Capítulo 2: La llegada de Astarté

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Después de que Hotaru escuchó esas palabras, su corazón se llenó de paz y armonía, pues se sentía privilegiada de que Svetlana la reconociera como su guerrera; aquella guerrera que desde tiempos inmemoriales había servido a la majestuosa guardiana de la sabiduría universal. Ahora había llegado el turno para que Hotaru sirviera a Svetlana, descendiente directa de la antigua guardiana de la sabiduría universal. Ella era hermosa, con una larga cabellera en un tono dorado tirando a rojizo, un color similar a los rayos del sol. Alta, con su piel en color blanco y sus ojos de color azul cielo, rostro angelical y una belleza incomparable. A esa mujer, la cual en un inicio no traía nada puesto, de la nada, un par de alas doradas llegaron a ella cayendo del cielo para incrustarse sobre su espalda. Dichas alas cubrieron todo su cuerpo para más tarde transformarse en una especie de armadura que la cubría casi en su totalidad, sólo dejando al descubierto su espalada, de donde salían unas alas, que de un color dorado brillante pasaron a ser platinadas o, mejor dicho, diamantadas. En la cabeza portaba una pequeña corona, justa a su medida con incrustaciones de diamantes, toda ella era esplendorosa. Hotaru jamás había visto semejante belleza en una mujer. La senshi del silencio se inclinó ante ella haciéndole reverencias y mostrando obediencia.

En ese momento Svetlana habló:

De pie Sailor Ángel de Saturno, ya es hora de comenzar y cumplir con tu misión.

Ordene mi señora. ¿Qué es lo que debo hacer?

Por el momento obtener una transformación más poderosa, después tomar una de las decisiones más importantes en tu misión. Así que primero transfórmate diciendo estas palabras: ¡Poder angelical del planeta Saturno, despierta!

Hotaru dijo esas palabras, y en ese instante el majestuoso palacio en el cual se encontraba comenzó a retumbar ante semejante poder. Aquella joven comenzó a levitar con los ojos en blanco mientras un destello de luz intensa la cubría. Tiempo después esa luz comenzó a desvanecerse dejando a Hotaru en su clásico traje de Sailor Saturn, pero con un brillo especial, agregándosele unas alas en color purpura que la identificaban como el ángel de Saturno.

Mi señora, ¿esto significa que logré obtener mi evolución máxima?

Todavía no mi querida Saturno, pero estás muy cerca de lograrlo. Aun así debes tener cuidado de cómo lo utilizas pues, aunque todavía te falte para llegar al límite de tu fuerza, con ese poder actual que tienes puedes destruir todo a tu paso y eso se evitará hasta que se obtenga el equilibrio entre ustedes de nuevo, ya sabes de qué hablo.

Sí, mi señora, lo entiendo, pero ¿Cómo lograr ese equilibrio nuevamente si ella ha...?

Si algo debes aprender con el paso de los años mi pequeña Saturno, es que jamás debes juzgar a primera vista, pues muchas veces nada es lo que aparenta ser. La vida es muy bella como tal, pero nosotros no somos nada en comparación del todo. En este instante seguramente estás pensado. ¿Qué es el todo?, yo te responderé fácilmente. Mira más allá de tus ojos y encontrarás que tu planeta guardián es Saturno y éste se encuentra fuera de la Tierra. Nuevamente dirás: «Svetlana enloqueció, pues solo dice locuras». Pero yo te diré de qué hablo. Si hablo de tu planeta guardián es porque estoy enfocándome al espacio exterior, a la vía láctea, que es nuestra galaxia y, mas aun te estoy hablando del universo entero. ¿Ya comprendiste? Lo que quiero decir es que cuando hablo del todo, me refiero al universo entero; y el mismo universo no tiene comparación con el que creo todo esto. ¿Tú debes saber de quién hablo? Entonces a eso me refiero pequeña. La mayoría de las veces nada es lo que parece ser, sólo sigue los sentimientos de tu espíritu, ese don que únicamente la humanidad posee y más nosotros que fuimos dotados de poder celestial. Gracias a eso tenemos ese don mayormente desarrollado, el maravilloso regalo a la humanidad; el regalo del espíritu que nos permite ser seres de gran poder. Con base a eso tú te darás cuenta de muchas cosas al paso del tiempo, pues todavía eres joven; sin embargo, no es un pretexto para que desconozcas de lo que te hablo. Eso es el todo y nosotros en comparación de ese todo, somos nada. ¿Has comprendido?

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