Desperté en un lugar en el que entraba demasiada luz, y el lugar en que dormía era duro y muy estrecho, hacía algo de frío.
Cuando me despejé me di cuenta de que me encontraba en el sofá de la habitación del hospital y, entre que el lugar no era especialmente cómodo ni agradable y todo aquello que rondaba mi cabeza había dormido muy poco y mal, así que estaba ojerosa y rígida.
Un par de enfermeras entraban con una bandeja a la habitación, el desayuno de mi madre, a quién estaban despertando. Tras darles los buenos días a todas miré la hora en el móvil. ¡Las 6 y media y yo ya despierta! Fuese cómo fuese me era imposible volver a dormirme así que me fuí a por algo que desayunar yo.
Una vez en la cafetería vi una cara conocida. Había allí un chaval que juraría que era el hermano de Marina, la niña que había conocido el día anterior.
Mis dudas se confirmaron cuando levantó la cabeza y me dedico una tímida sonrisa. Y como , a pesar de la hora tan temprana que era, todas las mesas estaban ocupadas, le pedí permiso y me senté con él.
Me acerqué a la barra y pedí un café bien cargado para despejar ese sueño pesado que aún arrastraba y prometieron llevármelo enseguida a la mesa, así que volví a la mesa con... ¡Vaya! Si no sabia su nombre...
- Acabo de darme cuenta que no se tu nombre...
Dije con una sonrisilla de vergüenza.
- No te preocupes... Yo el tuyo tampoco.
Él rió ligeramente aunque poco después se sonrojó y miró hacia la mesa.
- Me llamo Marcos.
- Yo Ruth.
Comparada con la felicidad que aparentaban el día anterior tanto él cómo su hermana, hoy se le veía mucho más cabizbajo.
- ¿Qué tal está Marina?
- Bueno, bien. Ella ha pasado la noche en casa e irá al colegio como siempre... Y cómo es pequeña aún no entiende qué es lo que pasa realmente. Ojalá se pudiese decir lo mismo de mi. Pero... perdón por sermonearte.
- Ah, no importa, yo he preguntado. La vida de hospital es dura. Ayer se os veía bastante bien a los dos.
- Bueno, ayer mi abuelo parecía estar mejorando después del transplante de corazón que tuvieron que hacerle, pero esta noche parece haber recaído. No se sabe si sobrevivirá y es la única persona que tenemos para cuidarnos. Ahora tengo que cuidar de mi hermana y no se que pasará si se va... ¡Aún soy menor de edad!
Una lágrima empezó a bajar por su mejilla aunque el procuró pararla lo antes posible.
- Y tú... ¿Puedo preguntar por qué estás aquí?
- Bueno, resulta que mi madre tiene un horrible tumor maligno en el cerebro y ayer empezó el tratamiento. Y, cómo tú, no se que pasaría conmigo si ella no estuviese, probablemente tendría que irme a vivir con mi padre, a quién no soporto...
- Ojalá tuviesemos 18...
- Ojalá... Todo sería diferente.
Y así, la conversación siguió y descubrí que Marcos era un joven muy muy interesante con una vida muy dura hasta entonces. Sus padres habían muerto poco después del nacimiento de Marina en un accidente de coche y su abuelo los había criado a ambos desde entonces, haciendo lo que podía, claro. Ya a los 13 años se había visto obligado a aprender a cocinar, hacer tareas de casa y a ser padre y hermano mayor al mismo tiempo. Además de estudiar y, desde que había cumplido 16, cuando podía y encontraba alguna oferta, trabajar, ya que el dinero tampoco les sobraba.
A lo tonto, el tiempo había pasado y el café desaparecido.
- Bueno, vuelvo con mi madre. Ya nos veremos otra vez supongo. Encantada de hablar contigo.
Le sonreí y una sonrisa sincera iluminó su pecoso y tímido rostro que, cómo ahora sabía, pertenecía a un luchador .
- Hasta entonces.
Cuando subí a la habitación, el doctor estaba hablando con mi madre, dicíendole que esta tarde le darían el alta temporal y que dentro de una semana debería volver para las siguientes sesiónes de quimioterapia.
Para este tiempo, le recetó unas pastillas que tomar cada 4 horas y le ordenó que no hiciese demasiados esfuerzos. Yo le aseguré que me encargaría de controlar eso.Y, en cuanto el médico cruzó el umbral de la puerta y se fué, mi madre hizo gesto de levantarse, gesto que yo frené inmediatamente con un:
- ¿Donde te crees que vas? Echate ahora mismo.
- Voy a recoger mis cosas.
- No, yo lo hago, tu reposa que es lo que te han mandado.
- ¿Sabes que a veces eres muy pesada?
- Lo sé, creo que es genético.
Rápidamente recogí sus cosas para evitar que ella lo hiciese y luego, para entretenernos, cogimos una baraja que teníamos a mano y nos sumerjimos una entretenida y reñida partida.
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Como el Hielo
Teen FictionRuth es una joven normal, peliazul, pero tiene muy mala suerte en su vida, aunque quizás eso cambie con el tiempo. Amor, amistad, familia... ¿Superará con esto todos sus problemas?