CAPÍTULO 10 - Falta a clase

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Para cuando subí de nuevo a la habitación mi madre ya había acabado su primera sesión de quimio y estaba tremendamente pálida y ojerosa, parecía tener casi 20 años más.

Cuando me vio me dedico una sonrisa triste y se le iluminaron los ojos. La enfermera estaba allí, dejándole una bandeja con algo de comer y explicándole que le costaría comerlo pero que se tomase su tiempo. Y esto resultó ser cierto ya que tenía el estómago tan revuelto que le era difícil mantener algo allí, además se mareaba cada cierto tiempo y tenía que tumbarse.

La situación resultaba deprimente a más no poder pero yo la ayudé a comer y le sujeté el cubo cuando lo necesitaba mientras ella me daba las gracias una y otra vez y yo le respondia que no eran necesarias.

Cuando ese día pasé por el baño de la habitación (aunque se supone que yo no podía usarlo) y me mire al espejo me di cuenta de que yo también me veía mucho mayor, como si aquel día de las pastillas hubiese ocurrido hace años y pensé en qué habría pasado con mi madre si hubiese seguido adelante. Mi pelo volvía a verse sin color y mis ojos se mostraban firmes. Me di cuenta entonces de lo fuerte que podía ser y lo poco que lo había sido hasta entonces.
Me di una ducha de agua fría para despejar la mente y eliminar el estrés que tenía encima. Quizás el agua podría llevarse algo... Me fijé en lo pálido que estaba mi cuerpo, en la grasa que parecía sobrar por muchos sitios y en lo mucho que odiaba este cuerpo que me mantenía atrapada. Pero... ¿Qué más daba? ¿Acaso alguien es perfecto? Lo dudaba mucho... ¿Acaso se podía arreglar algo? Imposible...
Salí y me sequé frotando bien fuerte con la toalla para quitar los restos de estrés que pudiesen quedar y envolví el pelo con otra toalla para más tarde peinarlo y secarlo. Y esta vez evité el espejo cuanto pude, hasta verme obligada a pelearme con mi larga y azul cabellera.

Lis se pasó a verme unas horas después. Para entonces ya me había enganchado a un libro y no la oí llegar hasta que me lanzó una carpeta a la cabeza.

- Aaaauu....

- Ssshh - Dijo ella con un dedo delante de la boca y expresión risueña. - Vas a despertar a tu madre.

- Si serás... - Intenté poner cara de enfado pero quedó bastante ridícula. Así que cogí la carpeta que había volado hacía unos instantes. - ¿Qué es esto?

- Hombre... Los deberes y apuntes de hoy. ¿O te creías que podías no hacer nada solo con no ir a clase?

Volvió a reír. Luego su expresión se tornó seria y se acercó a la cama.

- ¿Cómo está?

- No muy bien, no puede casi ni comer.

- Bueno... En estos casos es lo normal supongo.

- Ya... Entonces, ¿que tal hoy?

- Bien, supongo... Se te echó de menos.

- Lo dirás por ti...

- Que vaa. Una chica de clase me pregunto por ti. Parecía preocupada. - Mi cara fue un cuadro. Nada tenía lógica.

- ¿Una chica? ¿Quién?

- Ay... no se como se llama.

- ¿Cómo no vas a saber cómo se llama?

- Oye... te recuerdo que llevo dos días aquí.

- Eso es verdad... - La curiosidad me mataba y Lis me metía más intriga cada vez. - ¿Morena?

- Todas son morenas. - Ambas reímos -

- Cierto. ¿Alta o baja? ¿Delgada o regordita? No se... ayudame un poco...

- A ver... En mate se sienta detras tuyo. - Algo dentro de mi encajó de repente, o se rompió, la sensación era indefinible.

- No puede ser...

- ¿Sabes ya quién es?

- Sí...

- ¿Y qué pasa?

- ¿Seguro que fue ella?

- Que sí... Pero, ¿quién es y que pasa con ella?

- Yaiza...

- Espera. ¿Yaiza no era...?

- Ajá.

Como el HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora