Capítulo 38: No me olvides

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KATNISS POV

Estoy esperando que Peeta llegue para salir a cenar. No hay servicio de gas en el edificio por faltas de pago, entre ellas, la nuestra. Ayer también se demoró más de lo necesario por ir a celebrar el cumpleaños de uno de sus compañeros de trabajo. Esos recicladores de casas decentes, beben más de lo que trabajan.

Camino de un lado al otro en este pequeño y sofocante cuartucho, la pintura en las paredes se está saliendo, todo huele humedad. Vuelvo a sentarme, mi pie no deja de moverse frenéticamente. Estoy llegando a mi límite, voy a salir a comer sola si no aparece, así tenga que encontrarme con todos pandilleros de la zona. Me hago un ovillo en el viejo sofá que venía con la habitación, le he puesto un cobertor porque me daba asco cuando llegamos. No sé en qué momento cierro los ojos y me abandono al sueño.

—¡Kat! Hey Kat— escucho. ¿Kat? Me levanto asustada, la voz de Peeta me llega extraña. Cuando logro enfocar bien me doy cuenta que el señor Mellark parece extrañamente ebrio. Lo miro frunciendo el ceño, creo que las arrugas de mi frente hacen un surco profundo cuando me molesto.

— ¿Peeta?— salto a un lado cuando intenta tocarme.

—Hola amor— me sonríe. No dejo que me toque, lo aparto de un manotazo. Esto es imperdonable. ¡Me mata de hambre por irse a alcoholizar con esos vagos!

— ¡Nada de amor! ¿Dónde diablos estabas?— pregunto a punto de lanzarle algo.

—Salimos con los muchachos...

— ¡Te desconozco Peeta! ¿Tu borracho? ¿Qué carajos de pasa?

— ¡No me pasa nada!— me dice arisco. Parece que mis palabras le hacen reaccionar. –Sólo estábamos olvidando problemas...

— ¿Olvidando problemas? ¿Eso hacen en esa cantina de mala muerte? Pues me importa un pepino que esos vagos, ladrones olviden sus penas en un antro. Eso no hace que desaparezcan. ¿Pero tú? ¿Tú, Peeta? Te creí mejor que esa gente, pensé que tú no caerías en eso.

—Cada uno tiene su límite— me dice dándome la espalda.

— ¿Llegaste a tu límite entonces? ¿Qué crees que siento yo? No sé dónde está mi papá, vendió mi casa, estoy enferma, no puedo caminar bien. ¿Y tú llegaste a tu límite?

— ¡Déjame en paz Katniss!— me dice antes de meterse a la cama con esa ropa sucia y sin sacarse los zapatos. Lo empujo con todas mis fuerzas hasta hacerlo caer al piso, me acuesto en mi lado de la cama y cierro los ojos. Antes de volver a dormirme siento que me quitan la cobija y la aprieto con fuerza en mi pecho.

Peeta me ha pedido perdón apenas se ha levantado. Le dolía la cabeza, ni por eso le hice mucho caso. Me alisté y me fui a trabajar, porque he conseguido un nuevo puesto de mensajera en una oficina. Llevo la correspondencia entre oficinas, deposito algunos cheques en el banco y hago mandados que nadie quiere hacer, como traer cafés y donas. Tiempo atrás jamás reparé en las muchachas que hacen este tipo de trabajos, cuando iba a la oficina de mi padre, los trabajadores menores eran invisibles a mis ojos. Incluyendo al personal de servicio. Hasta que Peeta Mellark llegó a mi vida, jamás reparé en la anatomía de los empleados. Y creo que hoy una pequeña y resentida parte de mí se arrepiente.

Aún sigo molesta con él por irse a beber con sus amigos, quisiera darle con la sartén hasta que se le rompa el mango.

Por la tarde, más tranquila salgo del trabajo, compro pasta para cocinar pero me quedo en el inicio de la escalera mirando como boba. Peldaños más arriba Peeta conversa con una joven que parece menor de edad. Ella sonríe y suelta risitas idiotas mientras él tiene un brazo recostado en la pared, quizás no sea comprometedor pero está dejando que invada su espacio personal y eso no me gusta nada.

Historia de un Jardinero - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora