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Diciembre.

Se podría decir que el mes de diciembre es el mes favorito de todos, porque se acaba la escuela, llega la Navidad y no tienes que casarte con chico que odias con tu alma.

En dos días era la maldita boda.

Joaquín y yo ya nos graduamos. Él creo que va a ir a trabajar en la empresa de nuestros padres. ¿Yo? Perdí mi posibilidad de ir a la escuela de modelaje con mis amigas. Ellas se convertirán en las modelos más famosas del mundo; en cambio, yo seguiré encerrada en mi prisión.

Sin embargo, tengo un secreto que no se le he contado a nadie.

Hace unos meses envié una solicitud de ingreso para una beca en la Universidad de Harvard. Yo sé que después de toda esta locura, me voy a separar de Joaquín. Además, conseguiré mi recompensa. Pero mis ganas de ir a Harvard eran grandes, ya que...adoro la matemática.

Mi abuelo fue un gran matemático, me enseñó todo. Cinco años después el murió, dejando a una niña de 13 año sola.

Ya en el futuro, intentaba pasar desapercibida en los exámenes. Estudiaba y en el examen fingía copiar el examen del otro, así mis amigas sabrían que yo no soy una cerebrito. Igual con todas las materias.

Esto nadie lo puede saber.

Cambiando de tema, ayer llegó el famoso vestido. Les voy a ser sincera, era bellísimo.

El vestido era largo y por la parte de abajo deslumbraban un montón de flores rojas. El velo era largo; además, por la parte de arriba lo adornaban una corona de flores rojas.

Yo no me había preocupado por el vestido, solo quería que esto sucediera y punto. Pero con solo ver las hermosas flores que resaltaban mi color favorito, me hizo pensar por un momento que me iba casar para ser feliz el resto de mi vida.

***

La gente no para de llegar. Todos los asientos estaban llenos. Algunos tuvieron que quedarse parados.

Les juro que yo no conocía a nadie.

La única cara que me era familiar fue la de Pedro, el mejor amigo de Joaquín. Todos eran amigos de mis padres o los de Joaquín.

Nuestros padres decidieron hacer la boda en el jardín de la familia Ochoa. Yo cuando lo supe, me enojé. ¿Quién celebra una boda en un jardín diminuto? Me equivoqué: su jardín era más grande que la casa, creo yo.

Yo me encontraba en el cuarto principal que se encontraba en el segundo piso, dejándome tener una vista gigante del jardín. Se supone que la gente no me podía ver, sobre todo el novio, pero me importa un pepino esas mierdas.

Estaba muy nerviosa, ya habían llegado mis náuseas. Traté de pensar en cosas felices. Un ejemplo: tal vez acepten mi solicitud a Harvard y me puedo ir de acá. Les juro, si me aceptan, cogería mis maletas, y me iría directamente de aquí y nunca volver.

Miré otra vez por la ventana. No encontraba a mis amigas. ¿Habrán venido a apoyarme? Al parecer no, ya que la ceremonia ya iba a comenzar.

***

Toda la gente me observaba caminar.

Siempre me había gustado ser el centro de atención, pero hoy no sé qué me pasaba y me puse roja. Mi papá no me acompañó, estaba sola.

Vi a Joaquín al frente mío mirándome. Usaba un traje negro con una corbata roja- ¡Esperen! ¿Soy yo o habían aceptado el color que yo propuse? - Su cabello castaño, como siempre, sin peinar.

Cuando llegué donde él intenté caletear mi sonrojo y lo miré con odio.

-Odio esto- murmuró.

-Bienvenido al club-le respondí.

El padre Gregorio se encontraba al frente nuestro. Su cara radiaba tranquilidad y paz. Espero que nos tenga paciencia a mí y a Joaquín.

***

-Yo, Joaquín Ochoa, te pido a ti Carolina Domenech que seas mi esposa, porque... ¿Qué más seguía?

El padre estaba observando demasiado cansado a Joaquín, ya era la segunda vez que le preguntaba.

-¡Ah, ya me acordé!-dijo, generando risas entre los familiares y amigos- Porque te amo y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Sus ojos verdes me hipnotizaban. ¡Por qué esto era tan difícil!

-Yo, Carolina Domenech, te acepto a ti Joaquín Ochoa como mi esposo porque te amo y también prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

No sé si eso salió de mí, eran palabras perfectas para un casamiento perfecto.

-Que el Señor confirme este consentimiento que han manifestado y cumplan ustedes su bendición. Lo que Dios acaba de unir, no lo separe el hombre-nos dijo el padre Gregorio.

Luego, Joaquín y yo nos entregamos los anillos.

-Ahora los declaro marido y mujer-miró a Joaquín- Puede besar a la novia.

Esa era la parte que me tenía más nerviosa. Él también me miró nervioso. Después, vi a mi madre haciéndome señas que ya lo besara. Nos acercamos lentamente y nos dimos un pequeño beso.

Toda la gente aplaudió feliz.

Listo, esto por fin acabo.

Lamentablemente, me había vuelto la esposa de Joaquín Ochoa.

***

Me acuerdo un día cuando me fui a la playa. Habían un millón de pájaros volando en el cielo. Yo siempre me he preguntado si eso era la libertad. Volar, sentirse libre.

De chiquita los perseguía, quería que me llevaran con ellos, pero solo con escucharme, se iban. Mi destino siempre fue estar atrapada acá, en la tierra.

Voy a aceptarlo, cambié, y mucho. Pero me gusta este cambio en mí. Amo ser la reina y obtener todo lo que quiero, así me olvido de que nunca podré extender mis alas e irme.

¡No! Nací para ser la reina. Concéntrate, Carolina.

-¿Cómo andas, esposa mía?

-Cállate, estúpido.

Joaquín rio y se sentó al lado mío. Estábamos todos en las mesas para que nos trajeran el pastel de bodas.

Pasando unos minutos, el pastel llegó. Media dos metros, literalmente.

Todos gritaban que cortamos la torta juntos y no sé qué michi. Bueno, la iba a cortar hasta que se me ocurrió una idea. Agarré un pedazo de torta con la mano y sin más, se la tiré a la cara de Joaquín.

Así iba a saber que yo era esposa de nadie.

Para mi sorpresa, un poco de pastel cayó también en mi cara. Cuando me quité pedazos de torta de los ojos, vi a Joaquín con una sonrisa de oreja a oreja.

¿Quiere guerra? Bueno, guerra tendrá...

Rápidamente los dos cogimos pedazos de torta y nos la empezamos a tirar unos a otros. Pude a oír el grito de mi mamá diciéndonos que pare, pero no, quería llenar a Joaquín de torta. De casualidad botamos la torta al suelo, me valió madres, igualmente tiré a Joaquín sobre la torta que estaba en el suelo desparramada y nos empezamos a mancharnos de pastel de chocolate con crema de vainilla.

Por eso les dije que nos tengan paciencia, Joaquín y yo no éramos una buena combinación.

NOT EASYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora