Capítulo 7. Deseos Anhelados.

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"¿Volvería a ser como antes?" se pregunta de nuevo, insistiendo y mirando hacia la ventana, concentrado en el paisaje que logra ver en el más allá "¿qué era lo que realmente me había sucedido?" "¿que había vivido?" "¿Dejaría aquella pregunta sin respuesta para siempre?" y "por otro lado ¿llegaría alguien para darle respuesta?"

Había vuelto a intentarlo con los doctores hace tan solo dos días atrás, pero después de tratar una tercera vez, sus esperanzas desaparecieron, había obtenido de nuevo silencio por parte de cada uno de ellos.

El viento que entraba desde la ventana era agradable y refrescante, lo que logró sacarlo de sus pensamientos y concluyendo de aquello, que era un buen momento para salir, pero no tenía demasiado ánimo o lo fue hasta que...

– joven, tiene una visita –informó entrando la enfermera llamada Hannah, una de las que hablaba mal de él a sus espaldas.

La sorpresa no fue su descortesía, al no llamar a la puerta si no que había entrando con un hombre que vestía con corbata negra, camisa blanca, de cabellos negros y ojos del mismo color, su mirada mostraba un sentimiento desesperado que Edward solo dejo pasar, por fijarse en los suyos. Tenía el presentimiento de haberlo visto en otra parte, como si ya lo conociera desde hace mucho.

Todos guardaron silencio a continuación, la duda no desaparecía ni el presentimiento de que lo conocía en el interior de Edward, su corazón extrañamente se comenzaba a sentir agitado y no podía negar que quería saber el ¿por qué?

De repente aquel desconocido para él, se voltea a ver a la enfermera y dice simplemente:

– nos dejaría solos, por favor.

Ese mismo acto le recordó a su difunto amigo, el también podía llegar a ser serio y directo si algo era lo que quería.

– ¡oh! Disculpe, si...claro –respondió nerviosa Hannah, tal vez al sentirse intimidada, mientras salía de la habitación.

La puerta sonó indicándoles que estaba afuera, cosa que bastó para Roy, a lo que Edward se aseguraba de que lo hiciera al mirar de reojo que hubiera hecho lo pedido por él.

– ¿Quién es usted? –pregunto sin siquiera meditar sus palabras antes de hablarlas y volviendo a centrarse en su rostro, por una parte, realmente quiere saberlo.

Guardó silencio como si pensara la manera en que responderle, que palabras utilizar...

– te quiero mostrar algo –dice como si nada, ignorando sus palabras– que te parece si lo hacemos afuera, ya que el clima es perfecto –propuso– no voy a hacer nada malo, solo quiero hablar... –aclaró.

El rubio se mantuvo en la cama observándolo, dudando en su mente. No perdía nada si era lo último que había dicho, a parte por muy extraño que fuera el no le provocaba para nada desconfianza o temor, como lo hacían los doctores o las enfermeras.

– está bien –respondió, después de unos segundos de silencio entre ellos. Una vez de pies – sígueme –agrego pasando por un costado del.

Ya afuera del edificio ambos tomaron asiento en aquel lugar que solía ser el favorito de Edward; la banca y el árbol que daba sombra, con un bello paisaje en el frente, aquel lugar que muchas veces había compartido con su amigo que ya no se hallaba en ese mundo, aún le dolía aquel hecho...

– ¿Cuál es tu nombre? –preguntó Edward, al pelinegro que ya estaba sentado a su lado.

El interrogado lo miro por unos segundos, al tiempo que sentía un dolor punzante en su pecho, aquello no lo podía ocultar. Luego de gesto doloroso que oculto al mirar hacia un costado de entre sus ropas sacó la carta, mientras le decía:

Por favor... recuérdame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora