CAPITULO X - Ruidos

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Al llegar a casa eran casi media noche, lo sabía por que Luna estaba justo sobre mi casa y sabía que al ser casi las 6am ella empezaría a ocultarse y el señor sol estaría llegando. Al abrir la puerta principal de la casa, se escuchó un viejo chirrido que emitieron las visagras de la puerta. Sentí la casa estremecerse por un momento, hasta la teja más alta escuché moverse entre las demás.

Cerré cuidadosamente para no hacer tanto ruido y los vecinos se despertaran, creyendo que algo malo estuviese ocurriendo. Me dirigí a las escaleras de madera que conducen a las habitaciónes del segundo piso; y ellas también rechinaban cada vez que las pisaba una a una. Al llegar a la habitación, lo primero que ví fué al gato sarnoso sobre mi cama, esta vez no iba a tener tanta suerte. Me abalancé sobre él y en vez de huir, se estiró tanto que su pereza salió en un pequeño ronroneo. Lo tomé del lomo, me acerqué a la ventana y lo lancé con tanta fuerza que fué a dar sobre el pasto seco, ya estaba acostumbrado a salir disparado de la ventana y había ensayado sus caídas aproximadamente unas cincuenta veces. Como era de suponerse, cayó de pie sobre sus cuatro patas y corrió a esconderse de la lluvia.

Luego, me acerqué al viejo escritorio que había en mi habitación, me senté, encendí la lámpara, tomé unas hojas blancas de papel que tenía sobre una caja repleta de recuerdos, un lápiz carboncillo, y al comenzar con la carta, supe que no sabía que escribir, no sabía como expresar claramente lo que queria decir mi mente y mi corazón.

Quería impactarla, que no pudieran tener una escapatoria esos suspiros de su pecho, que estuviesen obligados a salir de sus profundidades, que fueran sólo por mí y para mí. Así que decidí hacerle un dibujo que involucrara aquellas cosas que solía hacer y sólo yo lo sabía. Empecé con algunos trazos queriendo dibujar un viejo árbol seco. Luego dibujé a un pequeño hombre recostado al árbol, que simulara estar sosteniendo una conversación con alguien, a lo que seguidamente dibujé a mi mejor amiga, dibujé a Luna, tan redondeta y solitaria como yó. Parecía un buen comienzo, el carboncillo le daba un toque sombrío pero también algo romántico con aquel mensaje que escribí en el espacio en blanco.

"Querída Jolie, desde el momento en que te ví tu sonrisa, he soñado una y otra vez con que tu rostro se ilumine de nuevo ante mí, cada vez que por esas cosas que llaman piropos elevas tu rostro sonrojado al cielo. Por cierto, fué un gusto recibirte en casa, me llamo Robert".

La doblé quriendole hacer forma de un corazón corrugado, sabía que estaba lista, pero le hacía falta un pequeñísimo detalle que la haría única. Me levanté y fuí a mi armario y de allí tomé el perfume que compre en la farmacia y le rocié casí la mitad del embase.

Bajé corriendo las escaleras, abrí la puerta y corrí hasta donde estaba el árbol, le hablé a luna y le pedí que llevara la carta cuidadosamente a Jolie, y luna prometió hacerlo.

Mientras corría de vuelta, pensé que no había sido una cartan muy bien hecha, me había tomado menos de una hora en crearla, pero era demasiado perfecta para la ocasión.

Volví a casa, cerré la puerta, subí las escaleras, me desnudé y me metí en mi cama entre mis sábanas. Podía dormir con un sentimiento de confianza en mi mismo, de alegría de soñar nuevamente con algo estable. Recordé que después de ese beso, no había lavado mis dientes, y esperaba no hacerlo mientras no estuviese seguro que volvería a besarla.


ENTRE LUNA Y YO -Primera TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora