Catorce.

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Ha pasado un mes desde que nos fuimos del maldito centro psiquiátrico, hemos cometido muchos robos, asesinatos y otros crímenes juntos. Hacemos un excelente equipó los dos.

—Bebé ¿qué tienes planeado para esta noche? —dije masajeando sus hombros.

—Quiero sacar a Allison del centro psiquiátrico —cierra sus ojos relajándose.

Abro mis ojos como platos al recordar.

—¿Tú conociste a una tal Allison Argent?

Hice un poco de memoria, tratando de recordar mi pequeño tiempo en ese lugar y recordé cuando hable con una chica en el patio.

—Si, tuve la oportunidad de hablar con ella una vez. ¿La conoces?

—Si... es mi ex novia.

¿Por qué? —habla Dylan sacándome del recuerdo que estaba teniendo.

—¿Recuerdas al chico que mataste en el bosque? —dije suave y siento que una voz extraña habla.

"Por tu culpa. Fue todo tu culpa. Ahora no podrá estar con su amada. Tú eres la culpable. Tú lo mataste."

—¡¿Quién dijo eso?! —grite mirando a todos lados buscando a la persona.

Dylan se para y me mira confuso.

—¿Qué te pasa?

"Mátalo."

¿A quién? —susurró al vacío.

"Al único que se encuentra aquí, mátalo."

Esta bien —comenzaba a obedecer a la extraña voz que por primera vez escuchaba.

Dylan me observaba con nada mas que confusión en su mirada, me giré dandole la espalda y con la vista busque algún objeto con el cual pudiera matar. Hasta que mis ojos se posaron en la pistola de Dylan, me acerqué para tomarla entre mis manos y la acaricie lentamente.

"Mátalo. AHORA."

Cierro mis ojos y susurró para que solo esa voz me escuche —No me grites.

"Mátalo. Mátalo. Mátalo."

—¿Qué haces? —habla Dylan.

Comienzo a repetir en un leve susurró lo que me decía la voz extraña —Mátalo, mátalo.

Me giró para mirar a Dylan y me acercó lentamente, cuando estaba a un paso de distancia levanto mi mano en la cual sostenía la pistola y la dejo en medio de su frente. Esté no demostraba expresión alguna, solo miraba directo a mis ojos y una media sonrisa apareció en sus labios.

—Las voces —no era una pregunta, estaba seguro de sus palabras.

—Mátalo —dije. No, no quiero matarlo.

Mi cuerpo se movía por si solo, era una batalla entre mi cabeza y mi corazón. Puse mi dedo en el gatillo, cerré mis ojos con fuerza y siento el fuerte sonido del disparo que estremece mis oídos, mis manos caen a mis costados y agachó la cabeza.

Mi corazón lentamente se paraliza y por primera vez en mucho tiempo aparece un sentimiento de culpa en mí. No entendía por que había hecho lo que hice. Me sentía sola en este mundo, sola sin el amor de mi vida.

—Eres una perra, una maldita perra —mis mejillas comenzaban a humedecerse.

¿Lágrimas? ¿Acaso estaba llorando por un hombre? ¿Estaba llorando por Dylan O'Brien? ¿Lloraba por el chico que me hizo perder la cabeza?

—No llores que nadie ha muerto —esa voz tan familiar proveniente del chico al cual amaba con todo el corazón.

Abro mis ojos al instante de escucharlo y levanto mi cabeza lentamente para mirarlo, ahí se encontraba de pies frente a mí.

¿Acaso no lo maté? ¿El disparo no lo alcanzo? Pero, ¿cómo?

Miro sobre su hombro izquierdo —Solo me rozo la bala, algo en ti hizo que movieras unos centímetros mas la pistola y bueno, no me alcanzo.

—Oh Dylan —la emoción se apoderaba lentamente de mi ser.

Esa felicidad que hace unos momentos antes tenia y que había desaparecido cuando escuche la extraña voz, había vuelto a mi, la felicidad volvió a mi.

Me abalancé sobre él y enrolle mis brazos al rededor de su cuello.

—Oh mi Dylan —bese su mejilla— No sabía lo que estaba haciendo.

Él puso sus manos en mis caderas y sentí como aparecía una sonrisa en sus labios, mi corazón latía rápidamente de la emoción.

—Me asuste tanto, no se que me paso —estaba desesperada.

—Ya tranquila, ahora dime —me aleja y pone sus manos en mis mejillas haciendo que lo mirara directo a sus ojos— ¿Escuchaste una voz en tu cabeza?

—Si —puse mis manos en su pecho— Yo no quería dispararte, tú lo sabes.

—Lo sé, ahora tienes que estar tranquila y escucharme atentamente —eleva ambas cejas y yo asiento con la cabeza— Para controlarte de las ordenes que te dan esas voces solo tienes que cerrar fuertemente tus ojos y decirle a tu cabeza que se calle. ¿Entiendes?

Estaba confundida pero haría todo lo que él me decía —Lo entiendo. ¿Desde cuándo tú escuchas estas voces?

Me siento en el sillón y él a mi lado, pasa su brazo por mi hombro y yo apoyo mi cabeza en su pecho.

Suspira y luego de un largo silencio, habla.

—Cuando tenía diez años, antes era alguien normal, iba a la escuela, tenía amigos y sueños, eso recuerdo. Pero luego de escuchar estas voces extrañas, me deje llevar  por lo que decían y todos en la escuela me molestaban. Con el tiempo encontré la forma de controlar mi cuerpo ante las voces.

Eleve mi cabeza para observarlo y él me miro, nuestras miradas expresaban muchas cosas. Una de ellas era el gran amor que nos teníamos y la falta que tendríamos si a alguno le pasará algo.

—Estaré contigo siempre —deje un pequeño beso en sus labios.

—Yo también, te lo prometo —sonrío.

—Y bueno, ¿qué plan tienes para hoy? —pregunté ansiosa.

—Vengarme de Theo Raeken —sonrío hacía la nada— Con una muerte muy lenta y muy pero muy dolorosa.

—Sabes que te ayudaré en todo lo que tú quieras, mi bebé —dejo un beso en su cuello.

—Entonces pongámonos en marcha para preparar cada detalle, porque lo haremos esta noche —se levanta y frota sus manos con una sonrisa malévola en su rostro.

Lo miro con mucha atención, sus largos dedos, su piel blanca, su cabello negro despeinado, sus perfectos labios y la gran cantidad de lunares que tenía, claramente estoy mas que enamorada de este chico.

Disaster • Dylan O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora