13. Sobre ángeles, demonios y juegos de mesa

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Por fin había conseguido acallar las preguntas del muchacho. Le había costado un gran esfuerzo, porque Alejandro era muy, pero que muy insistente y le caía demasiado bien. Sin embargo, había logrado aplacarlo. También ayudaba que le hubiese prometido una pronta visita al inframundo. ¿Y por qué no? Podía bajar con los gemelos al infierno aquel viernes y mostrarles solo las peores partes. Seguro que después de visitar el edificio de torturas y ver a los pecadores siendo destripados, gaseados, flagelados, no dudarían en convertirse fieles creyentes. Una parte de él, la que, por alguna extraña razón, todavía conservaba un poco de la moral del ángel que una vez fue, le reprendía. Sabía que aquellos hermanos no habían cometido crímenes tan graves y no merecían ver el horror. Sin embargo, no hacía falta bajar al infierno para encontrarse con cosas semejantes, incluso peores. Así que, cuando sentía esa pequeña voz debilitándole, se recordaba que su querido Padre dejaba que a cientos de mortales inocentes les pasara cosas mil veces peores en la tierra. A pesar de ello, le estaba costando volver a centrar su atención en la pantalla del televisor, y no dejaba de preguntarse cuando volverían los otros dos, y donde mierda estaba Set.

— ¿Has visto la película de Dogma? —Preguntó entonces Alejandro.

—No.

Con el rabillo del ojo vio la expresión consternada del chico.

— ¿Y la vida de Brian?

—Tampoco.

— ¿En serio? —Exclamó sorprendido.

—En serio.

—Pues creo que te gustarían —comentó—. Creo que deberías ver esas películas. De hecho, creo que debería ser obligatorio para todo ángel caído verlas.

Lucifer decidió que lo mejor era darle al botón de pausa. Estaban en un momento emocionante de la historia. Sin embargo, nadie estaba prestando atención.

—Me parece que no tiene mucho sentido continuar con la película, ¿verdad? —Indicó con un suspiro.

—No, no —se apresuró a decir Alex—, lo siento, continúa.

—Alejandro, si no te interesa el film, solo tienes que decirlo.

—No es eso —aseguró él, frotándose el cabello. Pero estaba claro que aquel no era el fin de la discusión. Luzz esperó, paciente, con la mirada fija en el chico, que se movió incómodo en su asiento antes de explicar—. Es solo que llevo ya un par de semanas aquí encerrado, pasando la mayor parte del tiempo sentado en este sofá, interactuando únicamente con la tele, mi hermana y un arcángel. Estoy un poco aburrido, eso es todo.

— ¿Cuánto tiempo más vas a tener que llevar esa escayola? —Inquirió Lucifer.

—Se suponía que solo tendría que llevarlo quince días, pero tuve un pequeño accidente...

— ¿Qué hiciste? —Preguntó Luzz, divertido.

— Me puse el pantalón al revés—dijo, señalando su pantalón de chándal—. Y Luego tuve la brillante idea de intentar cambiármelo mientras estaba de pie. Así que caí de bruces y... ¡otros diez días de reposo!

Supuso que debería sentirse molesto, cuando el demonio comenzó a reír. Pero enfadarse no estaba en su naturaleza, y debía reconocer que se había comportado como un tonto. De modo que solo sonrió y esperó a que su niñera se calmase.

— Los humanos sois un tanto bobos, ¿no?

—Dice uno de los hombres que se reveló contra su creador y la criatura más poderosa del universo. ¿Cómo esperabas que funcionara eso?

—Touché —admitió Lucifer sonriendo. Sin embargo, Alejandro detectó la pena en sus ojos, y por primera vez desde que lo había conocido, sintió pena por el ángel caído. Él sabía lo que era pelearse con un padre. Lo había hecho a menudo con el suyo. Y cuando este falleció, se prometió que no volvería a exaltarse o enrabietarse sin motivo. Su rebeldía adolescente terminó y ahora dejaba que Alexa se encargase de esa parte. De todos modos, a ella se le daba mucho mejor enfadarse.

— ¿Y si jugamos a algún juego? —Propuso, pensando que ambos necesitaban alejarse de sus pensamientos.

— ¿Qué tienes en mente? —El rubio arqueó una ceja inquisitiva.

— ¿Cards Against Humanity? —Se le ocurrió de repente. Estaba seguro de que el demonio disfrutaría del juego de cartas macabro. Seguro que alguna de las horrorosas cartas sobre judíos, gitanos y gente de color le harían reír. Después de todo, era uno de los líderes del infierno. El juego estaba diseñado para cuatro jugadores, aunque supuso que podrían arreglárselas de alguna manera. Es decir, él era un demonio. Seguro que podía llamar a algunos colegas para que se tele transportaran al piso. No le importaría conocer a más criaturas, si se parecían a Lucifer y Set.

—No sé qué es eso, pero por el nombre, dudo que Gabriel lo apruebe —comentó entonces Luzz, sacándole de su ensoñación.

Alex frunció el ceño un tanto decepcionado.

—Oh, bueno, pues podemos jugar a algún juego de cartas y ya está.

El diablo asintió, sacó una baraja de cartas de la nada, y comenzaron una serie de partidas sin sentido. Jugaron al mentiroso, al Rummy y al reloj. Comieron palomitas que Lucifer literalmente se sacó de la manga, en una escena bastante ridícula. Bebieron cerveza de la nevera de Alejandro, porque el gemelo empezaba a cansarse de que su compañero se limitase a chasquear los dedos para conseguir cuanto deseaba. Y luego, cansados de tantas cartas, pasaron a los juegos de acertijos. Probaron a jugar a ¿Quién soy? pero Lucifer no dejaba de escoger reyes de la antigüedad de los que jamás había oído hablar, y no parecía conocer a la mayoría de músicos o personajes de cine y televisión que él escogía. Aun así, Alex se divirtió muchísimo. En especial en la última partida, cuando le colocó a su niñera en la frente un papelito con el nombre de Gabriel y comenzó a responder a las preguntas de un muy frustrado demonio.

— ¿Soy un personaje de ficción?

—Apareces en algunas obras de ficción, sí.

— ¿Soy un hombre?

—A primera vista sí.

— ¿Soy un travesti?

Fue justo en aquel momento cuando su hermana y el arcángel se aparecieron en la habitación. Y Alejandro sintió como la barriga le comenzaba a doler de tanto reír.

— ¿Quién es un travestido? —Preguntó el pelirrojo extrañado.

—Tú al parecer —consiguió decir el gemelo entre risas.

Lucifer se quitó el papel de la frente, en apariencia avergonzado por haber sido descubierto jugando a algo tan infantil. Alex le imitó y miró cual era el personaje que le habría tocado adivinar de haber llegado su turno. Contempló alegré el nombre del rey Salomón y exclamó:

— ¡A este sí que lo conozco! Es el que partía bebés en dos, ¿no?

Gabriel lo miró horrorizado, mientras que Lucifer se levantaba y se preparaba para marcharse.

—Bueno —se despidió, con una leve inclinación de cabeza—. Ha sido un placer, damas y caballeros, pero creo que ahora será mejor que os deje para que podáis comenzar vuestras clases evangelistas de tardes.

Alejandro agitó la mano con rostro apenado. Y Alexa, a su vez, le sonrió petulante.

—Adiós, Lucy.

El demonio maldijo mientras se tele-transportaba en su despacho del infierno. Los gemelos le estaban haciendo quedar como un chiquillo. Tenía que asegurarse de que su próxima visita al inframundo fuese una auténtica pesadilla. Debía recordar la importancia de su misión. Y justo mientras pensaba en eso, alguien comenzó a aparecerse en su despacho.

— ¿Dónde diablos has estado?

Ángeles, demonios y otros seres de pesadillas (reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora