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Abrí la nevera y cogí la tarta casera de mi madre. Con un golpe de cadera la cerré y caminé hacia el lavavajillas tarareando, buscando una cucharilla con la que comerme el postre.

– ¿Compraste al final algo el otro día, Faith?

– No mamá, no encontré nada que me gustara.

Me senté en la cocina y miré a mi madre. No era del todo mentira lo que le estaba diciendo, sí, había encontrado un precioso vestido. Sí, me lo había probado, pero era simplemente una prenda que no estaba hecha para mí. Mis muslos no se veían bien en él y alguien me hizo ver eso antes de comprarlo. Por un momento recordé a aquella chica. Maldita grosera. Seguí comiendo, recordando lo que me dijo y como me hizo sentir. La tarta que estaba en el plato dejó de ser apetitosa. La tiré a la basura, escondiéndola entre las demás cosas que había para que mi madre no la viera, sintiéndome mal por haberla cogido siquiera de la nevera.

Antes de irme hacia mi habitación, miro por la ventana y la veo. Veo a la chica del probador. Rubia y alta, con un cuerpo de modelo que me hacía envidiar. La chica se acercó a la ventana cerrada de la cocina y vocalizando dijo: gorda. Sus labios pintados de granate se curvaron en una gran sonrisa, mientras hacía el gesto de comer, burlándose de mí.

Por primera vez tuve ganas de vomitar.

faith » lesbianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora