Once.

2.2K 122 30
                                    

—¡Eso ha sido realmente excitante! —dije mientras entrábamos a la habitación y dejábamos los bolsos con dinero en el suelo.

—Si, no me quejo —movió su mano dandole menor importancia.

Dejo las cosas que sostenía en mis manos, mi bate y mi pistola, y comienzo mi camino hacía mi bebé que se encontraba con su mirada fija en las luces de la ciudad, bastante pensativo, apoye mi barbilla en su hombro y pongo mis manos en su estómago.

—Mi bebé —sonrío sin que me vea.

—Deja de decirme así —gruñe.

—Nop —digo juguetona poniéndome frente a él y dejando besos por su cuello.

Rodea sus ojos pero no me importa, sigo con mi camino de besos hasta llegar al borde de sus labios. Pongo mi mano en su mejilla y mi frente junto a la suya sonriéndole.

—¿Me quieres?

—¿Qué? —me mira sin comprender lo que le acabo de preguntar.

—¿Me quieres? —ladeó mi cabeza a la derecha.

Frunce el ceño mirándome a los ojos, no recibo respuesta de él y comienzo a reírme a carcajadas mirándolo.

—¿Qué te causa tanta risa?

—Nada —sigo riendo sin parar.

—Estas loca —suelta dándome la espalda.

Corro hacía él subiéndome a su espalda —Loca por ti mi bebé.

—Bájate —trata de soltarme de él.

—Nop —río.

—¡Que te bajes, maldición! —gruñe, me aprieta las muñecas soltándome de su cuello y me deja caer al suelo.

—Auchh —me quejo— eres un gruñón.

Me mira divertido mientras me sobo el trasero por el dolor que me causo la caiga. Lo observo fijamente poniéndolo un tanto nervioso y sonrío maliciosamente.

— ___ no me mires así —levanta su ceja izquierda.

—¿O qué? —le retó.

—O te mataré —sonríe victorioso.

—Tú no puedes matarme —río.

Se acerca peligrosamente a mí y me toma del cuello levantándome del frío suelo, solo le sonrió, no me causa temor alguno. —¿No? ¿Estás segura?

—Si, jamás me matarías, porque tú querido Dylan —sonrío de lado— Me amas.

Me suelta al decir esas dos palabras, ríe sin gracia y se gira dándome la espalda.

—¿Me equivoco? —dije con una dulce voz.

—Te equivocas —dijo de inmediato, sabia que se trataba de convencer él mismo de sus propias palabras.

—¿Por qué?

—Porque yo no quiero ni amo a nadie —mira el suelo.

—¿Por qué te niegas a quererme?

—No me niego —dice confuso y susurra muy despacio— Las voces no quieren.

Me acerco a él abrasándolo por su espalda y sonrío —No dejes que las voces nos separen, somos perfectos juntos.

Se gira y tuve que separarme de él, me mira y pude distinguir una gran confusión en su mirada.

—¿Perfectos? —ríe sin gracia— Somos un desastre.

Disaster • Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora