3. Por todos los diablos

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Alexa tuvo ganas de echarse a reír. De acuerdo, tenía que reconocer que aquello le había pillado por sorpresa. Y, a pesar de que se había topado con más de un evangelista o testigo de Jehovah, jamás le habían pedido que se uniese a una secta satanista. En cualquier otra ocasión,les habría invitado a una copa con tal de escucharles y reírse de ellos. Al menos, eso es lo que solía hacer con los demás, no sabía si sería tan fácil burlarse mentalmente de los "testigos de Satanás". Pero, en cualquier caso, no tenía tiempo para ello. Su hermano estaba herido y necesitaba ser atendido.

—Mira —comenzó—, estoy segura de que el diablo es la leche, y si me dais un folleto me lo miraré, incluso puede que firme un pacto por mi alma, pero ahora no tengo tiempo para atenderos. Lo siento mucho.

Y se dispuso a cerrarles la puerta. De pronto, del cuarto de al lado sonó la voz de su hermano, gritando asustado.

— ¿Qué mierda?

Corrió al salón a ver qué pasaba, y se encontró a los dos satanistas de pie junto a Alejandro.

— ¿Cómo? —Preguntó sin comprender.

El moreno comenzó a reír entusiasta.

—Oh, esto es muy divertido.

Ella no le veía la gracia y su hermano, al parecer, tampoco.

— ¿Cómo habéis entrado aquí? —Gritó enfadada y un tanto asustada.

—Con un chasquido de dedos y creando un transbordador inter-dimensional —explicó el más bajo de los hombres, todavía riendo.

—Mejor cállate, Set —le ordenó su compañero rubio—. Se supone que tenemos que espantarlos, no explicarles cómo crear agujeros inter-dimensionales en el continuo espacio tiempo.

No entendía lo que estaba sucediendo, pero sus instintos de protección saltaron de inmediato. Alexa cogió lo primero que encontró, que resultó ser un florero de cristal, y lo empuñó como si de un garrote se tratase.

—Será mejor que os marchéis de aquí, antes de que llamemos a la policía —advirtió Aejandro, tan solo levemente preocupado

—Yo en tu lugar no haría eso —le aconsejó el rubio en respuesta, mientras el chico que aparentemente se llamaba Set, cruzaba los brazos, molesto por tener que permanecer en silencio.

— ¿Por qué no? —Preguntó Alexa, furiosa.

—Porque ayer mismo asaltasteis un yate y en consecuencia tú hermano está herido. No es el mejor momento para recibir a la policía, creo yo.

Entonces se hizo el silencio en la sala. Estaba pálida y su cuerpo se había quedado rígido. Extraño, porque podía sentir su corazón bombeando con tanta fuerza, que le sorprendía que su cuerpo entero no se sacudiera con cada latido. ¿Cómo sabía lo del robo? ¿A caso era un policía? ¿Un federal? ¿Pero entonces, por qué había fingido ser un charlatán? Tal vez se tratase de un chantajista.

— ¿Cómo mierda sabes eso? ¿Nos has leído la mente? —Preguntó su hermano. Estaba convencida de que el dolor de la pierna de algún modo le había afectado la cabeza. No era normal que dijese semejantes sandeces. Aunque lo cierto era, que su hermano rara vez era normal.

— ¿Qué quieres? —Cuestionó ella a su vez.

El rubio sonrió de forma endiablada. Sonreír de ese modo, debería estar prohibido. Hacía que se quedara sin aliento y se olvidara por momentos de odiar a aquel extraño. ¿Por qué las feministas no se ponían a ello? Ya estaban intentando prohibir cosas con mucha menos importancia.

—Quiero que dejéis el crimen y os comportéis como niños buenos —comenzó, completamente serio—. Quiero que volváis a ir a la iglesia y os confeséis ante un cura. Sé que no suelen ser los mejores para esta labor, vistos sus propios crímenes. Pero es a lo que se dedican.

Ángeles, demonios y otros seres de pesadillas (reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora