•Veinticinco

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Tomás esperaba nervioso a que Gian llegara.
—Hola hermano, eh necesito dos ramos de rosas rojas. Con dos notas distintas
Gian miró confundido a Tomás.
—¿De acuerdo? ¿La misma dirección para los dos?
—No— Gian quedó en blanco, eso quería decir que le estaba mandando flores a otra chica, otra chica que no era Fernanda.
—¿Y ellas saben que estas mandando dos ramos de flores a chicas distintas?
Tomás miró con odio a Gian.
—Eso no te incumbe, tu solo has lo que te digo.
Luego, Tomás salió de la tienda dejando a un desconcertado Gian a sus espaldas.
Su novio había salido hace más de dos horas, Fernanda se sentía sola. Tomó la pequeña caja donde guardaba las notas y las comenzó a releer, una por una, hasta que llego al final de la caja, donde quedaba solo una nota, una nota que no era de su novio, una nota firmada por "el chico del flores" y a su lado un pétalo de tulipán marchito.
Pero algo le sorprendió a Fernanda y era que la nota de Gian estaba escrita con la misma letra que las notas de su novio. La misma letra, la misma curva de la "l", la misma redonda "a". Siguió observando hasta que se dio cuenta que ninguna de las notas las había escrito su novio.
Temerosa, tomó la carta que Tomás le había escrito para pedirle perdón. Era la misma letra que todas las notas, incluso al final de la carta había un borrón donde firmaba. Todavía se podía leer a contra luz. Decía Gian. Siempre había sido Gian. ¿Como había podido ser tan ciega?

El chico de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora