16: Adelise

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"No lo entiende, pero cuando comprenda la intensidad de su vínculo todo a su alrededor se desmoronará".

Siento como si un terremoto hubiese pasado por encima de mí y eso se lo debo a todo lo sucedido el día anterior, trato de ser positiva, nuevo día, nuevo comienzo. Me estiro y luego voy hacia la ducha, me siento algo débil y rezo para no estar enfermando de nuevo, ya me descartaron la anemia, pero este cansancio y algunas marcas no son del todo normales, en fin trato de no pensar demasiado en eso.

Salgo y me visto con un vestido holgado, negro con flores rosas diminutas, me pongo las medias y los botines. Voy a la cocina para preparar un desayuno sustancioso, le dejo a Bombón su plato y salta al ataque de inmediato, niego con la cabeza, no sé quién es más comelón él o yo. Mientras degusto mi tortilla de huevo, envuelvo los panqueques con un lazo rojo, espero que este detalle no sea demasiado para el oficial Declan. Lo llamo en cuanto termino de desayunar y estoy lista para irme.

Una hora después tocan a mi puerta, es él.

—Buenos días, oficial —saludo, hoy si trae puesto el uniforme y me sorprende lo apuesto que se ve con el encima.

—Solo Declan estaría estupendo —pide, sonrío y asiento—. ¿Lista, Adelise?

—Sí —voy hacia afuera en cuanto recuerdo que había olvidado el obsequio de agradecimiento—. Oh, espere, he cocinado algo para ti, en agradecimiento.

Me apresuro a la cocina, tomo la canasta y vuelvo con él. Le tiendo el regalo, él abre los ojos y sonríe.

—Al menos no son rosquillas. Odio ese cliché, la verdad es que a mí ni siquiera me gustan —dice. Y ambos reímos al unísono—. En fin, no era necesario.

—Ya lo creo que sí, vamos —cierro la puerta y nos encaminamos a la salida.

Suspiro en cuanto noto la ausencia de Enzo, ciertamente los dos padres nuestros y las tres Aves Marías que me encomendó el Padre como penitencia no fueron suficientes. Borro esos pensamientos de mi mente. Declan me abre la puerta del coche patrulla y me ayuda a entrar.

***

—... entonces fui tras él, pero me fue imposible alcanzarlo. Fue ahí cuando el oficial Crane —digo mirando al viejo policía de mirada cascarrabias— acudió a mi auxilio y pidió apoyo a la unidad del oficial Cox.

—¿Es este el hombre que el arrebato el bolso? —me pregunta la policía joven y de piel morena.

—Así es —digo, desviando la mirada de los ojos asesinos que el delincuente tiene puestos en mí.

—¡Esa zorra está mintiendo! ¡Soy inocente! —grita el ladrón, escapando de las manos de la joven oficial, avanza hacia mí propiciándome un empujón con un gran empuje que me manda al suelo—. ¡Mentirosa! ¡Zorra mentirosa! —me grita. Se hace un revuelo en ese momento, todos sacan sus armas, Declan lo toma de los hombros y lo aleja de mí.

—Discúlpate con la señorita —exige Declan en cuanto el oficial Crane me ayuda a sentarme en una silla lejos del delincuente—. ¡He dicho que te disculpes! —el delincuente en respuesta escupe en mi dirección y Declan le propicia un golpe que lo manda al suelo. La nariz del hombre sangra—. La próxima vez te sugiero que acates mis órdenes.

—Nosotros nos encargamos —dicen dos oficiales al unísono, tomando al hombre de los brazos y llevándoselo por un pasillo.

—¿Estás bien, Adelise? —dice Declan acercándose a mí.

—Sí, no ha sido nada.

—¿Qué ha pasado?

Reconozco la voz antes de que Declan me permita ver a Enzo parado unos metros más allá, observando los papeles que se encuentran esparcidos por el suelo.

—Un accidente.

Sus ojos azules se posan en mí y parece que eso lo aclara todo ante sus ojos.

—¿Te han hecho daño? —me pregunta, parece molesto. Niego con la cabeza—. ¿Es que incluso aquí mismo sus presos se les escapan de las manos? Vaya eficacia.

Veo a la joven policía dirigirme una mirada de disculpa antes de escabullirse a otro sitio lejos del disgusto de Enzo. El oficial Crane asesina con la mirada a Enzo y es que no creo que a alguien le haga gracia que un ajeno venga a decirle en su propia "casa" como debe hacer su trabajo.

—Enzo —le advierte Declan.

—¿Qué?

—Suficiente —dice con voz dura. Enzo suspira y asiente—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a buscarla a ella —me señala. Hago una mueca de incomprensión—. Ayer te dije que pasaría por ti para traerte, me he pasado por tu casa, como no estabas deduje que ya te contrarías aquí. Vamos, te llevo de vuelta.

Me tiende su mano, por algún extraña razón no lo encuentro demasiado correcto, miro a Declan y él asiente. Me pongo de pie.

—Tengo trabajo que hacer aquí, nos vemos luego. Cuídate, Adelise —me dice y se acerca para depositar un beso de despedida a mi mejilla.

—Gracias, Declan. Espero que lo que te he cocinado sea de tu agrado y me encantaría verte de nuevo, adiós.

Camino fuera de la estación con Enzo detrás de mí, no me pasa desapercibida esa extraña mirada que ambos amigos han intercambiado, me quedo con la duda de que se dirían con ella.

***

—Es... acogedora —dice Enzo por fin.

—Así es, siéntate ¿quieres tomar algo?

—Supongo que aquí no hay ninguna gota de licor, así que agua estará bien.

Rio mientras lo observo ver como pasea su vista por mi casa, Bombón sale a su encuentro, el gato lo mira desde la distancia inquisitivamente, Enzo le sostiene la mirada al felino, finalmente Bombón parece darse por vencido al encanto del apuesto hombre parado a mitad de mi sala, pues comienza a pedir cariños restregándose en sus piernas.

—Pues para tu sorpresa, tengo algo de vino tinto, incluso yo sé que de vez en cuando es bueno para la salud.

—Sorpresa, sorpresa —se burla.

Unos minutos después, estamos sentados en mi pequeño sillón con una copa en las manos, por alguna razón me encuentro nerviosa, me siento ajena a mi propia casa, Enzo ha dominado por completo este lugar, se mueve con soltura, sin incomodidad alguna; y aunque se ve muy fuera de lugar en mi pequeño hogar, parece como si todo aquí le perteneciera... incluida yo.

—Así que, Adelise ¿por qué no me cuentas sobre ti?

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Letargo I: SOPORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora