Después de una larga y placentera ducha, el dilema sobre que ropa usar para aquella visita inesperada no me atormentaba, parecía que nada me haría sentir mejor. Sin embargo, me puse una buena pinta.
Fuí a la cocina e hice un café bien cargado, eso aliviaba mi ansiedad. Luego volví a acercarme a la ventana y le pregunté al viejo gruñon acerca de esa visita, en resumidas cuentas, no me dió muchas indiaciones. Sólo que, quedaría muy asombrado y que posiblemente algunas ideas de mi cabeza no iban a volver a molestarme.
Habia recordado que la casa había entrado en embargo tras años de pleitos con alguien quien mi abuelo debía una suma sustanciosa de dinero y posiblemente entraría en subasta muy pronto.
Al volver a la cocina, ví al gato sarnoso con mi pedazo de pan y jamón en su pequeña mandíbula, tomé un pequeño jarrón que estaba en la entrada de la cocina, al lado del viejo refrigerador y lo lancé con tal fuerza que se quebrara en su cabeza, pero chocó fuertemente con el meson y se destrozó en mil pedazos; el pequeño felino salió despavorido. Fué una lástima no deshacerme de ese desgraciado en ese momento.
No quedó de otra que buscar en la nevera algo más para acompañar el café caliente, allí encontré una tostada, de esas que se le hechan a las sopas para darles un sabor y espesarlo; era tan dura y fría que sentí un diente caer al morderla. Cuándo me disponía a a sentarme sobre una butaca vieja de madera, y tomando con mi nano derecha el pocillo; sonó el timbre. El timbre emitía un sonido distorcionado como de unas campanas de iglesia.
Al escucharlo, me asusté un poco y se derramó café en mi camisa y me quemé la piel, casi grito del dolor pero me contuve. Me levanté y me dirijí a una ventana que estaba a uno o dos metros de la puerta, desde allí podía apreciar una silueta aguardando por mi, que yo le abriera la puerta. No podía ver muy bien a esa persona, era imposible detallar si era hombre o mujer; pues la espesa capa de musgo y verdes plantas bloqueaban mi vista.
Decidido pero con temor me paré frente a la fuerta, tomé el pomo de la puerta, la giré a la derecha y la abrí.
Al traerla hacia mí, lo primero que contemplaron mis ojos fueron otros de un tono café claro, unos finos labios pintados de un color rosa, su nariz algo respingada y un par de cejas que engalanaban su perfecto rostro.
Era una mujer, ¡y adivinen quien era!, ¡sí!, ¡ella!, la misma que me dejó plantado aquella noche igual de plantado que las mismísimas plantas de la pared de la casa. Nunca imaginé que ella estuviera ahí, en frente de mí. Quise saludarla de inmediato pero tartamudeé. Con un ademán le hice entender que pasara al interior de la casa, ella lo hizo. Se sonrojó un poco y al mismo tiempo estornudó. Le pedí disculpas por que sabía que en casa se respiraba algo de polvo a causa de las termitas que comían la madera.
No tuve otra opción que ofrecerle una taza de café y la aceptó. Entonces tomé la taza más nueva, la lavé cuidadosamente, la sequé y finalmente le serví. Con mis manos un poco temblorosas me acerqué y le dí la taza. Ella notó mi camisa manchada de café y preguntó que sucedió. En ese momento quise contarle que tenía un gato; aproveché para mentirle y decirle que los amaba y me gustaría rescatar a todos los gatos callejeros del mundo, hasta que por fin llegué al momento que ella tocó el timbre y se derramó el café.
Ella estaba encantada de estar ahí y escuchar la hazaña del recate del felino, cuestionó a cerca de narcizo, su procedencia, también de la casa y quienes vivían en ella.
Pero salí de allí, me dirijí a la sala y encendí como pude una vieja rockola que no funcionaba hace siglos, afortunadamente sonaba bien en ese momento que emitía una bella canción de Edd Sheeran. Curiosamente era una vieja rockola con música nueva.
Le pregunté si le gustaba bailar y emocionada me dijo que sí. Salió de la cocina y se dirijió hacia mi. Hice una pequeña venia, extendí mi mano y ella la tomó. ¡Era tan suave!, parecía porcelana fina. La tomé timidamente por la cintura y la otra mano sostenía la suya. Era un momento inesperado, mis quebrantos se habían desaparecido por completo, mis tristezas se habían esfumado. Ella me abrazó por un momento y se acercó a mi oido y me susurró algo en otro idioma que no comprendí, era portugués. Dijo algo como: "beije meu".
Al no entender, le pedí que me tradujera; y ella me respondió: "mejor te lo demuestro", y se acercó lentamente hasta tocar mis labios con los suyos. En ese momento nuevamente me petrifiqué, me sentí danzar esa canción de Edd Sheeran sobre las nubes de alelí, ahora volaba entre nubes sin la ayuda de las rafagas de viento que Luna provocaba. Estaba experimentando algo que jamás en mi vida había pensado experimentar.
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ENTRE LUNA Y YO -Primera Temporada
RomanceLa historia de amor entre un chico y una chica y también de una entrometida Luna enamorada de un imposible. Sabiendo que cada uno es protagonista de su propia novela, hoy decidí escribir la mía con hechos reales e irreales, personajes reales e imagi...