CAPÍTULO 4 - El infierno

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~ Corre por la ciudad, corre y no vuelvas, haz como el otro día pero quédate allí, perdida. Asquerosa, piérdete, o muerete. ¿Por qué no te has suicidado aún?~

Desperté bañada en sudor y con una horrible sensación en el pecho, como me llevaba pasando desde hace meses. Intenté pensar en otra cosa y me quedé mirando un punto en la pared hasta que la sensación desapareció. Entonces miré el reloj de la mesita: las 7:13, en exactamente 2 minutos sonaría la alarma del despertador en mi móvil así que me levanté ya en ese momento.

Empecé a vestirme como un robot, de manera mecánica con la ropa que había preparado la noche anterior, fui al baño y me peiné y después pasé a la cocina a desayunar. Cómo acabé pronto cogí mi móvil y miré instagram hasta las 7:48 que salí de casa hacia el instituto. Otro lunes de tortura empezaba.

Cuando llegué, la mayoría de mis compañeros ya estaban allí, saludé por pura cortesía aunque sabía que no obtendría respuesta. Me senté al lado de la puerta, con la espalda pegada a la fría pared y miré mi móvil una vez más. Entonces vino la sorpresa, tenía un whatsapp:

Hoy estas preciosa, como siempre... Lunes 8:06

Me hubiese extrañado mucho si hubiese venido del número misterioso, pero aún más me extrañó saber quién había sido, y era alguien que no estudiaba en este instituto.

Donde me has visto? Lunes 8:07

Bueno... Tu instituto no es muy grande ;) Lunes 8:07

La situación cada vez era más rara y casi hasta empezaba a darme miedo. ¿Cómo sabía Alex cuál era mi instituto? ¿Y porque había venido o pasado cerca?

No pude pensar mucho más porque enseguida sonó la sirena. Hora de matemáticas. Cuando la mayoría de mis compañeros y mi profesora ya habían entrado me levanté y me metí en aquella cárcel.

Me encontré con un garabato nuevo y gigantesco en la mesa. Algo así como una chica de pelo azul ahorcada, intenté borrarlo pero estaba dibujado a permanente así que me limité a poner los libros encima y mirar el reloj que había encima de la blanca pizarra. 54 minutos para salir del aula. 364 minutos para volver a casa. Una eternidad. Para mantenerme medianamente entretenida saqué la libreta que más fielmente reflejaba mi alma, mi mente y mi corazón, mi libreta de garabatos. Sólo yo podía realmente entenderlo. Un montón de pequeños textos de mi creación, letras de canciones que coincidían con mis sentimientos, dibujos varios e incluso tachones. Dejé mi mente en blanco y, cuando me di cuenta, mis garabatos estaban tomando una forma, la forma de mi actual mayor preocupación, mi mayor cacao mental, mis mayores dudas. Estaba tomando la forma de unos profundísimos ojos azules.

-Ruth, ¿cuales son las soluciones de este sistema?

Ventajas de hacer los deberes, no prestaba atención, pero tenía la respuesta.

-6 y 20

-Muy bien.

Se oyeron los cuchicheos habituales de fondo, que como siempre ignoré, conteniendome a mi misma, diciéndome que contestarles no serviría de nada.

Para cuando acabó la hora ya tenía también un largo texto escrito, en este caso sobre mi otro actual rompedero de cabeza, mi mensajero misterioso.

Afortunada o desafortunadamente la profesora de física no vino, así que teníamos una hora libre. Todos se sentaron con sus grupos habituales y, en un momento, me había quedado sola.

Así que saqué el móvil de nuevo.

Y... qué haces en mi instituto? Lunes, 9:09

Por otro lado, me llegó un nuevo mensaje inesperado:

Qué tal estás hoy? Lunes 9:11

Tu tampoco tienes clase? Lunes 9:11

Miré a mi alrededor, si esto era así probablemente el admirador secreto estaría aquí, en mi clase. Analicé las manos de todos y cada uno de mis compañeros, uno por uno, pudiendo descartar sólo a unos pocos que no estaban usando el móvil, un acto inútil ya que casi todos lo estaban usando.

La curiosidad me invadió de nuevo, ¡¿es que nunca lo descubriría?!

De verdad no puedes decirme quién eres? Lunes 9:13

Entonces llegó su respuesta, desanimándome como siempre.

Es por tu bien Lunes 9:14

No entiendo nada Lunes 9:14

Lo siento Lunes 9:15

Justo en ese momento picaron a la puerta, muy suavemente, casi ni se notó, y una cabeza asomó, no era nadie conocido.

-¿Es esta la clase de 1º de BCT?

Su voz era casi inaudible, apenas la oí, tenía una voz muy dulce pero muy muy suave.

-Sí, es esta.- Contestó alguien.

Entró de manera muy silenciosa, se movía tan sigilosa como un gato en la oscuridad.

Miró a su alrededor y descubrió que la única silla libre estaba a mi lado así que se acercó.

-¿Puedo sentarme?- Preguntó casi en un susurro.

-¡Claro!

Se sentó en silencio. y así se quedó un buen rato.

-¿Que tenemos que hacer?- Preguntó más tarde.

-La profesora no ha venido así que tenemos la hora libre. Por cierto, yo soy Ruth, eres nueva, ¿verdad?

- Me llamo Elisabeth, pero suelen llamarme Lis, me acabo de mudar desde Canadá.

-¡¿Canadá?! Vaya... Siempre he querido ir allí.

Sonrió, aunque su sonrisa se tornaba triste

-No es nada del otro mundo.

Como el HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora