Capítulo 6. Te encontré.

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Apenas habían pasado un par de días de aquella visita inesperada, estaba en su oficina firmando papeles atrasados, de esos que ya no se podrían evitar, cuando llegó Riza, con una carta en sus manos...

– ¿Qué es eso? –interrogó apenas se centró en lo que estaba en sus manos.

– es una carta enviada de un hospital psiquiátrico que está ubicado al sureste de aquí, viene dirigida a usted coronel –le respondió mirando la carta que luego le entregaba.

– psiquiátrico...qué extraño –comentó, mientras la recibía.

La sostuvo uno segundos y sin más la abrió, sin siquiera revisar exactamente quien la enviaba.

Sus ojos fueron directo a las palabras escritas a mano.

"Para el joven que me ayudó a salir hacia adelante.

Bueno, nunca nos presentamos formalmente, por lo que quizás no se acuerde de mi, para entonces recordárselo le diré lo mismo que me dijo en ese lugar.

... los problemas no se solucionaran dañándose a sí mismo, busque la salida, yo ya he perdido mucho y ahora pago las consecuencias...

Sabe al final solucione todos mis problemas cómo se deben y me fui a un hospital psiquiátrico para estar en paz, mejor dicho para que nadie me molestara. Quizás cuando llegue esta carta sea demasiado tarde y ya me haya ido al lado de mi esposa, pero quiero darle las gracias por su consejo, porque después de todo logré disfrutar la vida otra vez.

Posiblemente usted sabía que yo haría lo que hice o que nos conoceríamos, pero lo que usted nunca supo, fue que yo sabía quién era la persona que ama y le digo que está vivo, lo encontré. Es un buen chico, además de guapo, ahora debe de estar enojado conmigo porque lo deje solo en ese lugar de locos, pequeño enojón...

Ayúdelo a recuperar su memoria el es un buen chico, en el sobre hay unos papeles del banco, le deje toda la herencia a el así que saque todo el dinero y sáquelo de ahí para que pueda ser feliz, se que también lo que siente por él es fuerte ya que de seguro aun lo ama, hombre como usted puede seducir fácilmente, mi instinto masculino me lo dice, así que hágalo feliz, reconquistarlo y como usted lo conoce mejor que yo, vaya poco a poco dándole o otorgándole los recuerdos, porque persona que no sabe quién fue y lo que vivió, no es feliz nunca.

Le enseñe muy poco, le dije muy poco por como es la vida en realidad, había veces que lloraba entre los sueños, quizás hizo algo malo, pero no lo regañe, ya que es solo un niño dentro de un cuerpo adulto ¿ya?

Dígale que me sentí feliz de haberlo conocido y que fue como un hijo para mí, que siempre que sonreía me hacía feliz sin importar la circunstancia, a pesar de que solamente lo conocí hace 7 meses. Además viví cosas que nunca había hecho con mi hijo.

Cuando vaya a buscarlo pase con él, unos cuantos días en aquel lugar ya que debió de tomarle cariño y muéstrele la carta, enséñele que las enfermeras no son malas puesto que el pobre esta traumado el ¿Por qué? Eso pregúnteselo usted, cuando se lo explique se reirá, yo lo escuche y créame que me reí durante dos días, que estupidez.

Quiero que después de que recupere su memoria vaya a mi tumba y me cuente como es en verdad, que me diga su historia...

Y lo último que le pido es que diga estas palabras...

Edward, nunca estarás solo, los errores pocas veces son malos...siempre estaré a tu lado.

Para ti, pequeño.

La dirección está en el sobre, joven y que sea feliz con él.

Se despide Tom Albert....

¿Me recuerda?"

No pudo evitar el asombro de inmediato al recordar de dónde había escuchado ese nombre, un vecino de la calle en la que había estado viviendo los primeros años que conoció a Edward. Examinó el sobre, encontrándose con la documentación que había informado y en el exterior la dirección.

Se colocó de pies de golpe, tomó un par de cosas bajo la atenta mirada de su compañera de trabajo que no comprendía nada de lo que estaba sucediendo.

– Roy ¿sucede algo? –preguntó la mujer mirándolo confundida.

– parece que no estaba para nada equivocado –comenta excitado y feliz– si llega a suceder algo, avísame por teléfono, no me busque en casa pues no estaré, adiós –dijo velozmente saliendo de la oficina.

Fue directo a su auto para luego dirigirse a su casa, entrando y tomando de inmediato un bolso para alistar un par de cosas que le servirían para el no tan corto viaje en auto que tendría que llevar a cabo, para luego ir de nuevo al automóvil en dirección de donde provenía la carta, mientras conducía marcó el número de Maes, quien contestó inmediatamente después de dos tonos.

– Roy ¿Qué sucede? Me acaban de decir que te marchaste como si nada –hablo primero algo preocupado.

– lo encontré –dice emocionado aun– me llego una carta de un antiguo vecino que tenía los primeros años en los que conocí a Edward, lo volví a ver hace un años, después del incidente de Edward, él nos conocía –le respondió con velocidad.

– ¿Qué?

– Edward, no está muerto, está en un hospital psiquiátrico internado hace más de dos años, según lo que he de suponer de la carta...ahora voy para allá, que esto quede entre nosotros dos, según lo que decía también, perdió la memoria.

– no lo...ten cuidado...parece sospechoso...después seguimos hablando y me dices si es verdad, adiós.

Después de eso siguió conduciendo sin importarle lo demás y preguntándose si era verdad o un simple sueño.

.....................

La mujer que estaba delante de él, tenía alrededor de treinta y cinco años de edad, vestía un uniforme blanco y sus cabello negros los llevaba en un moño sostenido por un pequeño sombrero, una enfermera que se llamaba Hannah y que tan solo le miraba con demasiado interés, lo que ignoro porque su mente y corazón están centrados en saber si él es Edward, aquel que está en una parte del edificio ¿Que sí es aquel que busco con desesperación? ¿Qué haría si lo es?... ¿qué haría?

Su corazón está tan acelerado, los nervios son peor cuando está justo en frente de una puerta de madera, que sostiene aun lado de esta, una placa donde dice tan solo "Edward" la mujer tan solo la abre. Es un cuarto que consiste de una cama de madera, para uno, con sábanas blancas, un suelo de madera, una enorme ventana con cortinas blancas también, un pequeño estante, otra puerta, seguramente siendo la del baño, un pequeño mueble blanco con un florero encima y flores marchitas en este. En la cama está la persona por la cual entregaría su vida, convida. Sus ojos son los mismos, sus cabellos contienen el mismo color rubio brillante, pero ahora son más largos y se hallan sueltos. Su delgadez y posiblemente su pequeñez también están, le invaden las ganas de abrazarlo, de besarlo y llorar en sus brazos, pero debe ser fuerte y mantener el control.

– joven, tiene una visita –dijo la enfermera que le estaba acompañando.

Sus ojos cayeron en ella, no estaba feliz de verla y eso se pudo ver en ellos, luego se desviaron a Roy, pero no hubo reacción...sintió como todo su mundo se derrumbaba, lo que decía la carta era verdad, pero quería confirmarlo. Se voltea a ver a la enfermera y cortésmente le pide:

– nos dejaría solos, por favor.

– ¡oh! Disculpe, si...claro –respondió algo nerviosa, mientras salía de la habitación.

Una vez afuera y la puerta sonó indicando que ya se había marchado y que estaba cerrada, Edward hablo.

– ¿Quién eres? –pregunto con total desconfianza.

Con aquello lo confirmó finalmente sus miedos. Había perdido la memoria, no le recordaba y por fin pudo desmoronarme interiormente.

Por favor... recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora