Capitulo 68: Pasado, presente y futuro

724 37 21
                                    


(17 de octubre)

(Paula)

Son casi las 4 de la mañana, llegue a Málaga en la tarde, pero tenía que ocuparme del bar y si Pablo se enteraba que ya estaba aquí no me hubiera dejado en paz. Casilda lo sabía y me dejo la llave para que llegara a dormir ahí ni bien me desocupara, podría haber esperado hasta mañana, pero yo también ya necesito verlo considerando que nuestro último encuentro fue una discusión que no se solucionó en la mañana.

Intentando hacer el menor ruido posible camino por el pasillo hacia la habitación de Pablo, la puerta está abierta, pero él no está adentro... ¿Habrá regresado de Logroño? Si hubo algún cambio de planes, jamás me enteré.

- Está en el estudio. Lleva horas ahí, quizás se durmió.

Me giro sorprendida por la voz, y me encuentro con Casilda, con sus ojos semi cerrados, con el pelo alborotado y con expresión de sueño, sonrío... ¡Como quiero a esta mujer maravillosa!

- ¿Te desperté?

- No te escuché, quería un vaso de agua.

Le sonrío, y paso por su lado, la abrazo y beso su mejilla, ella resopla molesta.

- Sos la mejor.

- Tú y mi hermano, son tal para cual, están chalados los dos.

Camino a prisa hacia el estudio, dejándola caminar hacia la cocina, ya en el estudio abro la puerta despacio y me encuentro con la imagen más dulce, Pablo está tirado en el pequeño sillón del estudio, de costado, con su brazo sosteniendo su cabeza, su cabello desordenado... bello y acelerando mis latidos como siempre. Me siento en el piso a su lado, por unos segundos solo lo observo, su respiración profunda y acompasada, su expresión relajada como si nada lo perturbara, como si nada alterara ahora sus sueños... aunque no quiero molestarlo, es casi más fuerte que yo, deseo tocarlo. Paso mis dedos despacio por su mejilla, el contorno de sus ojos, el lunar, la barba que se esfuerza en vano por hacerlo parecer mayor y sus labios, esos labios que pueden ser el cielo y mi perdición al mismo momento... su rostro se contrae y se mueve un poco, sonrío por su expresión infantil y respiro profundamente embebiéndome de su aroma, cool wáter, chocolate y hombre... mi hombre... porque ahora más que nunca siento que por fin es mío. Me acerco despacio y respirando sobre su rostro, rozo levemente mis labios con los suyos... sus ojos se abren lentamente y retrocede confundido, cuando parece entender la situación y reconocerme, me regala la más bella de las sonrisas, me regala su luz y vida a mis venas.

- Paula... ¿Qué hora es?

Se sienta en el sillón, sigo arrodillada frente a él, y lo miro, casi sin pensar demasiado vuelvo a tomar su rostro entre mis manos y lo beso profundamente, su rostro primero tenso se relaja lentamente y me corresponde el beso, en segundos sus manos ahora más despiertas presionan mis brazos en un intento por impedir que me aleje. ¿Cómo alejarme? Si lo único que quiere mi cuerpo es tenerlo más y más cerca.

- ¿En serio te importa saber la hora?

El solo sonríe, lo empujo despacio contra el respaldo del sillón y me siento a horcajadas sobre él, por unos segundos nos miramos, como si buscáramos que decir, pero no hay nada que decir, no necesitamos decir nada, solo lo necesito a él, siempre. No importan ni las discusiones, ni el tiempo separados, ni sus estupideces... solo lo necesito a él.

Su boca vuelve a la mía con urgencia, y puedo darme cuenta que todo él ya ha despertado, su lengua se mueve con la mía y sabe a chocolate y al mismo cielo, muevo un poco mi cabeza para que puedan moverse juntas, en un baile sensual que me hace perderme, se deslizan juntas, están acostumbradas a bailar juntas y aun así parecen descubriéndose. Pronto el oxígeno comienza a faltar y se aleja, mis manos pasan a su cuello y acaricio despacio su cabello y el baja sus labios por el mío, besándolo y saboreándolo, succiona despacio la piel, mientras sus manos acarician mi costado bajo el vestido que ya está enrollado en mi cintura, roza el sujetador para terminar en mi espalda donde deja movimientos circulares... todo mi cuerpo parece haberse convertido en flan, no tengo fuerzas para nada más que para sentirlo, un temblor me altera cuando siento el sujetador desaparecer de mi cuerpo y vuelve sus manos a mis pechos donde se detiene dedicándose a ellos casi con devoción, su boca sigue en mi cuello, muerde mi piel despacio y no puedo sentirme más perdida... con él ni siquiera soy capaz de reconocerme, baja las tiras de mi vestido y deja mis pechos libres frente a el, me mira y puedo sentir su aliento en ellos, un escalofrío me recorre entera cuando su boca reemplaza sus manos y llevo mi cuerpo hacia atrás de manera inconsciente para facilitar el contacto. Sus manos recorren mi cuerpo y me siento incapaz de meditar y entender la forma en la que Pablo me hace perder el control.

TERRAL - Detrás de la música -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora