5: Diane

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"El paso del tiempo la ha vuelto más fuerte, está dispuesta a luchar por su lugar. Está dispuesta a destruir a quien se interponga en su camino.".

Es temprano para estar aquí, lo cual me parece extraño, pero no le doy mucha importancia, me propongo disfrutar el momento. Tomo una ducha rápida, me peino, me maquillo y después salgo para coger un taxi y despejarme un poco. Miro por la ventanilla mientras el taxi avanza, a pesar de que algunos ya están comenzando sus shows en plena calle, nada se compara con lo que te puedes encontrar en una noche, por algo le dicen "La ciudad del pecado". Yo creo que los vicios están en todos lados y que pecadores somos todos, solo que las personas prefieren echarle la culpa a la ciudad, como si algo inanimado pudiera provocar algún efecto en ti. Como si los grandes casinos, el humo del cigarro, el alcohol en una copa y los cuerpos casi desnudos, pudieran obligarte a caer entre sus garras, no, la gente elige como dañarse a sí mismos nadie más. Justo como yo lo hago en este momento, no tengo porque decir que el cigarrillo es lo que me mata, sino mi decisión por consumirlo.

Le digo al chofer que pare cerca de una tienda departamental, le doy un billete y le regalo el cambio. Le doy un par de caladas profundas el cigarrillo antes de apagarlo y tirarlo a la basura, tal vez la contaminación que provoca el humo se contrarreste con mi buena obra de arrojarlo a un cesto. Cruzo las enormes puertas de cristal, me paro en algunas tiendas buscando mi vestido ideal para esta noche, quiero que sea provocador, que cause impacto y que se pueda deslizar fácilmente fuera de mí por si acaso me llevo un premio a casa esta noche. Luego de unas horas lo encuentro, es perfecto y de un color azul eléctrico, elegante y a la vez demasiado sexy, me encanta. Cuando miro el reloj, me doy cuenta de que ya han pasado tres horas, no falta demasiado para las ocho de la noche, me decido por cenar algo antes de volver a casa y prepararme para esta noche, si hay algo que detesto es: que las mujeres que beben pierdan todo el glamour al salpicar sus tacones de vómito.

***

Un par de horas después estoy lita. Me miro en el espejo, me agrada ver ese brillo perverso en mis ojos, sonrío con malicia a mi reflejo ideando que puedo conseguir esta noche. Me doy un último recorrido para verificar que todo esté en su sitio y tarde me doy cuenta de que mi vista se ha quedado clavada en la cicatriz que marca mi rodilla izquierda, la piel tiene un ligero tono rosado, es casi invisible, pero el recuerdo para mí se encuentra más que permanente, porque mi piel quedó marcada por culpa de ella y sobre todo porque fue el mismo día en que escapé de casa, dos días después de que papá murió.

Recuerdo sus gritos, como sus ojos estaban perdidos en una locura y en un dolor que le infligían imágenes que solo él veía, voces que sólo él escuchaba y sensaciones que sólo él sentía. Recuerdo como golpeaba su cabeza contra la pared hasta hacerse sangrar para intentar apagar las voces, o más bien la voz de ella. Decía que le habla desde dentro, que ahí era el único lugar donde su dulce corderito era realmente malvada, decía que no entendía por qué quería hacerle daño si ella era su favorita, no entendía por qué sus dulces ojos claros lo miraban con odio. Cada día fue a peor, nunca nos dijo el nombre de la voz en su cabeza, pero yo estaba segura de que era ella, Adelise. Y mientras él se deterioraba ella lo hacía también, nunca la vi llorar, pero si leía su diario, estaba tan triste que mientras leía esas palabras yo casi sentí compasión por ella, casi, porque la única culpable de que papá estuviera así era ella. Luego el sufrimiento acabo, sostenido por una gruesa cuerda meciéndose en las ramas de su árbol favorito.

No recuerdo si me sentía triste o enfadada, o tal vez un poco de ambas, pero recuerdo cada palabra de la carta que le escribí a ella. Sé que aún la conserva, es tan patética que seguramente se retuerce en su propia miseria cada vez que la lee.

Sé que eres tú, él nunca lo dijo, pero sé que eres tú.

Siempre dijo que eras su favorita, siempre te quiso más a ti, siempre trato de protegerte, siempre al pendiente de ti.

Fue todo ese amor que te tenía que lo llevaron a esa locura, terminaste envenenado su mente, terminaste por enviarlo a la tumba.

Que papá este muerto no es culpa de su enfermedad, es culpa tuya.

Que mamá se quede sin su esposo, es culpa tuya.

Si perdemos la casa y pasamos hambre, será culpa tuya.

Que nuestro hermano pequeño se quede sin un padre, es culpa tuya.

Todas éstas lágrimas, todo este dolor, toda esta ira, toda esta frustración es y serán culpa tuya.

Tú eres la única culpable de que nuestra familia se haya ido a la mierda, solo tú Adelise, sólo tú.

Tú culpa, tú culpa, tú culpa.

TU CULPA.

Había puesto el punto final cuando sentí que ella se acercaba, deje la nota encima de su cama, me eché la bolsa de lona al hombro y salí corriendo, se suponía que debía ser cuidadosa para que nadie me escuchara, no deseaba despedirme, pero resbale al bajar el último escalón, un pedazo grueso de madera se incrustó dolorosamente en mi rodilla, provocando que un grito saliera de mi boca y mamá se diera cuenta de lo que iba a hacer. Recuerdo su mirada de confusión y luego de dolor, ella y yo nos entendíamos bien; papá parecía encandilado con Adelise, por lo tanto yo también debía de tener a alguien que me protegiera por sobre todas las cosas y esa persona era mi madre. Me llevó a mi habitación y limpio mi herida, me arropó, depositó un beso sobre mi frente y luego salió tras desearme dulces sueños. Si se dio cuenta de que estaba a punto de huir no lo mencionó, pero que mi primer intento hubiera fallado no iba a decir que me daría por vencida.

Sacudo mi cabeza para evitar pensar en mi madre, en Adelise, en Josh, en mi padre, en todo lo que perdimos cuando él murió. Suspiro, cuento hasta diez mentalmente y emprendo mi salida hacia el corazón de la ciudad del pecado, esperando que las luces de colores, la música a todo volumen, unas copas, el humo de mi cigarrillo y alguna buena compañía, me ayuden olvidar todo de lo que he escapado.

Letargo I: SOPORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora