29. Emociones

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Aviso: este capítulo no es recomendable para personas con baja tolerancia a la cursilería ni homófobos. Contiene actos y pensamientos románticos un tanto empalagosos, que pueden causar exceso de azúcar en el cuerpo y que han dejado a la autora en mal estado. Se recomienda leer acompañado de sal o ácido (preferibles palomitas). No apto para diabéticos.


Los labios de Alejandro eran suaves y, cuando se abrieron, Lucifer pudo saborear el azúcar y las hierbas del té en su boca. Su cabello era una corta y afilada mata negra, en la que las manos del diablo se perdieron. Bajó una hasta su cuello, y al contacto con la piel caliente, decidió acariciar todavía más abajo, descendiendo los dedos por su espalda y dibujando los huesos de la columna.

Fue entonces cuando el cuerpo del humano se tensó.

En cuestión de segundos, Alex había retrocedido y se había alejado de su abrazo.

Lucifer quiso protestar. ¿Por qué arruinar un momento tan perfecto? Luego vio la expresión de su joven mortal, mezcla de horror y confusión, y comprendió.

—Lo siento. No era mi intención atemorizar o disgustarte —dijo tenso, pero intentando fingir normalidad. Sentía su corazón encogerse y oscurecerse de nuevo, y el vacío en su estómago, que por unos breves instantes había creído cerrado, se estaba convirtiendo rápidamente en un agujero negro—. Será mejor que me marche ahora. Enviaré a alguien con Set a impartidos clases a partir de ahora, si lo deseas.

— ¡Espera! —Le detuvo Alejandro antes de que pudiera retirarse—. ¿Por qué has hecho eso?

Lucifer exhibió la sonrisa perfecta que llevaba siglos perfeccionando, cuando contestó con otra pregunta:

— ¿Necesita un demonio motivos para sus actos?

Eso confundió todavía más al humano, que ya se sentía perdido en una situación extraña e irreal. Intentó adivinar si el dolor que veía oculto en los ojos celestes de su... ¿Amigo? era real o imaginaciones suyas. Cuando no pudo llegar a una clara conclusión, se limitó a responder de forma escueta:

—Supongo que no.

Luzz aceptó aquello como el fin de la conversación y se dispuso a desaparecer. Realmente no quería estar allí y tener que lidiar con tantas emociones. No cuando podía volver a su hogar y lapidarlas bajo toneladas de trabajo o miles de pastillas y botellas de whisky. Sin embargo, cuando Alex lo vio dirigirse al punto del salón por donde él y sus hermanos siempre desaparecían, le volvió a detener.

— ¡Espera! —Le rogó, y tuvo que aclararse la garganta, por el tono agudo que acababa de salir de ella—. ¿Por qué me has besado a MÍ?

Lucifer quiso maldecir la curiosidad del chico. Por lo general era algo que le atraía de él. En cambio, ahora solo deseaba que dejara estar las cosas. Nunca mentía, al menos no por norma general. No obstante, se encontraba bastante indispuesto a decir la verdad en aquel momento.

—Pensé que te gustaría —mustió, y sintió una pequeña satisfacción por no haber contado una mentira completa.

—Pero yo nunca he hecho nada... ¿He hecho algo? —Balbuceó Alejandro nervioso, confuso e incoherente.

Él se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.

—Hasta los demonios cometemos errores de vez en cuando.

Cuando una nueva pregunta llegó, evitando que desapareciera, Luzz estuvo bastante seguro de que algo no encajaba.

— ¿Y por qué ahora? ¿Qué he hecho? —Preguntó el humano. Jugaba con sus dedos de forma impulsiva y había dejado su camiseta olvidada en el suelo. Se veía adorable y Lucifer se odió un poco por ser tan débil y aferrarse tanto a una esperanza poco certera. Sin embargo, allí estaba, y parecía que el mortal no quería que le abandonara. Eso debía significar algo, ¿no?

Ángeles, demonios y otros seres de pesadillas (reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora