Capítulo 4.

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Antes, como puse en la primera temporada, trataré de hacer los capítulos más largos, porque ya saben que mi celu, y todo eso. 

Enjoy it. 

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Mi padre y Jack estaban en el comedor, riéndose de la vida. Al verme, ambos sonrieron, yo sólo hice un ademán en señal de saludo. Jack fue ayudarme a bajar, y me dirigió al sofá para sentarme. Por sus miradas, me parecía que me ocultaban o querían decir algo. De mi padre nada bueno puedo esperar, de Jack, siendo sincera, tampoco. Es más, los primeres meses de casados, cuando aún no podía olvidar a Harry, era muy pesada con Jack, no le correspondía a los besos, lo negaba, y la única vez que me dejé llevar por él, fue cuando tuvimos relaciones. Todos esos meses, cada tres o cuatro días de las semanas, él me golpeaba. Por lo que harto tiempo tuve moretones, y aún me quedan una que otras marcas que no desaparecieron. 

Lo miré de soslayo recordándolo. ¿Él en verdad habrá cambiado? 

-Te tenemos una sorpresa. 

-¿De qué trata? 

-¡Volvemos a Londres! 

-¿E-en serio? ¡Es genial! 

-Sabía que te gustaría la sorpresa, amor. 

-¿Dónde viviremos? 

-Compré una casa, a unas cuadras de acá. Te encantará. 

-Gracias.-Musité. 

-No hay de qué.-Agarró mi mano y la besó. 

-Con permiso, iré a caminar. 

-Pero Sophie...-Interrumpió mi padre. 

-Lo necesito.-Exigí. 

Fui a vestirme y luego bajar cruzando mi bolso celeste pastel por mi hombro. Llevaba un vestido corto floreado, como plena primavera. Un chalequillo de hilo, y bailarinas también floreadas.  

Iría a la biblioteca central de Londres, gigantesca. Mucho por leer, y también por concentrarse. Aún mantenía esa sensación de ancias y nervios, hasta yo me estaba sorprendiendo de por qué me estaba sintiendo así. Y con cada paso que daba, la sensación iba en aumento. El sol me golpeaba molestosamente, y no traía gafas, por lo que iba con los ojos entrecerrados a causa de la sofocación del día, aún así, amaba los días soleados como éste.  

Divisé la biblioteca central, y también cuatro periodistas acercándose hacia mí. 

-¿Cómo te has sentido en estos dos años de casada, señora Connor? 

-¿Ha usted encontrado la felicidad con el señor Jack? 

-¿Cuándo planean tener hijos? 

Todas las preguntas iban «cómodas» por así decirlo. Hasta que apareció un periodista de «Daily». La revista londinense más entrometida de todas. 

-¿Aún te encuentras en contacto con ese muchacho de hace dos años atrás?-Preguntó. Me enojé-¿Es verdad que aquel chico estuvo viendo la boda de hace dos años? 

Esperen... ¿Que hizo qué? 

-¿Es verdad que le fue infiel con ese chico al señor Connor?, ¿Tuvo sexo con aquel joven? 

Sexo no. Hicimos el amor. Mi paciencia iba disminuyendo. 

-¿Es verdad que prefirió tener dinero con Jack, que amor con ese muchacho? 

-¡A ver!-Exploté-¿Me estás tratando de una put* interesada?, ¡Que recuerde yo, dinero es lo que menos necesito! ¡No eres quién para tratarme así, si yo no te he insinuado como una put*! 

Dicho eso, salí furiosa del lugar. Dejando a los periodistas solos. La biblioteca cada vez más estaba cerca, inhala, exhala, inhala, exhala. Relájate, maldita sea. 

Una vez que llegué, pude observar libro tras libro. Me senté unos minutos en una silla y comencé a contar hasta diez. Inhalé y exhalé una vez más y me paré. Me dirigí a la sección «Romance» buscando «Bajo la misma estrella». Sí, lo he leído muchas veces, como unas cuatro, pero eso fue hace dos años.  

No miré a mis alrededores, sólo buscaba el libro por los gigantes estantes de libros. Al llegar a la letra «B», vi la particular portada de BLME, y era el último que quedaba, por lo visto. 

Al acercarme rápidamente a sacarlo, me topé con otra mano intentando sacarlo. Genial. Aunque, de todas maneras, el libro sería mío, y mala suerte al que se quedó sin éste. Al mirar a la persona quien trataba de sacarlo también, mi mano quedó paralizada, y yo atónita, mi corazón se aceleró, y las ancias y nervios volvieron a mí. Nos quedamos mirándonos, sin saber qué decir. Mi garganta estaba seca, no tenía palabras. Sólo sentía que mi mundo se venía abajo, que las lágrimas volvían a mí, y que, obviamente no dejé que saliesen. Mi mentón comenzó a tiritar levemente. Sentía que mi respiración y corazón se aceleraban más cada segundo, y que en cualquier momento podría caerme, que podría comenzar a llorar, o simplemente salir corriendo. No podía creer lo que estaba viendo, los recuerdos volvieron como una torturosa película a mi mente. Mis brazos estaban lánguidos. Solté el libro, sin despegar la vista de esos ojos verdes esmeraldas, por los que deliré día y noche. Él también estaba atónito, su boca entreabierta por la sorpresa. Su semblante serio y nervioso, sus jeans ajustados, su vieja playera de los Ramones, su pelo perfectamente rizado. Sus penetrantes ojos no se despegaban de los míos, transmitiéndome más dolor, del que yo ya sentía. Mis ojos se humedecieron. 

Harry.

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