Mientras aún estábamos en el parque, hablando, riendo, llorando y compartiendo algún que otro beso, la lluvia decidió que ya era bastante y un diluvio se nos vino encima. Y aunque el olor a tierra mojada se volvió encantadoramente fuerte, la lluvia era demasiada. Decidimos rápidamente que había que ir a algún lugar cubierto, así que tras correr y refugiarnos bajo la cornisa de un edificio cercano temporalmente, completamente empapadas, hablamos de posibles sitios, decidimos que su casa era la mejor opción ya que ahora mismo no había nadie allí y quedaba relativamente cerca, asi que nos dirijimos a aquel lugar entre cornisas, balcones y toldos, y alguna carrerita que otra.
Yo aún recordaba donde era, había ido a aquel lugar muchas veces, aunque hacía ya tiempo claro.
Era un edificio enorme con un portal precioso y juraría que su piso era el tercero, cosa que confirmé cuando pulsó el botón del ascensor.
Nos miré a ambas en el espejo que había en este ascensor. Aún empapada, ella seguía preciosa, sólo un poco más alta que yo, pero con una figura perfecta, unos increíbles ojos azules de esos que tanto me encantan a mí, y el pelo casi negro e infinitamente liso, algo más morena de piel y con unos rasgos muy muy dulces. Y luego estaba yo, baja, regordeta aunque ya lo había sido bastante más, con unos ojos normalillos y unos rasgos bastante toscos para mi gusto. Un pelo que hace lo que le apetece cuando le apetece y teñido de un azul que había reflejado una gran tristeza en su momento, aunque ahora se veía algo más vivo. ¿Que habría visto ella en mi?
Ella se fijó en lo que estaba observando, vió cómo yo observaba a ambas y entonces, en susurros, me llamo:- Ruth
- ¿Dime?
- Eres increíble.
- Define increíble.
- Guapa, dulce, encantadora, inteligente, entre otras muchas cosas. Increíble y punto.
- Eso es imposible. No soy todo eso.
Se acercó más a mí, y me abrazó por la espalda y nos miró al espejo conmigo. Acarició mi chorreante pelo azul.
- Para mi lo eres. Y para ti deberías serlo también.
El ascensor se abrió, habíamos llegado al tercero aunque yo deseé que el viaje hubiese sido eterno. Y Paula salió, giró a la izquierda y se dirigió rápidamente hacia la puerta con una C.
Peleó con el bolsillo hasta conseguir la llave y abrió la puerta, después las colgó en un pequeño gancho en la pared de la derecha. Yo mientras tanto esperaba en el umbral de la puerta. Ella caminó hacia su habitación hasta que a mitad de camino se dió cuenta de que yo seguía en el mismo sitio.- Chica, ni que te fuese a comer...
Sonreí timidamente y entré de manera educada. Ella se rió.
- ¿Qué pasa?
- Te recuerdo que no hay nadie. Tú cómo en tu casa. Que además ya conoces esto.
- Eso es verdad...
La seguí hasta su habitación y me quedé asombrada de cuánto había cambiado aquello.
Me encontraba en silencio mirando a mi alrededor y, como siempre pasaba, ella se dio cuenta:- Lo se, he pintado y cambiado un par de cosas y ahora está un poco diferente, más a mi manera. Ven, sientate mientras te busco algo de ropa seca.
Me senté en su cama, aunque temiendo por la vida de la colcha blanca con un par de flores grises. Y me quedé observando el enorme cambio que había ocurrido en la habitación. Muebles blancos, pared gris y suelo negro. Y por último la alfombra, color rojo pasión.
- Me encanta la alfombra, es preciosa.
- Graciaaas. - Dijo ella con la cabeza sumergida en el armario.
- ¡Anda mira! - Exclamó de repente.- ¿No era tuya esta camiseta?
Mientras hacía esta pregunta una camiseta voló hasta la alfombra, justo a mis pies, de dónde yo la recogí. La observé cautelosamente. Hasta conseguir un veredicto.
- Pues es posible. Me suena...
- Pruebatela entonces, debería valirte.
Me quité la camiseta mojada y se la dí para que ella la posase donde le pareciese que no mojaría nada importante. Ella se había quedado de espaldas por si me daba vergüenza... entonces me di cuenta de que mi sujetador también estaba empapado y tendría que quitarlo. Al final me lo quité también, aunque no sin cierto pudor. El pantalón también se fue y resulta que la parte inferior de la ropa interior también se tuvo que ir.
Cuando Paula vio esta prenda caer en el montón de ropa que ella había dejado a su lado, hizo un comentario:- Uy, ¿no te parece que vas un poco rápido?
Reía entre dientes aunque le noté un toque de vergüenza a ella también.
Me sequé con una toalla que ella había traído y me puse la camiseta.- Ya estoy. - Comenté.
Se giró y me observó de arriba abajo.
- ¡Vaya! Si que bajaste muchísimo. ¡Te queda enorme!
- Ya ves... - Dije yo mientras me reía tímidamente y escurría el pelo con la toalla.
- ¿Te importa si me pongo cómoda? -La pregunta me extrañó.
- ¿Cómo de cómoda?
- Puees.. Podría decirse que en pijama.
- Entonces de acuerdo. - Dije con una sonrisa en mi cara.
Entonces rebuscó bajo su almohada y le dí la espalda cómo ella había hecho anteriormente. A la señal de "Lista" me di la vuelta esperando verla en pijama cuando me la encontré en la misma situación que yo. Sólo llevaba una camiseta grande y ancha y un montoncito de ropa, incluyendo la interior, al lado en el suelo.
- ¿No ibas a ponerte un pijama?
- Umm... Yo duermo así, asi que... este es mi pijama.
- De acuerdo, estamos en tablas entonces. - Comenté mirando hacia abajo, a mi aspecto.
Aunque, a decir verdad, no me parecía que estuviesemos en tablas, ella estaba tan sexy que yo no podía pensar en otra cosa que no fuese la curva que marcaba la camiseta en sus caderas.
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Como el Hielo
Teen FictionRuth es una joven normal, peliazul, pero tiene muy mala suerte en su vida, aunque quizás eso cambie con el tiempo. Amor, amistad, familia... ¿Superará con esto todos sus problemas?