadamente duro y, aún así, solo habría un 3% de posibilidades de sobrevivir mi madre se lanzó a intentarlo, totalmente a su estilo.
Y, al igual que ella hizo, yo me agarré a ese 3%, aunque los números estubiesen en mi contra, aún quedaba un minúsculo rayo de luz en la oscuridad.
Y entonces llegaron los problemas, mi madre ingresaría la próxima semana en el hospital pero... ¿que hacían conmigo? Mi madre sabía perfectamente que yo sabía cuidarme sola pero eso a la ley no le importaba.
Menor de edad, hija de madre soltera, sin familiares cercanos... Mientras pensaba miré por la ventana, Sira estaba tendiendo la ropa, miró hacia delante y me sonrió y entonces una fugaz idea cruzó mi cabeza.
¿Y Sira? - Pregunté
¿Sira? ¿Quién es Sira?
La vecina de ventana mamá, la del estilo africano...
Ahh... Pero... ¿Desde cuando te llevas con ella?
Una larga historia... Pero lo importante es que ella es mayor de edad y estoy segura de que aceptaría quedarse a mi cargo, ¡Y yo no me tendría que ir a ningún sitio!
Esta bien... Lo hablaré con ella...
Recogí la mesa y fregué los platos y ya más tarde miré mi móvil. Como siempre el grupo de clase y uno de Alex, de nuevo:
¿Estás hoy libre? Lunes 14:30
La verdad es que mucho que hacer no tengo... Lunes 15:04¿Te apetece venir a tomar un café? Lunes 15:06
¿Por qué no? Pensé. Y acepté.
16:30 en el café de la plaza? Lunes 15:07
Perf Lunes 15:07
Miré la ropa que traía, había tenido educación física así que tendría que ponerme algo un poco menos deportivo, así que abrí el armario.
Tras pensarlo bastante me decidí por una camisa de cuadros rojos y negros y unos vaqueros negros de aspecto un poco desgastado, esto con mis imprescindibles botas marrones. Mi pelo estaba bastante revuelto e incontrolable así que una trenza de raíz me solucionó el problema.
Por un momento miré mi caja de maquillaje, con cuatro cosas contadas ya que en realidad casi nunca me maquillaba, y lo pensé, pero decidí no pintarme, mi estilo es natural, pensé al final.
Mi pálida madre asomó por la puerta de mi habitación.
Uy, ¡Que guapa! ¿Has quedado con alguien y no me lo has dicho?- Ambas reímos, con mi madre estas cosas se podían hablar abiertamente.
Bueeeeno, podría decirse que he conocido un chico... Pero sólo somos amigos.
Ya, ya, amigos...
Que sí mamá, que sí. - Volvimos a reir y ella desapareció de nuevo, no sin antes decir unas últimas palabras.
Si llegais a algo más tendrás que presentármelo, eeh.
Volví a mi mundo, se nota que estaba nerviosa, porque me quedaba media hora y yo ya estaba lista, que desastre... Intenté leer, pero me distraía demasiado, escribir y dibujar acababa siempre en lo mismo, aquellos ojos que me perdían, y, al final, me quedé simplemente tirada en el suelo mirando al techo pensando tonterías e inventándome historias como hacía de pequeña y contando los minutos, uno por uno de esa larguííííísima media hora.
Aunque muy lentamente, aquellos 30 minutos tendrían que pasar tarde o temprano. Tic Tac tic tac...
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Como el Hielo
Teen FictionRuth es una joven normal, peliazul, pero tiene muy mala suerte en su vida, aunque quizás eso cambie con el tiempo. Amor, amistad, familia... ¿Superará con esto todos sus problemas?