Capítulo 31

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☆☆Prisión y reencuentro☆☆


El tiempo... ese amigo que a la vez es enemigo. El que no respeta nada pero el que muchos dicen que ayuda a curar heridas. El que trae consigo un futuro y nos deja tanto con los recuerdos más bellos como con los más dolorosos de nuestros días pasados. Se dice que no se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él...


Luna Lovegood pensaba que la vida era una aventura, un regalo. Por lo que atesoraba sus recuerdos más preciados en su diario secreto; los recuerdos que la hicieron reír, los que la hicieron aprender, llorar y enamorarse. Hubo un tiempo en el que estos últimos recuerdos fueron una completa revolución para ella. Trastocaron su mundo debido a un simple descuido que casi la hace perder su diario y le hicieron observar mejor a cierta persona. Se sentía nostálgica, pues esos recuerdos quedaron ya tan lejos, parecían un sueño... y dejó a esa persona tan distante... Pero sentía que le sirvieron de mucho. Ella no era una chica corriente, le daba igual, y su diario tampoco era un diario común, guardaba secretos que incluso ella misma desconocía hasta cierto punto. Guardaba una vida y el continuo recuerdo del infinito amor de la madre protectora a la que tanto añoraba.

Cómo pasaba el tiempo... Cómo había cambiado todo...

* * *

Bajo el cielo encapotado que cubría el pequeño y mágico pueblo de Hogsmeade la mayoría de los alumnos del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería esperaban nerviosos formando un gran tumulto frente al andén de la estación para regresar a sus casas por Navidad. El expreso no tardaría en hacer entrar a sus pasajeros, éstos estaban más que ansiosos de partir. Esta vez parecía que no iba a quedar nadie en el castillo. Las fechas eran lo de menos, sólo buscaban alejarse de la nueva dirección de su escuela, si podía seguir llamándose así.

Luna caminaba parsimoniosamente sorteando a la multitud con su pesado baúl y una mochila en forma de saco, bastante abultada y llamativa, a cuestas. Iba acompañada por una Ginny más distraída y callada que de costumbre, tenía en su rostro una leve nota de melancolía que intentaba disimular y que a veces sólo Luna notaba; y de Neville, quien se ofreció a ayudarlas con el equipaje. Los tres jóvenes localizaron un banco libre y decidieron esperar allí antes de que les fuera arrebatado.

La Ravenclaw miró al cielo con los ojos muy abiertos pero relajados, presentía una tormenta. Se sentó junto a Ginny a esperar. Ambas observaban el triste ambiente que las rodeaba; multitud de alumnos cargados con sus baúles que iban de un lado para otro, multitud de rostros decaídos, nerviosos, melancólicos y alguno que otro con cara de alivio, seguramente pensando que al fin se reuniría con su familia en Navidad y estaría a salvo. Se sentía la tensión y el miedo, y no solamente allí, sino por todo el mundo mágico. Y es que todo era tan diferente, tan sombrío desde que «El-Que-No-Debía-Ser-Nombrado» había vuelto a pronunciarse. Ahora había que andar con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto a todo.

En el colegio había un incesante control para con los alumnos, con severos e injustos castigos. Sin casi derecho a nada, tanto profesores como estudiantes se veían obligados a guardar silencio ante los ataques de los Carrow. Y Snape, como director, solo guarda silencio. Se echaba mucho de menos a Dumbledore, daba la impresión de que, al haber fallecido este espléndido director, la esencia del castillo se fue con él.

Ginny lanzó un suspiro y se puso en pie. Las puertas de los vagones comenzaron a dejar paso libre a los estudiantes. Los tres jóvenes se apresuraron para guardar su equipaje y buscar un compartimento vacío. Lograron encontrar uno gracias a Seamus Finnigan.

Secretos en la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora