Capítulo 4: El renacer del Ángel de Marte

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 Habían pasado cuatro semanas desde que Makoto había vuelto a la vida y, aun era muy difícil para ella asimilar lo sucedido; pues esta vez ella tenía conciencia de todo lo que les había acontecido y aun seguía preguntándose en donde se encontraban sus demás amigas. Ella no daba crédito a lo que había vivido en el palacio del Moscova y del tremendo poder que Ekaterina le había mostrado, aun en ocasiones creía que todo había sido un sueño, pero el estar al lado de Hotaru le hacía aceptar que todo era verdad; pues Hotaru le explico lo que ella a su vez vivió y de su misión como ángeles planetarios.

Si bien era verdad que sus vidas de Sailor Senshis fue una etapa importante en sus vidas, esta nueva etapa, era aún más importante, pues la galaxia entera y parte del universo dependía del éxito de su misión. Makoto comprendió todo lo dicho y aunque para ella fuese muy difícil asimilarlo, recordó lo terrible que fueron sus muertes y con base en esa experiencia se propuso no permitir que eso volviese a ocurrirle a ella y mucho menos a su amado planeta y a su amada galaxia.

Hotaru y Makoto comenzaron con su entrenamiento espiritual para controlar el gran poder que ahora poseían y que debían manejar a la perfección para su batalla futura. Y así comenzaron su entrenamiento basado en su mayoría en meditación y control de su energía interna, esperando la llegada de sus otras aliadas.

Mientras tanto en el palacio Moscova se encontraban Svetlana, Elena y Ekaterina quienes estaban reunidas en uno de los tantos majestuosos salones del palacio, cuyo interior era enorme, con piso de mármol del más fino existente, incrustaciones de oro en este mismo, en las paredes de aquella sala había esculturas de querubines creados a base de oro, plata y diamante. Los pilares eran de estilo barroco y clásico y del techo colgaban candelabros igualmente de oro. Cabe señalar que en esa sala había muchas pinturas de hombres y mujeres desconocidos, aparentemente eran los ancestros de los habitantes de ese palacio, pues tres de esas pinturas eran de tres mujeres muy parecidas a las ya mencionadas. Ellas estaban sentadas en una gran mesa heptagonal la cual estaba diseñada de una manera geométricamente perfecta, como si estuviese específicamente adaptada para ellas y otras cuatro personas más. Eso era evidente, pues aunque pudieron sentarse de forma aleatoria no lo hicieron así, ya que en la mesa; la cual era también de mármol muy fino había un icono en cada uno de los lados. En la silla central, la cual indicaba el grado de mayor jerarquía, había un icono de uno de los arcángeles, era nada menos que el de Mikhail (Miguel), jefe de más alto rango entre los arcángeles y ángeles; pues era sabido que este arcángel era el jefe del ejército celestial. En la siguiente silla en la cual estaba sentada Svetlana, que a su vez se encontraba de lado derecho de la silla en la que se encontraba el icono mencionado del arcángel Mikhail, denotaba ser la segunda en importancia dentro de esta mesa, pues en su lugar estaba el icono del arcángel Gabriel (el mensajero celestial), y ella tomo ese lugar. La siguiente en orden de importancia fue Elena, la cual se sentó de lado izquierdo de la silla principal y en esta había un icono del arcángel Israfil (Rafael, protector de los viajeros y de la salud).

En este orden estaban: de lado derecho de la silla principal estaba Svetlana, del lado izquierdo de la silla principal estaba Elena y la silla principal estaba vacía, pues su dueño era obvio que se encontraba ausente. Mientras tanto, Ekaterina tomo su lugar en un costado de la mesa en una silla la cual tenía grabada una imagen de unas alas y un árbol hermoso, dando a entender que era la silla de la guardiana de la divina naturaleza universal. Sentadas ya las tres, comenzaron a dialogar sobre los hechos acontecidos con las chicas que recibirían su segunda oportunidad para regresar a la vida y así cumplir su misión en contra de Astarté y sus guerreros; no sin antes felicitar a Ekaterina por el gran trabajo hecho con el Ángel de Júpiter, pues había conseguido despertarla y purificarla.

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